Revista Arquitectura

Una crítica

Por Arquitectamos
A Eduardo Almalé, que se indignó con
este edificio. (Qué hombre más soso).
Últimamente he recibido varias opiniones en la línea de que este es un blog divertido, simpático, majete... pero en el que no se hace una crítica arquitectónica seria. Y me ha dolido. Me ha dolido porque quienes me han hecho tales observaciones tienen razón. Me he picado en mi amor propio y he decidido exhibir mi capacidad crítica. Para ello voy a hablar de un edificio notable: Ática 7, en Pozuelo de Alarcón (Madrid). No tengo el honor de conocer el nombre de su autor, pero lo prefiero. A menudo la fama del artista impide una visión limpia y desprejuiciada de su obra. Analicemos, pues, este edificio por sus propios méritos.
Una crítica
Se trata de un edificio de oficinas diseñado con gran cuidado y precisión. La fachada de vidrio está formada por piezas rectangulares colocadas unas encima de otras y unas al lado de otras, formando filas bien alineadas. Todo coincide. No hay franjas torcidas. Todo cuadra. Los vidrios están muy limpios. Hay varios pórticos colocados en distintas fachadas y con distintos criterios: No en los centros, no en los ejes de simetría, no en las direcciones principales. Es un alarde de arquitectura moderna, libre y no dependiente de rancios esquemas compositivos. Los capiteles de las columnas también son muy modernos. Son de un orden como jónico-mireusté o jónico-chúpateesa. Y de metal verde. De alguna forma están diciendo: "Ictinos, Calícrates: Comednos lo de abajo" o "este Fidias nos toca las pilotas".

Unos capiteles muy bonitos. Y no sólo muy bonitos, sino muy comilfó en estos tiempos de desorden, confusión y marasmo. (Vale, y también pleonasmo). (Y orgasmo).
Hay que señalar una genialidad emocionante: El entablamento consta de un arquitrabe formado por bandas horizontales de hormigón blanco en relieve levemente escalonado, y encima tenemos los triglifos y las metopas ¡que son piezas de vidrio! La metopa me topa. Me topa un montón. Yo triglifo con esto. Fantástico. El frontón vuelve a estar remarcado por tiras de hormigón blanco (con sus ovos y sus puñetitas), como el arquitrabe, la cornisa, las columnas y tal, pero lo que es el núcleo del frontón, el frontón propiamente dicho, ¡también es de vidrio! ¿Es para mearse o no es para mearse? Yo ya levito. No tiene acróteras.
Una crítica
Ya al borde del stendhalazo vemos otro frontón en la fachada lateral. Está a otra altura. Su arquitrabe llega a la esquina del edificio y ahí no coincide con nada. Es un diseño libérrimo y muy loco. ¡Ah, no! ¡Que es un reflejo de otro pórtico de otro edificio! ¡Qué bueno! ¡Qué fisión semántica más potente! ¡Qué gesto vanguardista de disolución de las formas! ¡Genial! ¡Grande!
Una crítica
Los reflejos crean una realidad virtual contradictoria que pugna con la "realidad real" creando un espacio alucinógeno. La riqueza de relaciones es formidable. Por si eso fuera poco, las farolas, los toldos carmesíes (iba a escribir "rojos", pero qué coño; cuando se es culto hay que demostrarlo), las sillas de terraza, el césped artificial, las jardineras y hasta las señales de prohibido aparcar configuran una acrópolis neosagrada, un canto a la implacable eficacia mercantil y a la nueva religión del marketing y del project consulting homecoming of scrambled eggs.
Una crítica
Una crítica
Para qué estudiar el interior del edificio, si ya desde fuera se ve que todo el conjunto es irreprochable. Aun así, es fácil imaginar que el interior está muy limpio, el aire acondicionado funciona (más le vale) y que para entrar hay que pasar una tarjeta magnética por un torniquete. Todo muy tecnológico.
Ah, se me olvidaba: Las columnas son de dos tonos. El de arriba. Y el de abajo.
Resumen técnico de mi crítica: Esta arquitectura es güena güena.

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