Revista Expatriados
Los economistas han intentado convencernos de que lo suyo era una ciencia con todas las de la ley. Los economistas neoliberales fueron incluso más lejos. Un astrónomo te puede predecir un eclipse de sol. Vale, pero eso es una minucia comparado con lo que hace un economista neoliberal que no sólo te predice la crisis, sino que incluso te la evita. ¡A ver qué astrónomo es capaz de impedir un eclipse de sol!
Luego vino la crisis de 2007 y resultó que los economistas no sólo no la habían sabido impedir sino que ni tan siquiera la vieron venir. Que siete años después, los economistas sigan pontificando como si en 2007 no la hubieran cagado con música y honores sólo prueba que la economía no es una ciencia, sino que se asemeja más a la teología.
Me explico. Si un astrónomo predice un eclipse y éste no se produce, lo primero que hace es revisar sus cálculos. Si no detecta un error en ellos, empieza a pensar que tal vez su modelo de explicación de los eclipses no refleje fielmente la realidad y necesite cambios. Si un economista ve que se produce una crisis que no había previsto, no asume que su modelo se haya equivocado. Explicará más bien porqué su modelo falló en explicar esa crisis tan singular que nadie vio venir, hasta que nos convenza de que es la realidad la que se equivocó. Y puede hacer eso con éxito porque el economista del siglo XXI no es un científico, sino un teólogo. Te coloca cuatro falacias, digo, dogmas, te dice que son hechos científicos y ya pueden venir crisis. Ha conseguido que el pensamiento científico-racional descarrile y lo reemplace la fe.
Veamos, uno de esos dogmas era el que decía que el crecimiento económico es como la marea, que levanta a todos los barcos por igual. Sí, el petrolero seguirá estando mucho más arriba que la barquita del pescador, pero lo importante es que ambos habrán subido. La imagen es tan bonita que resulta difícil olvidarse que no deja de ser una imagen. Otra cosa es que la realidad la afirme o la desmienta.
Tomemos el caso de Filipinas y veamos lo que hizo la marea con sus barquitos.
Durante los cuatro años que llevamos de Administración del Presidente Aquino Filipinas ha conocido una tasa de crecimiento notable: más del 6% anual, salvo en 2011 que tropezó y se quedó en el 3,6%. Entre 2009 y 2012 la proporción de gente viviendo en la pobreza pasó del 26,3% al 25,2%. Incluso “The Economist Intelligence Unit” que es de donde saco ese dato y que no destaca por su conciencia social, reconoce que es una mejora muy débil para unos años de crecimiento tan fulgurante. Se me dan fatal las matemáticas, pero a ese ritmo simplemente para alcanzar el 21,6% de pobreza que España tuvo en 2013, Filipinas necesitaría ponerse a crecer al 10% anual durante una década. Y ya puestos pedirles a los Reyes Magos que todos los filipinos midan metro ochenta y cinco y se parezcan a Brad Pitt.
Una pequeña comparación mostrará lo ridículos que son los resultados obtenidos por Filipinas en la reducción de la pobreza. Las tasas de crecimiento de España entre 2008 y 2011 fueron: + 0’9% (2008); -3,8% (2009); -0,2% (2010); + 0,1% (2011). Como vemos proporcionalmente la economía española no se movió tanto como la filipina. Pues bien, esos pequeños cambios hicieron que la pobreza aumentase en España un 8% entre 2008 y 2011, según el informe “Desarrollo Humano y pobreza en España y sus comunidades autónomas” de la Fundación Bancajay del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas.
Resultaría interesante cómo ha evolucionado el Coeficiente Gini, que mide las desigualdades en la distribución de la riqueza, en Filipinas desde 2010. Busqué en la página del Banco Mundial y me encontré con la sorpresa de que la última vez que lo midió en Filipinas fue en 2009. A ver, hay magnitudes macroeconómicas mucho más chorras que las miden trimestralmente y una tan interesante como la del Coeficiente Gini se les pasa…
Lo del Coeficiente Gini tiene su miga, porque me trae a la memoria otra falacia. Esto es lo que tiene la economía, sobre todo en su vertiente neoliberal, uno se pone a escribir sobre una de sus falacias y acaba escribiendo sobre dos o tres. Esta falacia consiste en afirmar que la riqueza de unos pocos acaba repercutiendo en bien de todos, porque esos pocos ricos acabarán creando puestos de trabajo. Al que le interese el tema le recomiendo “¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?” de Zygmunt Bauman que derriba esa falacia mucho mejor de lo que yo sabría hacer.
Y ya puestos a desmontar falacias, me despido con otra recomendación: “El capital en el siglo XXI” en el que el Profesor Thomas Piketty desmonta la creencia de que los mercados libres nos harán a todos más prósperos. Después de haber estudiado la cuestión, Piketty llega a la conclusión de que las rentas de capital siempre crecen más que las de los salarios, a menos que el Estado intervenga para corregirlo. A largo plazo es que vía reinversión y herencias, la riqueza va concentrándose más y más en unas pocas manos.
Empecé comparando la economía con la teología y me equivoqué, rebatir dogmas como el de la asunción de María a los cielos en cuerpo y alma me parece bastante más difícil que rebatir las afirmaciones de cualquier economista neoliberal al uso.