Así que i
nmediatamente nos dirigimos a la clínica ARCA, aquella dónde operamos a Rafael, para que reconociesen al michino porque algo le sucedía, pues estaba orinando sangre.Y hoy ya podemos sentirnos tranquilos, cuando hemos ido a verle a la clínica , Panchito ya ha vuelto a ser el que era. Una chica de las que trabaja allí nos recibió amablemente y enseguida nos encaminó para que hablásemos con la doctora. Ésta nos explicó que el gato debía ser sometido a una radiografía abdominal para comprobar que no tenía mas cálculos en el riñón o en la vejiga. Entre tanto le aplicó 2 inyecciones para tranquilizar a Panchito. Después de las explicaciones, tampoco es que hubieran hecho falta, volvimos a dejarlo en la clínica.
Previsiblemente, y si no existían otras complicaciones, solo permanecería un día.
Por la mañana del día siguiente, antes que otra cosa, fuimos a visitar al paciente, era una necesidad ver cómo evolucionaba. ¡Joder que alegría!, menudo cambio de carácter se había producido en el bichiño. Me acerque a la jaula en la que se encontraba. Estaba tumbado con una sonda colocada en la pata derecha, tranquilo, como si estuviera de vacaciones en un balneario. ¡Ay cuando me vio! Le faltó tiempo para venir a olerme mi mano, le pareció que era yo pero se acercó para cerciorarse y reconocerme. Empezó a contonearse como una bailarina india intentando hacerme ver que se encontraba bien.
Se acercaba al plato de comida, comía unas bolitas, y regresaba para que viese que se portaba bien y comía. La misma demostración con el agua, como diciendo:
"Papá, ¿ves como me alimento con mis bolitas y bebo agua?, llévame a casa que me voy a portar muy bien". La doctora abrió la jaula y el espectáculo de mimos y pruebas de salud se multiplicaron. Ni siquiera hizo intentos de huir de su celda, solo deseaba mostrarnos que podíamos llevarlo con nosotros. Por recomendación de la doctora, aun le dejamos en su celda para que terminara de restablecerse y ya por la tarde, a eso de las 4, nos telefonearían. Efectivamente, esa misma tarde nos telefonearon para que recogiésemos a un renovado y restablecido Panchito.
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Al regresar a casa, se hizo la fiesta.
En cuanto Pinchucose percató de la presencia de su hermano sintió tanta alegría que casi se le come a besos.
¡Lametones, lenguetazos, mordiscos, abrazos!, sí, abrazos también (prometo tomar la foto), por que era el regreso de su colega de aventuras.
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El consejo de hoy, también aprendido por la experiencia, es que no escatiméis dinero en cuidar a vuestra mascota. Nada de disfraces y chorradas de ropitas, zapatitos o artículos chic ridículos, que les hacen parecer bufones de la corte. Esas pijadas no van a mejorar su calidad de vida y sí les va a molestar. Procurad que dispongan de una alimentación sana de calidad y los cuidados veterinarios precisos. Además de vuestro respeto y cariño ellos solo necesitan eso tan simple.
Pues hasta la próxima aventura. ¡Salud y Suerte!