Por Javier Velázquez
(Publicado en la revista digital L.S.D.6 (Literatura sintética distópica), México, el 30 de marzo de 2016)
Javier Arturo Velázquez
Colaborador de Ciencia Ficción en Ecuador. Estudiante de Licenciatura en Educación Básica con Énfasis en Humanidades: Lengua Castellana e Inglés, interesado en el estudio de la lingüística y la literatura; el terror cósmico, la novela negra y la ciencia ficción. Discute estos temas en su blog Radiotelescopio abandonado bajo el seudónimo Gladwyn Burks. Ha participado en sitios web como la revista Cosmocápsula, Relatos increíbles y Ciencia Ficción en Ecuador.
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Ilustración: Walk around the city de MittMac en Deviantart.
Nota introductoria del autor: Este asunto lo trató Jaime Orrego en su búsqueda de la prehistoria de la ciencia ficción colombiana, sin embargo, vale la pena reflexionar un poco más.
Umberto Eco consideraba la utopía, vertiente de la ciencia ficción, como la alternativa entre un mundo ideal y la irónica tragedia de una terrible realidad hecha posible. Se puede asegurar con atrevimiento que la ciencia ficción es, en Colombia, una utopía en sí. Sea porque los entusiastas siguen soñando que en el futuro este género literario tendrá relevancia cultural o porque el hecho mismo de inasistencia literaria a la ciencia ficción puede tomarse como una característica de una sociedad distópica de escasa producción científica e intelectual. Aunque el autor italiano no hizo mención del término distopía, entendiendo su antagonismo ante la utopía, puede aplicarse para este caso.
Por esto, es posible decir que la distópica Colombia ha dado muestras, desde hace siglos, de un desapego por la investigación científica y el desarrollo tecnológico, solo hasta el 2014 se graduó el primer astrónomo del país, ese mismo año el gobierno hizo recortes a la ciencia y la directora de dicha entidad que denunció esto fue destituida, pero el desprecio por la ciencia no solo afecta la academia, la salud y educación, además no se busca abordar aquí asuntos netamente burocráticos, es innegable que esta actitud anticientífica también ha afectado y afectará a la literatura, y más a la ciencia ficción, ya que existe una retroalimentación entre estas actividades: la ciencia le ha brindado elementos a la ficción para fundamentarse, mientras que la ciencia ficción ha anticipado e inspirado parte del desarrollo científico. A pesar de esta yuxtaposición, el escaso apoyo de la nación a la ciencia ha disminuido la posibilidad de tener un lectorado que demande la creación de ciencia ficción, así como su producción académica, y ha hecho que la literatura colombiana sea siempre más de lo mismo en sus tópicos literarios, aunque se considere que está en su mejor momento, y siga el predecible curso de la histórica violencia, prostitución, narcotráfico, pobreza o amoríos patrióticos en minúsculas poblaciones entre extensiones selváticas. Un curso que viene desde que los políticos, críticos y escritores conservadores del siglo XIX, que consideraban una herejía la lectura de obras no hispánicas, como obras francesas e inglesas, hasta la perpetuación de la novela indigenista y del dictador, además del excesivo cubrimiento mediático al realismo mágico con fines chovinistas, de donde provienen los monótonos temas de la producción literaria actual.
Por otro lado, parte de la escasez de esta literatura pareciera ser respuesta de cierta visión de la ciencia ficción como algo extranjero, lejano e innecesario en este mágico territorio, similar a la visión de la ciencia como algo ajeno e inútil para esta autocrática idiosincrasia supersticiosa, un miedo al «paganismo industrial» por parte de muchos. Es sabido que ambos aspectos son de calidad cosmopolita, hasta el término ciencia ficción es un calco de science fiction, por esto han despertado repudio por parte del ostracismo/nacionalismo no solo ideológico, sino literario, legado de autores y críticos tradicionalistas de los inicios de la república. Algo visible hoy en día, por ejemplo, en los comentarios de buenos escritores como Juan Gabriel Vásquez, quien considera meramente arqueológica la producción literaria anterior al Boom latinoamericano, movimiento que en Colombia solo se valora por García Márquez, desconociendo así el papel de autores de la región más universales como Borges y la influencia de extranjeros como Faulkner, Joyce o Hemingway, anteriores a toda tendencia latinoamericana, la cual paradójicamente resultó inspirarse en la literatura universal y cuyos defensores oportunistas se jactan de un cosmopolitismo gracias a la lectura internacional.
Ante todo esto se puede argumentar que el contexto ha impulsado este tipo de obras más realistas y realistas mágicas para llamar la atención sobre problemas latentes en una sociedad conflictiva, por lo que no habría terreno fértil para las obras de ciencia ficción que solo hablan de la aburrida ciencia y la peligrosa tecnología, pero es fácil contradecir esto si se hace un recorrido histórico por las obras de ciencia ficción, pues muchas evocan una variedad de problemáticas socioculturales existentes y venideras en todo el mundo, como hicieron antaño las obras de Orwell, Y. Zamiatin, Gertrude Barrows Bennett o H.G. Wells.
Ahora bien, no podemos valorar la literatura, ni la ciencia ficción, desde una visión utilitarista que solo busca metáforas para advertir y denunciar la opresión, aunque algunos autores pueden llevar a interpretaciones peligrosas tomando las obras de ciencia ficción como una mera plataforma de cuestiones politiqueras, algo que debieron reflexionar Jaime Orrego y Miguel Avilés. Lógicamente no se negará el enlace inherente de la literatura con la política, pero no es carácter exclusivo de la obra de ciencia ficción convertirse en panfleto ideológico; sus objetivos dependerán del alcance de la imaginación de cada autor, por lo que pueden ir desde asuntos pedagógicos, pasando por lo político e ideológico, hasta lo existencial y divulgativo.
Hasta ahora pareciera que el elemento político no ha sido benéfico para este género especulativo, es el caso del escritor René Rebetez, quien compaginó con la ideología comunista en Colombia y Cuba, como hizo García Márquez, y a pesar de esto el reconocimiento por parte del lector de estos ideales es nulo a diferencia del culto hacia Gabo que existe en los socialistas, por esto la muerte de Rebetez (aunque en México tiene un mayor reconocimiento) no impactó como lo hizo la de Gabo. Este viajero no fue el único de poca valoración por las letras y cultura colombiana, Antonio Mora Vélez tampoco ha alcanzado el impacto mediático que alcanzaron García Márquez, Fernando Vallejo o Santiago Gamboa, siendo este periodista también un cultor de la escasa ciencia ficción en este país, como muchos que existieron, existen y existirán, pero es posible que por cuestiones socioculturales no se les valore el trabajo de alcanzar, algún día, la utopía de una sociedad interesada en explorar los mundos posibles de la ciencia ficción.
Para finalizar, se debe aclarar que no se quiere negar ni despreciar, apelando a una visión pesimista, los trabajos de Rebetez, Mora Vélez, Fuenmayor y Sliger, entre muchos más, que contra todo obstáculo sentaron precedentes en el género, ni de aquellos que siguen en la órbita del género, como la ejemplar labor de la Revista Cosmocápsula. Es posible que falte camino por recorrer, nuevos elementos por narrar y cambios sociales por suceder, pero vale la pena tener presente la utopía en el horizonte para no abandonar tan fructífero género, el cual nos brinda la posibilidad de escapar de tan tediosa realidad o abordarla desde otros lentes hipotéticos, lo que podría permitirnos soluciones científicas y tecnológicas a conflictos socioculturales latentes, promoviendo así la producción e investigación científica y literaria en un país que lo necesita.
Referencias:
- De los espejos y otros ensayos, Umberto Eco. DEBOLSILLO
- Historia de la crítica literaria en Colombia, David Panesso. Universidad Nacional de Colombia
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