Revista Cultura y Ocio

Una película con olor humano... demasiado humano

Publicado el 15 marzo 2011 por Santiagobull
Una película con olor humano... demasiado humano
Hoy voy a ponerme autobiográfico, y les voy a compartir una historia de esas en las que el amor, la ansiedad, la depresión, la absoluta crisis existencial, la fascinación y las ganas de volarme la tapa de los sesos se reúnen en una sola vivencia. Como tantas veces, dirán algunos... pero bueno, es que esta fue una ocasión especial. A ver: calculo que esto habrá sucedido hace uno... cinco (¡cinco!) años, allá por el lejano 2006. Hacía mucho que oía hablar de un sujeto llamado Pier Paolo Pasolini, y en prticular de una película suya, titulada Teorema (bueno... ya se imaginarán cómo sigue esto...). Pues resulta que un amigo la compra, y en lugar de esperarme para verla, aparece un día, me la da y me dice: "Mírala". Así que la subí a mi cuarto, la puse sobre mi mesa, y seguí con lo mío, que es escribir, hasta las tres de la madrugada. Entonces, me dí cuenta de que aún no tenía sueño, y me dije: "Bueno, ¿por qué no? No puede ser taaan larga". Ahora sigue una pregunta clave: ¿alguno de ustedes, lectores míos, ha sabido alguna vez lo que es ver una película de Pasolini por primera vez, solo y a las tres de la mañana? Bien, resumamos lo que sucedió: termina la película casi a golpe de seis (ya salía el sol, lo recuerdo), y yo en un estado tal de... de demasiadas cosas reunidas que hubiera podido hacer cualquier cosa menos dormir o ponerme a menos de tres metros de cualquier otro ser humano. Fue algo devastador: los ojos como platos, la angustia devorando cada uno de mis poros, la lengua reseca, el paquete de cigarros vacío... y en mi mente una sola frase: "Maldito pedazo de genio". Más de una vez me ha pasado, comentando o tratando de recomendar a mis amigos alguna película de Pasolini (después de esa primera experiencia, he visto cada una de las que han caído en mis manos), que alguien me pregunta: "¿y para qué voy a ver algo que sólo va a servir para torturarme, algo que no voy a disfrutar?" Aunque no lo parezca, es una pregunta jodidamente difícil. En efecto: ¿por qué?No soy de los que creen que el deleite tenga que ser, necesariamente, dulce. El miedo, el desgarramiento, la angustia, el horror y la pesadilla son, también, jardines de los que podemos arrancar eso a lo que llamamos placer... sólo que en una versión oscura, fuerte, cruda y, de paso, morbosa. Es como preguntarse por qué carajo leeríamos una novela del Marqués de Sade, Jean-Paul Sartre o Elfriede Jelinek hasta el final: sencillamente, porque ahí hay algo que siento muy mío: el absurdo, el horror, el vacío, la perversidad o la náusea. Oigan, que humanos hemos nacido todos. Y vuelvo a la carga: Teorema es, de lejos, una de las mejores películas que he visto en mi vida, y a ella le debo, de paso, una de las experiencias más fuertes y, sin embargo, provechosas de las que tengo recuerdo. Se trata de una tragedia que huele a tragedia, y quizá lo peor de todo sea, precisamente, la forma en que vamos notando (y sabiendo desde siempre que será así) cómo la narración se va cerrando hasta llegar a su punto más agudo y descarnado, como una obra de Sófocles, pero también como un teorema. Los que sepan algo de Pasolini recordarán que él nunca la tuvo muy fácil: atacado, censurado, amenazado y, finalmente, brutalmente asesinado, su vida fue, siempre, una lucha apasionada en la que trató de demostrar su amor por la humanidad mostrando su rostro más grotesco, desagradable y sucio. Los que hayan visto Saló o le centovente giornate di Sodoma (yo, hasta la fecha, lo he hecho unas cinco veces) sabrán mejor aún a lo que me refiero. Alguna vez lo llamé "un ángel caído". Bien: creo que puedo volver a firmar estas palabras. Un ángel que se levanta desde el lodo, conocedor profundo de lo oscuros que son los sótanos de nuestro ser, y sin embargo todavía es capaz de luchar por una sonrisa, aunque nos siga pateando con cada una de sus obras. Desde ya, alzo mi copa. ¿Por qué, pues, ver una película como Teorema, o como tantas otras en las que lo que nos aguarda es una experiencia de esas magnitudes? Bueno, vale la pena que nos lo preguntemos. Pero cuidado: a veces los gustos sirven para esconder el miedo a vernos reflejados en el espejo, y como nunca nos habíamos visto antes. 
Una película con olor humano... demasiado humano

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