![Una tregua con Benedetti Una tregua con Benedetti](http://m1.paperblog.com/i/9/92728/una-tregua-benedetti-L-1.jpeg)
Su día a día, el coqueteo torpe de un cincuentón inseguro ante una veinteañera, sus reflexiones y la arrolladora actitud de la joven, consiguen enamorar al lector. Es una historia que en el fondo habla de recuperar espacios propios, de cubrir ausencias y del dolor que comienza a cicatrizar cuando se comparte. Sus fórmulas narrativas, tantas veces reiterantes, atrapan porque en ellas todos podemos reconocer el golpeteo de nuestros pensamientos. "Creí que el corazón se me había instalado en las sienes. Estaba a dos pasos, junto a mi ventana. Dije: ¿qué tal?, ¿qué anda haciendo? El tono era natural, casi rutinario. Miró sorprendida, creo que agradablemente sorprendida, ojalá que agradablemente sorprendida."
Puede que para nuestros adentros, las comparaciones siempre sean odiosas, pero en el juego literario de Martín Santomé los agravios no acompañan a los lazos comparativos que establece entre Isabel y Avellaneda. Son sólo una forma de conocer lo que él mismo fue y lo que es ante la joven. Una forma de reconocer las diferentes acepciones que el amor le ha mostrado a través de esas dos mujeres, de esos dos mundos diferenciados, que bien podrían constituir dos universos paralelos en los que uno quiere dejarse atrapar. Ayer de tarde estábamos juntos sentados a la mesa. No hacíamos nada, ni siquiera hablábamos. Yo tenía apoyada mi mano sobre un cenicero sin ceniza. Estábamos tristes: eso era lo que estábamos, tristes. Pero era una tristeza dulce, casi una paz. Ella me esta mirando y de pronto movió los labios para decir dos palabras. Dijo: Te quiero. Entonces me di cuenta de que era la primera vez que me lo decía, más aún; que era la primera vez que lo decía a alguien. Para Isabel, repetirlo era como otro beso, era un simple resorte del juego amoroso. Avellaneda en cambio lo había dicho una vez, la necesaria. Quizá ya no precise decirlo más, porque no es un juego:es una esencia. Un diario está plagado de trivialidades y de sentimientos que, según como se miren, a veces no dejan de ser bagatelas. Sin embargo, lo más importante que contiene un diario es la memoria. Uno puede retener los recuerdos, pero no las fechas, ni esa primera impresión que recogen las palabras. "Yo le dije: Creo que estoy enamorado de usted y ella me contestó: Ya lo sabía, por eso vine a tomar café". Por casualidad, o por destino para quien quiera creer en él, Martín Santomé se declaró con estas palabras a Avellaneda, un 17 de mayo, data a la que esta Trilby le tiene un cariño singular, propio, y no sólo porque sea el "Día das Letras Galegas". Quizás Mario Benedetti también guardaba un peculiar secreto en esta fecha y por eso la eligió para atravesar con las flechas de Cupido a sus enamorados. Lo que no sabía es que la vida se le consumiría ese mismo día, 49 años después de haberlo escrito. Porque Benedetti murió el año pasado, el 17 de mayo. Y digo murió, porque, como escribe Santomé en su diario, decir "falleció" no representa lo mismo. "Murió es la palabra, murió es el derrumbe de la vida, murió viene de adentro, trae la verdadera respiración del dolor , murió es la desesperación, la nada frígida y total, el abismo sencillo, el abismo."
Aunque lo más maravilloso de un escritor es que nunca muere del todo. Muere su cuerpo, se apaga su mirada, se silencia su voz, desaparecen los personajes aún no inventados y quedan huérfanas las páginas en blanco. Pero quedan sus palabras, que siempre serán eternas. Como Rosa Montero escribió en La loca de la casa (2003): Cuando te enamoras locamente, en los primeros momentos de la pasión, estás tan lleno de vida que la muerte no existe. Al amar eres eterno. Del mismo modo, cuando te encuentras escribiendo una novela, en los momentos de gracia de la creación del libro, te sientes tan impregnado por la vida de esas criaturas imaginarias que para ti no existe el tiempo, ni la decadencia, ni tu propia mortalidad. También eres eterno mientras inventas historias. Uno escribe siempre contra la muerte.Por eso allí, tras la trinchera de la vida, todavía está Benedetti descubriéndonos el mundo, dándonos pequeñas treguas para poder soportar esas "primaveras con las esquinas rotas"...
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