31 de octubre de 2011, la estadística determina que hoy la población humana alcanza los 7.000.000.000 de personas en La Tierra. Con una alta probabilidad nacerá en Asia. Y se dice pronto, 7.000 millones de humanos es una cifra más que considerable. Somos la especie de gran animal más abundante del planeta, y dentro de los mamíferos tal vez únicamente pueden ser comparadas las poblaciones de ratas y ratones caseros, quedando en un escalón bastante inferior las diferentes especies usadas en el ganado y nuestras mascotas.
El primero en admitir los efectos negativos que provocaría un crecimiento poblacional desmesurado fue Thomas Malthus ya en plena Revolución Industrial. Este autor estableció la teoria, conocida con el homónimo nombre de malthusianismo, de que mientras la población crece exponencialmente (lo que significa que no solo crece constantemente, sino que la tasa de incremento de ve acelerada) los recursos lo hacen de forma aritmética (es decir, de forma constante). De esta afirmación se llega a algo obvio, en algún momento llega el colapso, a no ser que factores externos actúen. Malthus citó, como hijo de su tiempo, las guerras y epidemias, entre otras, hoy en día, afortunadamente disponemos de técnicas más pacíficas. Ya no fue hasta 1960 cuando el tema cobró relevancia mundial cuando el ecólogo Paul R. Ehrlich publicó su libro “La Explosión Demográfica”.
Lo cierto es que la población mundial de Homo sapiens ha sufrido un aumento constante a lo largo de toda su historia. Hace 10.000 años al final de la Edad de Hielo se supone que habitaban 10 millones de humanos en todo el globo. Y los efectos sobre la biota fueron brutales, mamuts, dientes de sable y perezosos terrestres gigantes fueron barridos del mapa por los primeros amerindios, y la misma suerte corrieron los wombats gigantes y los colosales Varanus priscuscorrieron la misma suerte en Australia. En los tiempos de Jesucristo ya habían entre 100 y 300 millones de personas pululando a sus anchas por todo el globo. A medida que se lograban mejoras en la sanidad y alimentación la población crecía y crecía sin parar. Los mil millones se alcanzaron en 1800 y en 1960 ya eramos tres mil millones, cifra que se vio duplicada al final del pasado siglo. Y ahora somos siete mil millones. Si la cosa no cambia para 2050 seremos 12.000 millones, el doble en 2100. Cuando finalice el siglo XXII habrán 100.000 millones.
El impacto medioambiental de tantísimos humanos es brutal. La agricultura no daría abasto, máxime con la actual tasa de pérdida de suelo y la salinización que grandes extensiones de terreno están sufriendo a manos de las actuales técnicas de regadío. A esto añadamos la ocupación del territorio en otras actividades distintas de la agricultura. Por otro lado, tal y como se distribuye la población mundial es un fiel reflejo de la actual realidad socioeconómica mundial. Mientras, por ejemplo, la población de Alemania es bastante inferior a la de la India. Y no hablemos ya del consumo, una familia de 4 miembros estadounidenses consume mucho más que un pueblo entero de Bangladesh. Y, más triste todavía, en el Primer Mundo hay gente que muere por sobrepeso y en Somalia, por ejemplo, fallecen por falta de alimentos. Y es que la superpoblación va ligada a estas profundas brechas sociales. La vieja Europa, nunca mejor dicho, será la única región que verá disminuida su población, mientras África triplicará su población a finales de siglo. Hoy en día apenas nos quedan animales de gran tamaño, principalmente por que no tienen sitio, así que imaginemos el escenario que se les presenta a elefantes, tigres y leones.
Sin duda este es el mayor problema al que se enfrenta la humanidad, y está siendo sistemáticamente ignorado por los gobiernos. Paradójicamente el mundo occidental se están preocupando por el hecho del descenso poblacional. Únicamente China ha puesto en práctica medidas de regulación poblacional, mientras que en el resto del mundo es un auténtico tabú, un sacrilegio siquiera mencionarlo. Pero hay una esperanza, si bien la población sigue aumentando pero la tasa porcentual de aumento está disminuyendo. En 1960 era del 2%, en 2011 1,6%. Si siguiera esta tendencia en 2050 dicha tasa sería del 0%. No obstante, la solución tiene que venir de una sinergia que combine la mejora de las condiciones de vida en países en vías de desarrollo, liberación de la mujer y la concienciación individual. La primera actuación evitaría la necesidad de tener tantos hijos en países en vías de desarrollo ya que allí la elevada mortalidad infantil provoca la necesidad de tener más descendencia y así asegurarte de que alguno sale adelante. Una vez liberada la mujer, ésta podrá facultarse para realizar diversas tareas y no enfocar su existencia en ser una “fábrica” de niños. Por último, que cada pareja elija tener únicamente dos hijos (lo que la Optimum Population Trust ha acuñado en la campaña Stop at Two) aseguraría la tasa de renovación poblacional, y puesto que siempre se registrarían bajas antes de la madurez, habrán individuos estériles o que directamente deciden no tener hijos, la población acabaría disminuyendo. En palabras de Ehrlich: “Tener más de dos (hijos) es egoísta e irresponsable“. Todas estas medidas necesitan un imperioso impulso por parte de las autoridades. El tiempo se agota y, es posible, que aun estemos a tiempo de solucionar o, al menos, paliar los efectos que la superpoblación mundial produzca sobre nuestro bello planeta. Podemos elegir estas medidas dulces de contención o dejar que la naturaleza haga su función, algo que ninguno deseamos.
Hace unos años Al Gore puso de moda el problema del calentamiento global con su documental “Una verdad incómoda”, tal vez haga falta alguien que realice lo mismo con esta Verdad Realmente Incómoda.