Revista Cultura y Ocio

Una verdadera amistad (I)

Publicado el 19 febrero 2015 por Debarbasyboinas @DeBarbasYBoinas

Rianxo, octubre-noviembre del 2007. Tres amigos que iban de excursión con su colegio a esta localidad, aprovechan un rato del tiempo libre que tenían en esa excursión, se salen del grupo mayoritario y deciden explorar esta villa por su cuenta. Acaban llegando a un lavadero de los de antes, de aquellos lugares donde antiguamente las mujeres iban a lavar la ropa en comunidad con sus vecinas y a veces con sus hijos. Aquel lavadero parecía estar restaurado hacía no mucho tiempo. Uno de estos amigos, con una piedra, realiza unos cortes en la madera del larguero de la entrada del lavadero. Aquellos cortes de la piedra, escribieron la insignia de los tres amigos y la fecha de ese día, como símbolo de su amistad. En la insignia, formada por las iniciales de los tres amigos, se podían leer las tres letras, formando las siglas GAP.

¿Pero como comenzó todo? ¿Cómo comenzó la amistad entre estos tres chicos? Se iniciaba un nuevo curso escolar, era 3º de la ESO. En aquella clase, resultaba que el número de alumnos era impar, y había pupitres en pareja, menos uno, que era una fila de tres. Y en aquel momento, cuando a cada alumno se le asignó su pupitre, el destino dictaminó que aquella fila de tres le iba a tocar a tres chicos: Gonzalo, Antonio y Pablo. Estos chicos, aunque se conocían de vista, nunca se hablaron entre ellos. Hasta aquel momento. En aquel momento se empezó a forjar una amistad muy fuerte entre los tres. ¿Pero porqué fue tan fuerte esa amistad? Para ello, debemos mirar la historia particular de cada uno de ellos.

Antonio era un chico marginado, se metían con él por su tamaño. Y él era tan buena persona que no les decía nada. ¿Por qué? Porque llevaba mucho tiempo escuchando lo mismo, de sus compañeros de colegio, con los que estaba por no estar solo, que le pegaban, y el sólo se defendía cuando se le acababa la paciencia. Sin embargo, era un chico muy decidido y decidió ponerle fin a su situación. Fue a actividades deportivas cerca del lugar donde vivía, donde conoció gente y fue forjando un pequeño grupo de amistades, que con el tiempo fueron aumentando.

Gonzalo, por su parte, no era un marginado. Pero tampoco lo tuvo fácil para forjar amistades en aquel colegio, que se podían contar con los dedos de una mano. Aquel grupo mayoritario que oprimía a Antonio, tampoco congeniaba con Gonzalo. Era un grupo que despreciaba a Gonzalo y viceversa. Por ese motivo, entendió el daño que este grupo causaba a algunos chicos, que como Antonio, fueron apartados a la más absoluta de las marginaciones, y por eso ofreció su amistad a algunos de estos chicos.

Y por último estaba Pablo, el más marginado de todos, el hazmerreír de sus compañeros. Fue marginado ya casi desde el principio de su vida escolar. Fueron innumerables aquellos recreos en los que Pablo estaba solo, no tenía a nadie con quien jugar, no tenía a nadie a quien llamar para preguntar por los deberes, no había nadie en quien pudiese confiar más que en sí mismo. Cuando la mayoría de sus compañeros se referían a él, burlas e insultos eran lo único que Pablo escuchaba. Y quien no se burlaba de él, simplemente pasaba de él. Fue tan largo este período, que perdió la esperanza de tener amigos hasta que llegase a la universidad, el colegio le parecía una cárcel. No descartó la posibilidad del suicidio, pues no tenía muchas ganas de vivir, sólo la esperanza de poder tener amigos en la universidad, la esperanza de un futuro lejano, pero mejor, lo mantuvo vivo. Como le ocurrió al bueno de Antonio, Pablo se acabó metiendo en una facción de aquel grupo mayoritario que marginaba a la gente, con un resultado parecido: burlas y más burlas, y él estaba con esa gente por no estar solo.

(Continuará…)

Simón de Eiré


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