Cincinnati, Omaha, San Francisco, Chicago, Wichita, ciudades de Estados Unidos que, desde el aire, se asemejan: barrios residenciales, casi siempre un río que cruza la ciudad y trabajadores a los que hay que despedir porque, sí, amigos, estamos ante el país capitalista por antonomasia (con el permiso, ahora, de Rusia). En la tierra de las oportunidades, no sólo se quedan sin trabajo, sin orgullo, sin perspectivas personales (somos lo que trabajamos), sin poder pagar la hipoteca y la televisión de plasma comprada a crédito, sino también sin seguro médico. Abordar todo este drama desde la comedia tiene un gran mérito.
Pero, en realidad, Up in the Air trata de la persona encargada de llevar este terrible cometido de soltar en el limbo profesional a esforzados trabajadores que lo han dado todo por una empresa que, al contrario que ellos, no tiene corazón, ni familia. Este personaje, interpretado por un gran George Clooney, se enfrentará a la filosofía de vida que ha ido elaborando durante años de trabajo y viajes por todo el país. Aquí está la belleza de la película y donde radica su grandeza, el héroe enfrentándose a sí mismo, mucho peor que enfrentarse al paro, a la empresa o a un villano con superpoderes. Mírate en el espejo y dime qué ves.
El resto de actores arropan a Clooney dando una lección de profesionalidad a la altura de un guión sin una sola fisura y nada complaciente, repleto de verdades tan verdaderas como un puñetazo en todo el cigarrillo y que, joder, te hacen reír. ¿Dónde se ha visto que te den un guantazo y te rías?
Todos acaban donde tienen que acabar... como si fuera la vida real, y no una película. Justa o injusta, la vida es así y hay que tomarla como viene.
FRANK