Revista Opinión

Uruguay, un referente para América Latina

Publicado el 26 febrero 2019 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

América Latina está siendo testigo en los últimos años de cambios políticos y sociales importantes. La mayoría de los países de esta amplia área se ven afectados de una forma u otra por transformaciones que repercuten en su estabilidad interna y en las propias relaciones regionales. La zona se encuentra sumergida en un intenso proceso de transición hacia un horizonte aún desconocido. Sin embargo, desde hace más de una década un pequeño país de Sudamérica se ha consagrado como punto de referencia internacional gracias a su aparente equilibrio político y social y al desempeño positivo de su economía.

Uruguay se ha encontrado tradicionalmente a la sombra de las dos grandes potencias locales: Argentina y Brasil. Cuenta con una población de poco más de tres millones de habitantes, es el segundo país más pequeño del Cono Sur —solamente por delante de Surinam— y sus recursos poco pueden compararse con los de los Estados vecinos. El peso de su economía es realmente inferior a otros gigantes vecinos, como el mercado brasileño, argentino, chileno o colombiano. No obstante, la nación uruguaya ocupa las primeras posiciones en índice de desarrollo y calidad democrática.

Uruguay, un referente para América LatinaÍndice de pobreza en América Latina. Fuente: La República

Uruguay lleva años presente en los principales puestos de América Latina en lo que se refiere a PIB per cápita, ratios de igualdad y disminución de la pobreza, tasas de alfabetización y formación educativa, etc. El protagonismo uruguayo en este tipo de variables sociales y económicas, junto con la cuidada imagen nacional que los Gobiernos de José Mujica y Tabaré Vázquez han proyectado internacionalmente, lo están consagrando como un referente político latinoamericano. La nación charrúa intenta presentarse al mundo como un punto de progreso y confianza frente a los vaivenes de cambio e incertidumbre que se extienden por su vecindario y otras partes del planeta.

Para ampliar: “América Latina en 2019”, David Hernández en El Orden Mundial, 2019

La crisis de 2002 y el programa del Frente Amplio

“Al pueblo del Uruguay,

razón y fin de todas las cuestiones que preocupan al gobernante,

puesto que él es el origen y la causa de nuestra existencia

y nuestra razón de ser como nación”

Jorge Batlle, 2000

Las últimas décadas del siglo XX en Uruguay, al igual que en muchos países sudamericanos, estuvieron marcadas por la transición de nuevo al régimen democrático. La década de los noventa fue la normalización de la vida política y social en democracia, pero la crisis de 2002 supuso un duro revés para a los uruguayos a inicios del nuevo milenio. Los problemas económicos en Argentina tuvieron un efecto directo sobre el sistema bancario uruguayo y derivaron en la quiebra de importantes entidades privadas, una profunda recesión y un aumento acelerado de los índices de desempleo y pobreza.

Las elecciones de 2004 pasaron factura a los partidos Nacional y Colorado por la gestión de la crisis y los 20 años de Gobiernos conservadores. Por primera vez tras la restauración de la democracia, Uruguay volvía a tener un presidente de izquierdas bajo la batuta de Tabaré Vázquez y la agrupación de fuerzas del Frente Amplio. Esta formación, surgida en la década de los setenta, que reúne desde comunistas, socialistas y centroizquierda hasta demócratas cristianos, fue capaz de canalizar las aspiraciones de cambio de los uruguayos. Su funcionamiento orgánico corresponde al de una coalición y no a la de un partido; de hecho, en las elecciones locales suelen disgregarse en candidaturas distintas.

La unidad del Frente Amplio se ha vertebrado en torno a las elecciones generales y el Gobierno. De la docena de partidos que lo forman se consiguen distinguir dos grandes familias: aquellos de tradición más izquierdista y socialista y otros de ideología más socialdemócrata y posicionamiento centrista. Entre los primeros estarían el Partido Comunista o el Movimiento de Participación Popular, que lidera la veterana política Lucía Topolansky, esposa de Mujica. Entre los segundos se situarían el Partido Socialista o la Asamblea Uruguay, dirigida por Danilo Astori, vicepresidente y ministro de Economía, señalado como el gran responsable del éxito económico nacional.

El proyecto político del Frente Amplio para Uruguay ha estado liderado por Tabaré Vázquez (2005-2010, 2015-2020) y José Mujica (2010-2015), debido a que un presidente no puede repetir consecutivamente en el cargo. Ambos son dirigentes de izquierdas, pero con perfiles personales y políticos diferentes. Vázquez proviene del Partido Socialista y de un programa más de centroizquierda. Se consagró como líder durante los noventa por su labor en la intendencia de Montevideo y ha desarrollado un discurso mucho más moderado que su predecesor. Mujica fue miembro de la guerrilla Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros y estuvo preso durante años bajo la dictadura militar. Con la llegada de la democracia volvió a participar activamente en política y se consagró como uno de los referentes ideológicos de la izquierda. Considerado un político independiente, es habitual que se desligue del discurso oficial del partido y de las premisas defendidas por Vázquez. La manifestación de estas desavenencias ideológicas entre presidentes es muestra de la heterogeneidad existente dentro del Frente Amplio, que obliga al jefe del Ejecutivo a negociar constantemente entre sus propias filas cada una de las propuestas.

Pese a todo ello, los Gobiernos de ambos presidentes se han caracterizado por compartir unas mismas líneas generales de trabajo, sobre todo en lo referido a política económica. El principal objetivo de los dirigentes del Frente Amplio ha sido preservar un proyecto de país pensado para el medio y largo plazo comúnmente compartido entre los grupos de la coalición. Los esfuerzos se han centrado en estabilizar la economía uruguaya y propiciar un desarrollo sostenible atrayendo inversiones extranjeras y favoreciendo la reducción de la pobreza y el desempleo. Además, se han promovido reformas para fortalecer el sistema nacional de salud y los programas educativos, así como profundos cambios en el modelo tributario que permitan mejorar los recursos estatales.

Uruguay, un referente para América LatinaVariación anual del PIB (2005-2017) y de la tasa de desempleo (2007-2017) en Uruguay. Fuentes: Ministerio de Economía de Uruguay, Statista

Las principales diferencias entre ambos presidentes han salido a relucir en temas sociales: Vázquez fue más reacio a la ley del aborto, la legalización del consumo de la marihuana —Uruguay ha sido el primer país del mundo en aprobar su uso recreativo— y a estrechar relaciones con Ejecutivos de la región como Venezuela o Bolivia. Ambos dirigentes han conseguido unos índices de simpatía elevados, en parte gracias a una gestión caracterizada por el avance social y el buen desempeño de la economía. Además, los esfuerzos del Gobierno por reducir la dependencia energética apostando por inversiones público-privadas en el sector de las energías renovables han colocado al país en una posición internacional destacada en ese ámbito. Sin embargo, los tres lustros de Frente Amplio en la presidencia han dejado algunos claroscuros. Pese a ser uno de los países latinoamericanos con menores ratios de corrupción o delincuencia, estos temas todavía siguen apareciendo como asuntos enquistados. Uruguay se ha consagrado como uno de los países menos peligrosos del continente, pero en los últimos años de la presidencia de Vázquez la inseguridad ha resurgido como el principal problema social y político.

Para ampliar: “La crisis de 2002: cuando todo dejó de funcionar”, Miguel Arregui en El Observador, 2019

Uruguay en América Latina y en el mundo

“Nos inspiran e impulsan los principios de libertad,

solidaridad e igualdad de oportunidades para todos los uruguayos,

tan presentes en el ideario de nuestro padre Artigas

y aún hoy tan plenamente vigentes”

Tabaré Vázquez, 2005

Entre los numerosos cambios políticos y sociales que han sucedido en América Latina a inicios del siglo XXI, Uruguay se ha erigido aparentemente como un país modélico. Se proyecta hacia el resto de la región y el mundo una vía uruguaya distinguida de las propuestas políticas y económicas que han surgido en el entorno. Una de las características principales de los Gobiernos uruguayos ha sido tratar cuidadosamente su política exterior, tanto las relaciones con el resto de los Gobiernos latinoamericanos como con Estados Unidos y otras potencias extranjeras. Frente a la inestabilidad, polarización y convulsión de algunos países del continente americano, Uruguay ha buscado dibujar una imagen de estabilidad, consenso y progreso ante la comunidad internacional.

En la construcción de la nación uruguaya como un referente latinoamericano han tenido mucho que ver las políticas aplicadas, pero también la figura carismática de Mujica. Desde los dos mil, en América Latina han predominado líderes de enorme repercusión para sus países y la región, como Hugo Chávez, Lula da Silva, Cristina de Kirchner, Michelle Bachelet, Evo Morales, Rafael Correa o Álvaro Uribe. En este contexto de grandes personalidades y modelos políticos contrapuestos, el líder uruguayo fue capaz de aportarle un valor añadido a la imagen internacional de Uruguay. La atención mediática mundial se dirigió a este país y a su peculiar dirigente porque aparecían como una nota discordante en el tipo de liderazgo predominante en la zona. Mujica, directa o indirectamente, logró establecerse como un foco de influencia, mientras que Vázquez ha apostado por mantener un perfil exterior más comedido y reservado.

Para ampliar: Una oveja negra al poder. Pepe Mujica, la política de la gente, Ernesto Tulbovitz, 2015

El Gobierno de Uruguay ha sabido proyectar al exterior una imagen positiva del país que le ha permitido implementar una política internacional capaz de eludir las polémicas regionales principales, así como construir una marca de nación independiente. Sirve de ejemplo la última crisis en Venezuela, en la que el Ejecutivo uruguayo intenta desarrollar un papel de mediador como promotor del Grupo Internacional de Contacto, que busca una nueva hoja de ruta para el diálogo en el país caribeño.

Tal vez las apreciaciones llegadas desde fuera sean más benévolas con los Gobiernos de Vázquez y Mujica que la opinión de muchos uruguayos, que ya dan muestras de cierto hastío hacia la clase política. No obstante, durante 15 años estos líderes han sido capaces de estrechar vínculos con prácticamente todos los Ejecutivos de América Latina mientras ampliaban las relaciones con Estados Unidos, Europa, Rusia o China. En los centros de poder de Montevideo son conscientes de las limitaciones y desafíos que tiene ante sí un Estado con las características de Uruguay; por eso uno de los mayores compromisos del Gobierno ha sido cuidar sus relaciones internacionales.

La difusión internacional de la vía uruguaya se ha apoyado en tres elementos: un país estable, próspero y progresista. Para consolidar estos aspectos ha ayudado fundamentalmente la combinación de factores externos e internos. Por un lado, los cambios y tensiones políticas en otros países de América Latina permiten contraponer la fotografía de una nación uruguaya segura e inalterable. Por otro lado, políticas sociales y reformas económicas amplias han ayudado a transmitir esa percepción de la nación uruguaya como punto de aperturismo y desarrollo. Además, los índices internacionales están favoreciendo esa labor presentando Uruguay como el sistema democrático más pleno de Latinoamérica. El único elemento que afecta negativamente a este posicionamiento internacional es la calificación del país por parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos dentro de los paraísos fiscales por el secretismo bancario y una regulación laxa en este sector.

Índice de democracia en Latinoamérica (2017). Fuente: The Economist

La vía uruguaya frente al futuro

“Gobernar para generar transformaciones hacia el largo plazo

es más que nada crear las condiciones para gobernar treinta años,

con políticas de Estado”

José Mujica, 2010

En octubre de 2019 Uruguay volverá a mirarse en el espejo del Río de la Plata y preguntarse cómo seguir construyendo la vía uruguaya. Se celebrarán elecciones presidenciales y parlamentarias, que servirán para evaluar la gestión del Frente Amplio durante 15 años, pero también se volverán a poner en cuestión cuáles deben ser las prioridades del país para el futuro. Los partidos principales tienen un especial problema a este respecto, incapaces de presentar candidatos o propuestas que muestren algo diferente a lo visto hasta el momento. El Partido Nacional se ha establecido como la fuerza de oposición más significativa ante el oficialismo de izquierdas, mientras que el histórico Partido Colorado ha quedado relegado a una situación cada vez menos relevante. A lo largo de este tiempo, el Partido Nacional ha logrado mantener su poder local y controlar más localidades e intendencias que el Frente Amplio, pero este éxito no ha trascendido al ámbito nacional.

La hegemonía de izquierdas en las presidenciales y generales se ha cimentado tanto en los aciertos del Frente Amplio como en las debilidades de sus oponentes. La prioridad de las formaciones de izquierdas ha sido, sobre todo, mantener la unidad, pese a las palpables diferencias ideológicas entre las distintas familias políticas que forman esta organización. Ha contado con dos figuras con una popularidad apreciable como Vázquez y Mujica, que no se han salido demasiado de la ruta común. Igualmente, la estabilidad institucional y los logros sociales y económicos alcanzados recientemente favorecen un panorama nacional menos proclive a convulsiones drásticas como las de países vecinos. El porcentaje de uruguayos indecisos ha tendido a decantarse en última instancia por la seguridad de lo conocido, es decir, por la certidumbre que ofrece la hoja de ruta del Frente Amplio.

El Partido Nacional y el Colorado han fallado en dos cuestiones esenciales. Por un lado, no han podido construir un relato alternativo al realizado por el oficialismo, en parte porque la situación del país en este tiempo ha sido muy positiva en términos generales. Por otro lado, en ninguno de los partidos tradicionales ha surgido una figura que pudiera no solo atraer el voto de los sectores conservadores, sino también de los segmentos situados en una franja de centro. Pese a ello, puede que el desgaste tras años de Gobiernos de izquierdas y los problemas aún por resolver, como la inseguridad, motive a muchos uruguayos a confiar en otras opciones. La elección de candidatos tendrá lugar durante los meses de junio y julio. El Partido Nacional se afana en la búsqueda de un candidato que, por fin, llegue a arrebatar la presidencia a la izquierda.

Uruguay, un referente para América LatinaRatios de homicidio en América Latina y Caribe (2017). Fuente: Insightcrime.org

Por su parte, en los círculos del Gobierno se abre una delicada tesitura, ya que los cuadros de poder están constituidos por líderes mayores, muchos de los cuales llevan décadas en política. Esta circunstancia hace difícil que se pueda hablar de renovación. Las aspiraciones internas de cambio se ven frenadas en parte por el temor a modificar el statu quo actual dentro del Frente Amplio, lo que pueda desembocar en una mayor división y debilitar su fuerza conjunta. Sus victorias en 2004, 2009 y 2015 se debieron en parte a la capacidad de equilibrar las diversas sensibilidades dentro de la organización. Un error de cálculo en este sentido puede dejar tocada su unidad. A su favor juega que, por ahora, los uruguayos parecen rechazar otras opciones políticas, aunque comienzan a echar en falta una nueva generación de líderes que sean capaces de tomar las riendas del país.

Para ampliar: Cinco siglos: lo esencial de la historia del Uruguay, Enrique Méndez, 2016

Uruguay, un referente para América Latina fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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