Esa es a buen seguro la aseveración de muchos de los colegas de la blogosfera fisioterápica. Probablemente veremos alusiones numerosas a la I Jornada Clínica organizada por Fisioterapia Sin Red, acaecida el pasado 3 de noviembre en el Oceanográfico. Con la precaución de no ser reiterativos intentaremos aportar algunas de nuestras ideas.
Para los fisioterapeutas que no lo sepan, suponemos que una gran mayoría, Fisioterapia Sin Red (FSR), es una plataforma virtual coordinada por un grupo de diez fisioterapeutas de distintos lugares de España, cuyos nombres merecen ser mencionados: Raúl Ferrer, Carlos Castaño, David Aso, Arturo Such, Carlos López Cubas, Jorge Álvarez, Vicente Lloret, Eduardo Fondevila, Rubén Tovar y David Carrascosa. La sola creación de FSR ya se puede considerar un hito por lo innovador que supone concentrar información relevante para el fisioterapeuta en un único sitio y por su filosofía democrática para posicionar dicha información.
El germen de FSR ha sido la conexión entre sus creadores a través de la Internet. Sin duda, las redes sociales han propiciado una sinergia de convicciones, propósitos y planteamientos que no hubiera sido imaginable hasta hace poco tiempo. Y a través de la Red también se ha alcanzado a un gran número de fisioterapeutas para este singular encuentro. Sin querer ser prolijos hemos de decir que el formato del mismo ha sido novedoso, peculiar y, sobre todo, atrevido. Especialmente para los cuatro fisioterapeutas que con valentía han permitido que los observáramos abordar el tratamiento de un paciente, con la consecuente exposición que ello supone.
Las reflexiones que queremos hacer sucintamente se refieren a tres aspectos que surgieron sobre todo en la mesa de debate, al final de la jornada. En primer lugar nos referimos a las alusiones a las “marcas”, patentes o técnicas con nombre propio y los derechos que han de generar a sus creadores. El planteamiento de esta cuestión resulta llamativo precisamente en un evento en el que se promueve e impulsa la inteligencia colectiva, la colaboración para generar nuevo conocimiento. Se defendieron por algunos esos derechos y otros aludieron a la necesidad de filtrar la formación por su calidad, aunque esta pueda ser costosa. Parece lícito que el trabajo en la generación de una metodología tenga una compensación, pero otra cosa es pretender que la impartición de una formación deba reservarse a los autorizados por uno u otro estamento o escuela. En nuestra opinión, todo conocimiento es susceptible de comunicarse si se es solvente en esa comunicación. Y es aquí donde arranca nuestra segunda reflexión.
La Universidad, su capacidad para incorporar nuevos abordajes, paradigmas, competencias, también salió a relucir en forma de quejas de algunos estudiantes. Se dice por muchos, a veces con terminos gruesos, que la calidad de la formación es dudosa precisamente por estar anclada en enseñanzas no renovadas, metodologías antiguas, profesorado acomodado o poco innovador. El Grado, con el enfoque de Bolonia, parece que no termina de calar en la práctica. Nosotros hemos hablado del incumplimiento manifiesto de los créditos en el Prácticum en las universidades que conocemos (1), que serían suficientes para incorporar muchas más enseñanzas por un profesorado preparado. Sin duda, estos encuentros deben hacer partícipes a personas con capacidad de decisión en estos aspectos clave o, en su defecto, difundir las conclusiones y quejas para aumentar la calidad de la formación de los futuros fisioterapeutas. Incluir más y mejor formación debería ser prioritario para evitar que los ya profesionales tengan que hacer un largo y costoso periplo para formarse en lo que deberían saber al acabar sus estudios de Grado.
Otra última reflexión. Se habló del diagnóstico fisioterápico. Cada uno de los cuatro ponentes explicitó uno bajo sus conocimientos y su metodología de trabajo. Aunque comprensible por los fisioterapeutas, esos diagnósticos eran particulares, genuinos. No obececían a ninguna taxonomía diagnóstica conocida por cualquier fisioterapeuta. Simplemente porque no existe. Habríamos de reconocerlo y aprovechar también estos eventos para manifestar este hecho y la necesidad de que la profesión, en sus estamentos nacionales e internacionales, aborde definitivamente esta cuestión. De no ser así no tendremos un lenguaje común para tratar a los pacientes, comunicarnos e investigar.
Para finalizar, como otros muchos, agradecer de nuevo el esfuerzo para congregar a un numeroso grupo de fisioterapeutas con el elogiable propósito de compartir y aprender. Como también hemos dicho en esta bitácora, este tipo de actos nos unen como colectivo, nos refuerzan, nos animan y, definitivamente, promueven una nueva Fisioterapia.
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Referencias
1. González García, JA. Créditos virtuales, ¿esquivando Bolonia? En Fisioterapia http://www.madrimasd.org/blogs/fisioterapia/2012/06/26/creditos-virtuales/. Acceso 4 de noviembre de 2012.