Después de compartir la decepción y el desconcierto ante los últimos trabajos de los Coen con muchos de sus incondicionales, me vuelvo a reencontrar con lo mejor de su cine gracias a este western, adaptación de la novela de Charles Portis que ya había se había llevado al cine con John Wayne como protagonista. Con una fidelidad formal por al género que ya es habitual en ellos –cine negro en Muerte entre las flores, thriller en Fargo, etc, etc- este western encaja perfectamente con su habitual mezcla entre humor negro, odisea griega y fábula moderna que han plasmado tan bien en otras películas como O’Brother. Vuelven también a recuperar su particular forma de presentar a personajes estrambóticos de una manera desconcertante, jugando con el espectador y con su forzada risa nerviosa. Y, por supuesto, no faltan sus continuas rupturas con el propio género, introduciendo elementos ajenos o más bien propios de su estilo. Todo esto apoyado por un –otra vez borracho y genial- Jeff Bridges con un acento más difícil de entender que a las vacas texanas. Su figura representa de forma inigualable al cazarrecompensas pendenciero con buen corazón, que en esta ocasión acepta la oferta de una niña, deseosa de vengar la muerte de su padre. Junto a un Matt Demon -el siempre correcto- que tras sus últimos trabajos me ha conseguido ganar, deben encontrar al forajido interpretado por un demasiado caricaturesco Josh Brolin. Uno de los fallos de la película junto a una banda sonora sorprendentemente mediocre y cursi para el nivel al que nos tienen acostumbrado. Desde que Clin Easwood recuperar el género con Sin Perdon, varias películas han dado una vuelta de tuerca al western: El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, Apalussa, Pozos de Ambición… ahora Valor de ley añade otra grande a la lista y, aunque mucho más comedida, menos cómica y menos trascendental que sus trabajos anteriores, se encuentra entre las mejores de los brothers.
Pitu