La luz que rasga el borde de los cuerpos
con su filo movido por un ángeles la misma que cela, en el crucero,el hálito verdoso de la piedra. La catedral navega. Ha comenzadoel órgano a extraer de cada sombrasu secreta armonía, los acordesdel sueño de la vida y de la muerte.Un pueblo de maestros artesanoslevantó con paciencia y servidumbreestas naves que hoy van a la deriva.
La música en mi cuerpo se transforma,sobre el aire filtrado por los vanos,en el mudo estertor de una plegaria. (Pulsos de luz)