Revista América Latina
Las elecciones parlamentarias venezolanas de ayer abren perspectivas inéditas desde hace al menos una década. Y es que cuando se convierte cada consulta electoral en un plebiscito en torno a la figura de un presunto caudillo y sobre todo, del sistema que le sustenta a él y a sus secuaces, indefectiblemente llega el día en que aún ganando nominalmente, se pierde política y socialmente ante la ciudadania y el resto del mundo.
En las elecciones de hace cinco años la oposición al chavismo cometió la torpeza de renunciar a competir, y no presentaron candidatos. La participación cayó al 25%, y naturalmente los escaños a repartir fueron a parar al bloque chavista y a pequeños partidos satélites suyos. En 2010 la oposición ha presentado un frente unido, que abarca desde la derecha democristiana del COPEI hasta los troskystas de la antigua LCR: la participación ha subido al 75% y el frente antichavista ha obtenido el 52% de los votos emitidos. Sólo la tramposa redistribución de distritos electorales -se modificó su composición a fin de garantizar la hegemonía chavista; un truco viejo pero efectivo-, ha permitido el triunfo del chavismo en número de escaños. Con todo, el bloque chavista ha bajado de los dos tercios del total de diputados, y ha perdido la mayoría cualificada en la Asamblea Nacional. Legalizar sus despropósitos por vía parlamentaria les va a resultar cada vez más difícil.
Veremos qué sucede a partir de ahora con esa amalgama antichavista que es la actual oposición. Las posibilidades de consolidación de un conglomerado que agrupa organizaciones tan diversas (los viejos partidos del turno prechavista, nuevas organizaciones de carácter reformista, antiguos chavistas desencantados, socialistas, comunistas, ex guerrilleros y hasta la extrema izquierda de raíz maoísta o troskysta), son francamente escasas. La escasa inteligencia política de sus antiguos dirigentes en años anteriores quedó suficientemente probada, así como su vinculación a intereses patronales y reaccionarios. Estos de ahora empero son otros dirigentes y sobre todo, son otras organizaciones y otras bases ciudadanas. Pero los problemas del país se han agudizado en la década de chavismo, en parte a causa de la situación económica y política internacional y en parte por las insensacetes chavistas. La oposición puede llegar a echar al chavismo del poder incluso pacíficamente, pero carecen de un programa de gobierno alternativo que saque al país del marasmo y la parálisis. Además, las contradicciones internas fruto de los diferentes intereses en presencia en los diversos colectivos que se oponen al oficialismo que nominalmente comanda Hugo Chávez, no van a hacer sino crecer a medida que se acerquen al poder.
La banda de musica del circo de Chávez comienza a tocar la canción de despedida. Pero sigue sin estar del todo claro quién mandará luego en la pista y en qué dirección se dará el cambio, y si éste representará una mejora real para el pueblo venezolano más allá de librarse de un mamarracho impresentable y de su corte de corruptos más inmediata.
En la fotografía que ilustra el post, Hugo Chávez vota vestido con la indescriptible camisola "patriótica" que luce últimamente.