- Son numeroso los viajeros enamorados de Vaalencia que nos dejaron su testimonio.
- Empezamos por la época musulmana y los primeros años cristianos.
Aprovechando San Valentín, esa fecha en la que nos acordamos más del amor, aunque sea para vender —véanse modestas tiendas y centros comerciales— vamos a echar la vista atrás para rescatar del olvido a esos viajeros que vinieron a Valencia a lo largo de la historia y que dejaron testimonio de su amor por Valencia.
Los primeros idilios hay que buscarlos en la época musulmana hacia 1154 cuando el geógrafo Abuabd-alla-Mohamed-al-Edrisi escribió en su Descripción de España;
“Valencia es una de las villas más considerables de España; está edificada y bien habitada. Se encuentran muchos mercaderes y cultivadores. Hay puestos de venta y es lugar de partida y arribada de los navíos. Esta villa está situada a tres millas del mar, donde llegan a ella, siguiendo el curso de un río, cuyas aguas son útilmente empleadas por el riego de los campos, de los jardines, de los huertos y alquerías”.
Por el mismo período, otro autor musulmán; Al-Sagundí en su Risala o Elogio del Islam español dijo:
“Valencia es llamada por sus muchos jardines, jardín de Al Andalus. Su Ruzafa es un de los más bellos sitios de placer de la tierra. En esta región está la célebre Albufera, llena de luz y de brillo y se dice que, a causa del reflejo del sol en esta Albufera, es tan abundante la luz de Valencia, hasta el punto de caracterizarse por eso. Entre los productos principales de esta tierra está el brocado valenciano que se exporta a las regiones del Magreb. No faltan sabios, ni poetas, ni caballeros que resistan valerosamente la vecindad de los enemigos y apuran en ella la copa de los placeres mezclados con las desgracias. Sus habitantes son las gentes de más pura conducta, de religiosidad más firme, de amistad más constante y los más compasivos con el forastero.
A finales del siglo XIII, ya siendo Valencia cristiana, otro seguidor de Alá, famoso guerrero nacido en Damasco en 1273, el príncipe Abulfeda, llamado Ismael Imad-ab-din-al-Ayubí en una geografía afirmó:
“Valencia se encuentra situada al lado de un lago donde desagua un río que tiene su curso por la parte septentrional de la ciudad, al oriente de Al Andalus. Valencia está ubicada en uno de los lugares más hermosos y la rodean ríos y huertos; allí no se oyen más que murmullos de agua que se ramifican y se estancan por todas partes, y aderezos y gorjeos de un grupo innumerable de aves cantoras.”
También en el mundo cristiano, antes de la conquista de Jaime I, ya se alababa Valencia y una muestra es el gran poema épico del Cantar del Mio Cid, del cual todavía no sabe su autoría. Algunos estudiosos aseguran que el juglar no llegó a ir a Valencia, a pesar de que la llamaba siempre “Valencia la clara”. El siguiente fragmento corresponde al momento al cual llegan la mujer y las hijas del Cid a Valencia, y el Cid les enseña la ciudad desde la torre del alcázar:
“ojos vellidos catan a todas partes,
miran Valencia cómo yaze la cibdad,
e del otra parte a ojo han el mar,
miran la huerta, espessa es e grand,
e todas las cosas que eran de solaz;
alçan las manos pora Dios rogar
desta ganaçia cómo es buena e grand.”
Y hasta aquí el primer capítulo de los viajeros que amaron a Valencia en la época medieval. Espero que os haya gustado, si es así, le podéis dar un “me gusta”, compartirlo y también escribir vuestros comentarios. Estaré encantado de leeros.
Fuentes:
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Guarner, Lluís: Forasters a casa nostra, Ajuntament de València, 1986.
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Valencia (Antología). Colección Ser y tiempo. Taurus ediciones. 1969. Madrid.
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