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Viena, de Palacios, Norias y Mercados

Por Atableconcarmen @atableconcarmen

Viena, de Palacios, Norias y Mercados

Nos quedaba mucho por hacer, muchos imprescindibles que no podíamos obviar, el tiempo que nos restaba lo dedicaríamos a la Viena de Palacios, Norias, Mercados e Iglesias.

No estábamos interesados en malgastar ni un segundo haciendo colas infinitas y visitando salas abarrotadas, por lo que, a pesar de que habíamos comprado nuestros tickets de entrada al Palacio Schonbrünn por internet, nos levantamos algo más temprano que el día anterior y tras un delicioso y completo desayuno en el hotel, cogimos el metro, que a esas horas iba abarrotado.

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El Palacio Schonbrünn fue la residencia de verano de la familia imperial vienesa. Ubicado en las afueras de Viena, esta enorme construcción barroca merece una visita tanto a su interior como a los inmensos jardines que lo rodean. Si se dispone de mucho tiempo para visitar Viena, merece la pena dedicar toda la mañana a recorrer las habitaciones y salas del palacio, para después perderse por sus jardines, sentarse en un banco a contemplar y a descansar, cosa que agradeceremos después de conocer el interior de la residencia palaciega, para después dirigirse hacia la fuente y la Glorieta desde donde se obtienen unas vistas magníficas del Palacio y de todo el complejo.

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Nosotros invertimos gran parte de la mañana y tras recorrer una gran parte de los jardines y aprovechando nuestra tarjeta de transporte, nos dirigimos casi hasta el otro extremo de Viena a visitar la Casa Museo de Freud, el padre del psicoanálisis, donde vivió casi 30 años hasta que huyó primero a París y luego a Londres.

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Me gustó el ambiente del barrio donde se ubica la casa y también el edificio. De la casa en sí reconozco que esperaba algo más, ya que comparando con la visita que hace unos años realicé a la casa de Freud en Londres, ésta la encontré algo más pobre de contenido. Es verdad que en ella se exponen muchísimas fotografías, objetos, libros y algún mueble del famoso doctor, pero quizás lo que falla es la dinámica de la exposición y lo incómodo de saber qué es qué. Aún así, volvería a visitarla y la recomiendo dependiendo del tiempo que tengamos para visitar Viena.

El tiempo se nos estaba viniendo encima y ya era algo tarde. Nos apetecía comer en un restaurante hindú cerca de la Ópera que vimos la noche anterior, así que cogimos uno de los tranvías que circundan la Ringstrasse y nos fuimos para allá.

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Comimos en el interior del Restaurante In-Dish y elegimos unos platos a la carta que compartimos y que nos gustaron mucho, con lo que fue un acierto la opción de gastronomía no-vienesa elegida para ese día.

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Con toda la intención del mundo, no tomamos postre, ya que el Café Sacher quedaba muy cerca y no queríamos irnos de Viena sin probar la auténtica Tarta Sacher, así que tras un corto paseo después de comer llegamos a la puerta del famoso café donde te reciben y acompañan al interior de la sala ya que hay ciertos momentos del día en que se forma cola para entrar.

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No sé cuál es el secreto de la tarta pero estaba húmeda, suave y deliciosa. Al contrario de muchas tartas Sacher, entre ellas la que yo preparo, en que se rellenan con la mermelada, me dio la impresión de que esta Tarta Sacher se almibaraba con la mermelada y no se notaba en la textura como tal. El resultado, una textura elegante, suave y para nada recargada de dulzor.

Después de tantas visitas y, por qué no decirlo, de regalarnos gastronómicamente, nos apetecía pasear sin rumbo por las avenidas, cosa que hicimos en cuanto salimos del café, para finalmente acercarnos en metro al Prater, pasear por sus jardines, su nostálgico parque de atracciones y acercarnos a ver la enorme y conocida noria.

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Sin darnos cuenta el día transcurre y se acaba y todavía nos quedan muchas cosas por hacer que aplazamos al día siguiente, como la visita a la Catedral de San Esteban.

Al interior de la Catedral de San Esteban pasamos el primer día pero la cola para subir al tejado era interminable y decidimos que mejor dejarlo para una mañana a primera hora, y eso es lo que hicimos. El ascensor de subida al tejado es estrecho y apenas caben cuatro personas y, arriba no hay demasiado espacio, por lo que si podemos reservar esta visita para un horario temprano, seguro que la disfrutaremos más.

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La catedral se ubica en pleno centro de Viena, en la Stephansplatz y está construida sobre unas ruinas de una iglesia románica dedicada a San Esteban. El exterior es majestuoso, con su magnífica aguja de 137 metros de altura visible desde diferentes puntos de Viena y, desde arriba, además de las magníficas vistas de la ciudad que se pueden contemplar, podemos observar de cerca el precioso tejado de azulejos que tuvo que ser reconstruido tras la II Guerra Mundial.

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El interior es gótico y barroco, y uno de los elementos que más llamó mi atención por su forma fue el Púlpito de Pilgram.

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Otro lugar que no quisimos dejar de conocer fue Naschmarkt, el mercado más conocido de Viena, donde podemos encontrar todo tipo de alimentos y también pequeños restaurantes. En fines de semana está lleno de gente por lo que, si es posible, es mejor evitar estos días.

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De camino al mercado pudimos contemplar la Secesión, un pabellón de estilo entre modernista y Art Nouveau en la actualidad dedicado a exposiciones. Y si gusta la arquitectura, en el barrio donde está ubicado el Naschmarkt podemos encontrar más bellos ejemplos de arquitectura modernista y art nouveau. La verdad es que eché de menos no tener más tiempo para callejear por aquellas calles tranquilamente, por que todas las fachadas tenían su atractivo.

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Y ya que hablamos de arquitectura, si nos apetece ver una fachada colorida y de lo más original, de construcción más reciente, merece la pena desplazarse hasta la Hundertwassehaus, un bloque residencial lleno de colores y formas fantasiosas, donde los árboles salen de las habitaciones y que se ha convertido en un lugar de peregrinación turística. Me pregunto cómo de contentos estarán los vecinos con tanta gente haciendo fotos a todas horas.

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Nos queda mucho más por visitar en Viena y por vivir, ni nos hemos acercado al Belvedere, ni hemos visitado un sinfín de museos, pero no nos queda tiempo. Y apetece pasear sin rumbo, que es la forma en la que me gusta conocer las ciudades, y sentarme en una terraza y ver la vida pasar, pero algo más de 72 horas en Viena, dan para lo que dan, así que nos despedimos de la capital austriaca con un hasta luego, por que seguro que encontramos el momento de volver.

  • Hotel NH Collection Wien Zentrum: Hotel de 4 * de la cadena NH, ubicado en una calle comercial, justo al lado de una parada de metro y a 10 minutos de la zona de los museos. Habitaciones muy grandes y confortables, con zona de estar y amplio baño y ducha. Desayuno completo e impecable en el último piso y personal muy agradable. Encontré una habitación con una buena relación calidad/precio, utilizando mi tarjeta de fidelidad de cliente NH. Aconsejo que leáis el postCómo Organizar un Viaje - Tips que a mí me funcionan donde os cuento ciertas opciones para aprovechar las ventajas de las cadenas de hoteles. No me importaría volver al mismo hotel.
  • WizzAir: Línea aérea lowcost con la que encontré billetes a buen precio para vuelo directo de Valencia a Viena. Los aviones son los típicos que utilizan estos tipos de aerolíneas por lo que si necesitamos que el espacio entre asientos sea más amplio tendremos que pagar algo más caros los billetes.
  • Suntransfer: Compañía de traslados privados del aeropuerto al hotel y viceversa con precios competitivos, nosotros solo eramos dos, pero a partir de tres personas el precio es el mismo que si utilizamos el transporte público. El transporte se realiza en coches en perfecto estado, limpios, cómodos y amplios, y siempre que los he utilizado son muy puntuales.
  • Tarjetas de Transporte: Hay muchos tipos de tarjetas de transporte que combinan descuentos en las entradas a palacios o museos o en el uso de otros servicios pero que tienen un alto precio y deberemos comprobar previamente si nos interesa esta opción. Nosotros acabamos sacando un ticket de solo transporte para 48 horas por 14 euros cada uno. Era válido para metro, tranvía y autobús y se compraba en las máquinas de las estaciones de metro.
  • Compra de billetes online para palacios y museos, opción más que recomendable si no queremos hacer largas colas. Nosotros compramos los tickets de entrada para los Palacios de Hofburg y Schönbrunn, el resto de entradas las compramos allí.
  • Café Sacher un lugar casi de paso obligado si vamos a Viena. Hay que probar la Tarta Sacher. No hay que equivocarse con otros establecimientos de restauración que están en el mismo hotel.
  • Restaurante Figlmüller una opción de lo más acertada para probar las especialidades vienesas, hay varios en Viena y dependiendo de la hora a la que deseemos ir, es conveniente reservar.
  • Restaurante In-Dish, local moderno de cocina hindú del que salimos muy satisfechos. Puede ser una opción diferente si no nos apetece seguir probando platos de la gastronomía vienesa.
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