Revista Cultura y Ocio

VISIÓN. Beatriz Barrera.

Publicado el 11 junio 2016 por Beatriz68
Sentada en la incómoda silla del hospital no perdía de vista a mi pálida y débil nuera. De vez en cuando me levantaba para mirar a mi precioso nieto que dormía en la cuna. Blanquito y de pelo claro como su padre. Guerreros los dos para nacer. Mi hijo ¡cinco kilos pesó! ¡Qué parto! .
 
A ratos se me cerraban los ojos, y me parecía ver y oír a Daniel, mi querido amigo. La gente se ríe de él, dicen que es un cuentista. Pero no es cierto. Ese día recordaba su voz, sus palabras y sobre todo su mirada clavada en la mía. Unos meses antes me había telefoneado para decirme que quería visitarme. Acordamos fecha y hora . Llegado el día, llamó al timbre puntual como siempre, y le abrió Modesta que venía por el pasillo sonriendo maliciosamente y diciendo: - ya está aquí " el marqués del hambre”-.
" El marqués del hambre ". Pobre Daniel, todo su delito es aceptar enseguida cualquier cosa que Modesta le ofrezca para merendar. Además es delgado, muy delgado. Tiene los huesos marcados y los rasgos angulosos. El pelo rizado y canoso, más largo de lo normal para su edad. Y tan delicado… Su piel es blanca, casi transparente y su voz dulce y suave. Sus dedos largos y delgados. La manicura siempre recién hecha.
 
Aquella tarde, que antes mencionaba, Modesta trajo el servicio del café con una medio, y no bien intencionada, sonrisilla. -Coma coma don Daniel, a ver si engorda un poco -. La miré con mirada asesina y se retiró rápidamente. Nos quedamos solos en el salón.
-Lola -empezó a decir- el otro día de repente pensé en ti y me entró un gran desasosiego. Luego, por la noche, soñé contigo. Al levantarme fue cuando te llamé. Tenía que verte, no me preguntes porqué-. Se llevó la taza a los labios y terminó su café. Cuando iba devolver la taza a la mesa, se quedó mirando el fondo, el poco café que quedaba. Fue entonces cuando su mirada se clavó en la mía. - Lola…veo sangre, mucha sangre. Es de una mujer de tu familia. Espera- dijo- a la vez que movía la taza. No es hija tuya-. Se quedó un momento con los ojos cerrados, los abrió y sonrió, con su sonrisa triste. -No te preocupes, Lola, al final todo va a salir bien-.
 
Así que allí estaba yo unos meses más tarde, al lado de la cama de mi nuera mientras mi hijo descansaba. La noche había sido terrible. El parto se había presentado con placenta previa. Mi nuera se moría. Una transfusión. Otra. Yo confiaba. Daniel siempre ve lo que será.
 
VISIÓN. Beatriz Barrera. 
 
 
Esta historia se la oí contar a mi abuela. Han pasado unos veinte años desde que nació mi hermano. Ella ya no está. Murió el mismo verano que Daniel la visitó por última vez. Y mi madre y yo lloramos ahora juntas al ver cómo un idiota, en un programa de la televisión basura, se ríe de un anciano pálido, delgado y de pelo blanco, rizado y demasiado largo para su edad, al que hemos reconocido enseguida.
 
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