El silencio del Monasterio de San Pedro de Cardeña siempre sobrecoge, un lugar tan sumamente cargado de Historia, y a la vez, testimonio mudo del paso del tiempo, más de 1000 años en algunas de sus piedras ; la excusa de poder ver la bodega del monasterio sirvió para volver a aquel lugar , en el que pasé tantas mañanas , como ya comenté en la entrada previa ; tras descender unos pocos escalones , en la cava orientada al norte, una prensa y varios aperos de labranza recuerdan al visitante que hace muchos años, aquel lugar estaba rodeado de viña , aunque el clima no era el mejor , y los monjes cistercienses, elaboraban su propio vino , con las enseñanzas de los monjes de Cluny nada menos ; la bóveda de cañón , con las botellas apiladas en silencio, invitan a viajar en el tiempo , cuando aquel lugar bullía de monjes y peregrinos , camino a Santiago ; en la actualidad, la bodega es utilizada sólo para la crianza del vino, en barricas de 225l, y como nos comentaron en la visita, el Valdevegón sólo se elabora en grandes añadas riojanas ; me sorprendió mucho la viveza del Valdevegón RV 1998 que nos dieron a probar en la visita, en la cocina del S. XVI que marca el final de la cava , presidida por un enorme horno , y que me recordó a esos riojas clásicos cargados de años y sabiduría de la Rioja Alta ; nuestro guía hablaba de siglos como si hablase de pequeños retazos de tiempo , cómo si apenas tuviesen importancia las arrugas de la recia piedra.
Con el vino en el cuerpo, este me pedía volver a visitar los interiores del Monasterio, recordando mi primera visita , ya perdida en la memoria ; la austeridad de la piedra de la abadía tiene su contrapunto en cuadros y trabajos en piedra de gran calidad , como la escalera de caracol sin eje, que parece ciertamente, una starwaytoheaven ; nuestro guía en la visita parecía sacado de una novela de Umberto Eco, y acumulaba tanta sabiduría como años ; el silencio es obligado al entrar en la capilla donde descansaban los sepulcros de El Cid y Doña Jimena , lamentablemente destrozados por las tropas napoleónicas, pero que mantiene intacto su poder cautivador y místico , ya que nunca podremos estar tan cerca del mítico Rodrigo Díaz de Vivar y de muchos de sus legendarios compañeros de armas.
No deseo que se tome como algo herético, pero bajando a la bodega, y pasando por las tumbas de los ilustres castellanos que allí estaban, recordaba el pasaje del primer libro de Canción de Fuego y Hielo , Juego de Tronos (1996) , cuando Eddard Stark le enseña al Rey Robert Baratheon las tumbas de sus antepasados , en lo mas profundo y frío de Invernalia , y como ese recuerdo es el germen de su poder y su dignidad , de ese orgullo norteño que siempre estará con los castellanos, herederos de un descomunal pasado ; puede que conocer mejor esas frías piedras nos ayude a sentirnos un poco mas orgullosos de quienes somos, y de donde venimos.
Botellero de la bodega del Monasterio