Más que aspectos estrictamente biográficos, que son escasos y de difícil verificación, la presente entrada irá dirigida a las aportaciones de Vitruvio en materia de arquitectura, que sí son importantes y cuantiosas, mediatizando todo lo escrito y edificado posteriormente, en la Edad Media, el Renacimiento, etc., incluso en la actualidad, pues su obra es considerada como una de las más influyentes de la historia de la arquitectura. No obstante, no está de más ubicar a Vitruvio en el tiempo, entre la época de Julio César (49 a.c.- 44 a.c.) y Octavio Augusto (27 a.c.- 14 d.c.), y en el espacio, Roma. Por desgracia, de las construcciones romanas que aún se mantienen en pie no se tienen documentos que permitan que alguna podamos adjudicarlas a su autoría. Tan sólo podemos atribuirle, aunque no ha sido demostrado, la basílica de Ordona al norte de Italia, ya que en su obra De Architectura, de la que hablaremos ahora, realiza una descripción pormenorizada de una basílica que coincide con la de Ordona a la que el llama basílica de Fanum que, curiosamente, es otra colonia romana en la que no se ha encontrado una basílica como la descrita por Vitruvio.
Restos de la basílica de Ordona
En cuanto a la citada De Architectura, escrita expresamente para el emperador Augusto, su importancia no sólo radica, como hemos dicho, en su posterior influencia, pues hay que añadir un hecho que la hace una obra excepcional, y es que es el único tratado sobre arquitectura de la Antigüedad que se conoce y conserva hasta la fecha. Se encuentra dividido en diez partes, cada una tratando un tema específico. En el libro I teoriza sobre la arquitectura en sí y algunos aspectos en los que el arquitecto ha de hacer hincapié. Es aquí cuando Vitruvio dice que la base de la arquitectura se sustenta en la utilitas, firmitas, venustas, es decir, utilidad, firmeza y belleza. En los libros siguientes también habla, por ejemplo, de los materiales más idóneos para la construcción, como es el caso del libro II o, concretamente en el III, sobre la disposición de los templos consagrados a los dioses inmortales. Sin embargo, este tratado deja entrever no sólo una serie de disposiciones prácticas, sino también reflexiones en torno a la simetría y la proporción del cuerpo humano e, incluso, la música aplicada a la arquitectura, plasmadas en consideraciones similares a la siguiente:"Ningún templo puede presentar una razón en las composiciones de la simetría y la proporción, al modo como hay una exacta razón en los miembros de un hombre bien formado".
Para Vitruvio, cada miembro del cuerpo son partes proporcionadas al todo y podrán medirse mediante una unidad mínima llamada palmus, que equivale a un dedo, y cuatro palmus serían un pie. La palma de la mano tendría 3/5 partes del pie y la cabeza tres palmus. Este cuerpo ideal debería medir veinticuatro palmus. No obstante, la proporción vitruviana no estuvo exenta de opiniones contrarias. En el siglo XVIII, José Ortiz y Sanz alegaba la imposibilidad de que el cuerpo humano midiera ocho cabezas y, a su vez, desde lo alto del pecho hasta la coronilla fuera 1/6 parte de la altura del hombre. De hecho, Leonardo da Vinci anteriormente se tomó algunas licencias en su famoso hombre de Vitruvio, al considerar un pie como 1/7 de la altura del hombre, y no 1/6 como indicaba Vitruvio. Por último, en el libro X también dejaba constancia de su conocimiento en materia de maquinaria civil y armamento bélico. Suyas son algunas aportaciones muy influyentes a lo largo del tiempo, como el molino hidráulico vertical de paletas, usado durante siglos en Europa occidental y América.
Fuentes:
Glez. Moreno-Navarro, José Luis. El legado oculto de Vitruvio. Ed. Alianza Editorial, 1993.
Wheeler, Mortimer. El arte y la arquitectura en Roma. Ed. Destino, 1995.