Por Bernardo Villar
El gran enemigo del conocimiento no es la ignorancia, sino la ilusión de conocimiento
-Stephen Hawking
Muchas veces el mayor insulto que le podemos decir a alguien es "ignorante". Tal pareciera que no saber es lo peor que le puede pasar al humano. Como si una persona que sabe muchas cosas fuera mejor que quien las ignora. Le damos demasiado valor a la acumulación de datos como si ello fuera el secreto de todo en este mundo, ¿no crees?
¿Y qué tal si no?
No me refiero a que no sea útil saber todo lo posible del campo profesional en el que te desenvuelves, por ejemplo. Me refiero a la certeza de saber todo lo que hay que saber sobre la vida, el mundo y cómo ocurre para mí. Cuando asumo mi experiencia personal como la única verdad válida, como lo único correcto; cuando creo que mi manera es la única manera, comienzo a cerrar posibilidades. La "verdad" tiene esa particularidad: no abre posibilidades sino que las cierra. Una vez que para mi algo es "la verdad", cuando tengo la respuesta ya no hay nada que decir.
Existen muchas cosas que sabes, muchas que no sabes que sabes, otras que sabes que no sabes y todavía más que no sabes que no sabes. En estas últimas se encuentra la mayor posibilidad de todas porque es un espacio vacío listo para llenarse. Y lo mejor es que este espacio donde no se que no se, donde está todo lo que ignoras que ignoras, es como una jarra mágica que una vez que llenas te das cuenta que está vacía y lista para llenarse otra vez.
La ignorancia es el único terreno donde puede asentarse el conocimiento. Reconocer la ignorancia no es un estigma. Por el contrario, es abrirse a la posibilidad de aprender.
Cuando una taza está llena no puede recibir más café. Requiere vaciarse para contener el café nuevo. El conocimiento es así: lo primero y más importante que debemos conocer es que no importa cuánto sabemos, no lo sabemos todo y que de hecho ignoramos la mayoría de las cosas. Abrirnos a la posibilidad de no tener todas las respuestas, de no tener la razón nos permite estar vaciando nuestra taza de conocimiento sin perder nada de su contenido.
Así que no se tú, pero yo, no me declaro ignorante, me acepto ignorante como la descripción de un hecho. Soy ignorante y desde esa consciencia me abro a conocer.