Me levanto a las 5:30 de la mañana. Me aseo y me visto en quince minutos, cuando me dispongo a desayunar me llega un mensaje :
"Estamos abajo". Dejo el desayuno, cojo una mandarina, mi maleta y llamo al ascensor. Me meto en el coche. Cogemos la autopista y paramos en la primera área de servicio que encontramos. Echamos gasolina y seguimos nuestro camino. Al llegar al
aeropuerto a mis acompañantes les empieza a entrar un poco de pánico (no les gusta nada volar), ven rayos de tormenta donde no los hay, forman pequeños atascos e, incluso, recorremos unos metros de carretera marcha atrás. Montamos en el avión. Una cierra los ojos y le empiezan a sudar las manos, otra pone cara de pocos amigos y hasta se pone un poquito agresiva cuando le hago alguna bromita macabra (jijijijssjsjjsjs!!!!), y yo pego mi nariz a la ventana para ver un impresionante paisaje desde el aire. El viaje dura apenas una hora. Ya estamos en Madrid. Después de unos veinte minutos dando vueltas como peonzas por fin encontramos la parada de metro, y, cargadas con nuestras maletas, nos dispusimos a meternos bajo tierra para llegar al centro de la ciudad. Tras pasarnos una hora subiendo y bajando escaleras, cogiendo trenes y cambiando de lineas, por fin oímos por megafonía:
"Próxima parada: Sol" . . . Aleluya . . . llegamos por fin . . . Cuando una está acostumbrada a llegar a todas partes en diez minutos y andando, es difícil creer que se pueda pasar una hora en el metro para poder llegar al centro de la ciudad . . . Salimos a la superficie por fin, vemos el reloj de las campanadas (por cierto, en ese edificio nació mi abuelo), el oso y el madroño, y el árbol luminoso del anuncio de la lotería, muy bonito todo, pero después de estar una hora de arriba para abajo lo único que nos apetece es sentarnos en una terraza a tomar algo y respirar un poco de aire. Cuando acabamos el tentempié (primer sablazo del día, Madrid es carísimo, por lo menos para mi bolsillo) nos vamos al hotel (muy entrecomillado eso de hotel) para unirnos con el resto de la expedición que había adelantado el viaje un día. Pasamos por la calle Carretas, con el viejo cine al fondo, y no puedo evitar tararear una canción del gran maestro Sabina que hace alusión a esos lugares.Nos instalamos, dejamos las maletas (por fin) y nos vamos a buscar un sitio para comer. Habrá mucha crisis y todo lo que queráis pero los locales estaban a tope, tres intentos tuvimos que hacer para encontrar un lugar para comer . . . después de unas tapas y unas cañas volvimos al hotel, se nos estaba echando el tiempo encima, nos cambiamos, nos acicalamos y de vuelta a la calle. En media hora empezaba el musical . . . No . . . No fuimos a ver "El rey león" . . . Llegamos al teatro, a tope de gente, todo el mundo haciéndose fotos en el cartel . . . Vamos!!!!! . . . se apagan las luces, se sube el telón y,tras un breve dialogo, empiezan a cantar la primera canción: "Voy a pasármelo bien" . . . Si, querid@s amig@s, como no podía ser de otra manera, me fui a Madrid a ver el musical de "Hombres G" (ya lo se, friki total, pero me encanta!!!) . . . Por hoy lo dejamos aquí, otro día os cuento la vuelta, que si no os vais a quedar dormid@s con este cuaderno de bitácora de mi fin de semana express en la capital; mientras tanto podéis ir preparando este aperitivo, rapidito y resultón que a mi, particularmente, me encanta.
Salmón ahumado con salsa de ajoIngredientes:
- 100 gr de salmón ahumado
- 3 dientes de ajo (si sois valientes podéis echarle cuatro)
- dos cucharadas de albahaca
- aceite de oliva virgen extra
- sal
- una cucharada de cilantro
En un mortero echamos los dientes de ajo bien picados, la albahaca, el cilantro, una pizca de sal y un buen chorro generoso de aceite de oliva virgen extra. Machamamos bien hasta que todos los ingredientes estén bien integrados. Metemos el salmón en una bolsa de plástico, si tenéis de esas de congelar que tienen un cierre zip pues mejor, si no una bolsa normal nos vale igual, le añadimos la salsa y cerramos. Como me imagino que no tendréis en casa ninguna maquina de envasar la vacío, que sería lo ideal, cerramos la bolsa lo mas apretada posible intentando que no quede mucho aire dentro. La metemos en la nevera y la dejamos, como mínimo, media hora. Transcurrido ese tiempo la abrimos, ponemos el salmón en un plato y lo acompañamos de una copa de vino blanco bien frío.
salmón ahumado con salsa de ajo