
Pero lo cierto es que este tránsito de pensamientos y torrentes, paraguas y más paraguas cruzándose y clavándose, es parte del sortilegio natural de la tierra. Y que una Feria del Libro que se estrena sin lluvia, tampoco tiene encanto. Y que Xosé Carlos Caneiro, al pronunciar con semejante vehemencia su pregón inaugural, despertase los vientos y las lluvias de todos los puntos cardinales también tiene su "aquel", casi místico. Con todo, creo que hoy sentí que volvía a casa por primera vez en mucho tiempo. Que regresaba, de aquella forma tan singular que T. S. Eliot rezaba en sus palabras: "Recorrer muchas carreteras/ volver a casa/ y verlo todo como si fuera la primera vez". Fue como si nunca antes hubiese contemplado ese maravilloso espectáculo del agua borbotando desde las nubes para morir a mis pies, para ahogarse, un poco más allá, en el mar de la Ría de Vigo y alimentar su calado con la belleza del cielo azul.