Estuvimos hace un tiempo en el Restaurante Centonze, del Hotel Le Meridien de Barcelona. Aunque está en plena Rambla y eso puede ser algo que de entrada provoque rechazo, no debemos cerrarnos en banda a nada. En nuestra anterior visita comimos a la carta y, como comentámos en la reseña, fue correcto. En junio supimos que la cadena Hotelera Le meridien celebraba el día Nacional del Éclair de Chocolate (hay días para todo…) con la colaboración del repostero Johnny Iuzzini ofreciendo una selección de versiones modernas del exquisito postre parisino, que incluyen tanto los sabores clásicos como creaciones únicas inspiradas en el lugar de destino.
Pero también supimos que habían cambiado su carta, y han incorporado tapas y platillos para satisfacer la demanda que tenían. En nuestra otra visita el sumiller nos explicó que estaban buscando nuevas fórmulas y suponemos que este tipo de cocina más informal es resultado de esta búsqueda.
Empezamos con la que fue la tapa ganadora del concurso que se hizo en Tast a la Rambla entre los establecimientos del barrio: Tartar de tomate de la huerta con mozzarella y su aliño de hierbas
No sabemos como eran el resto de tapas que participaban en este concurso, pero este tartar de tomate estaba realmente exquisito. Gracias a su éxito en el Tast a la Rambla, la han incorporado a su carta, así que teníamos oportunidad de probarla, aunque el evento ya hubiera acabado. Seguimos con la tapa típica que no puede faltar nunca: las patatas bravas. En este caso de “diseño”, dándole el toque de sofisticación e inspiradas en las ya clásicas de Santi Arola. Independientemente de la estética, hay que reconocer que estaban bastante buenas. No os esperéis una patatas bravas llamemoslas “auténticas” de las que se sirven en los bares de barrio. En Centonze va a ser que no, pero sabiendo a lo que vas, no hay opción a sentirse defraudado. No encontrarás un planazo de bravas con mucha salsa, sino “patatas individuales de un bocado”, pero buenas. La ración lleva 6 unidades, rellenas con una buena salsa, en su medida justa, aunque como sabemos, el picante es tan personal que “medida justa” hay tantas como paladares!. Otra tapa típica de cualquier establecimiento que se precie: unas buenas croquetas. En este caso probamos dos: las de setas y las de jamón ibérico. Cualquiera de las dos estaban deliciosas, crujientes por fuera y cremosas por dentro, con sabor a cada cosa. A veces comes una croqueta y cuesta identificar de qué es. En este caso, las de jamón eran de jamón…y del bueno. Y las de setas las encontramos especialmente melosas y conseguidas. Quizá por menos habituales o quizá porque es más difícil que queden sabrosas, nos llamaron la atención. Muy recomendables. También probamos un sofisticado Risotto de Calabaza y Parmesano. Aparté el queso, pero el Risotto lo comí… parece que poco a poco voy abriendo el paladar. Al final voy a acabar siendo una quesera empedernida. La verdad es que estaba muy cremoso y sabroso. La calabaza le aportaba un punto dulce que le sentaba muy bien y hacía de este arroz un plato diferente. Continuamos con otro platillo típico, una fideuà.Fideua de sepia con guisantes y calamarcitos a la plancha. Producto fresco y bueno, acompañada de su all i oli que nos sirvieron aparte. Fue una buena ración, quizá la más completa de todas o quizá porque ya era de lo último y estábamos más satisfechos. Después del arroz, casi sobraba. La idea era picar algo, pero al final, como siempre pasa en estas ocasiones, acabas comiendo más que si te pides un menú. Comemos con los ojos. En cualquier caso, no sobró y tampoco fue un gran sacrificio, la verdad. Y aún teníamos pendiente otro platillo más: unas tiras de Entrecote con salsa chimichurri, hecha por el chef Eugeni Cortés.
Una carne estupenda, bien cocinada, rosada en su centro y con un chimichurri espectacular. Magnífica materia prima, el chimichurri, más que para disimular como sucede en algunas ocasiones con las salsas, sirvió para potenciar el sabor del Entrecot. Y por fin los postres, que de hecho había sido lo que nos motivo a volver a visitar a Centonze: Las eclàires. Como os comentábamos al principio, han apostado por “reinventar” este exquisito postre francés, incorporando algo diferente. En este caso, Le Meridien Barcelona optó por un dulce típico: la crema catalana. Tuvimos la suerte por cortesía del restaurante de probar también el de chocolate y el de café.
Las eclairs son unos dulces hechos con la misma masa que la leonesa pero con forma alargada. El sabor del relleno es lo que cambia, habiendo de varios gustos. Son muy ligeros, entran con mucha facilidad y aportan el punto dulce siempre necesario para rematar la comida. El de chocolate excelente, el de café extraordinario y el de crema catalana…uf!: Difícil definirlo. Quizá porque nos toca la fibra al ser un postre tan nuestro y siendo totalmente subjetivos el mejor!.Nos gustó repetir, ya que fue como ir a un sitio diferente teniendo en cuenta la diferencia de comer a la carta o de un picoteo algo más informal. Como precio, no es barato, no os vamos a engañar. Son tapas de autor y se sube fácil a 40 Euros por persona, pero sales comido y quizá con menos hubiera sido suficiente. Eso si, siempre podéis optar por el menú. No quisiera engañaros, pero creo que está sobre los 24 Euros por persona, aunque juraría que hay un par de opciones.
Lo bueno de este programa es que se puede ir a la cafetería del hotel a degustar los eclairs a media mañana o para merendar, sin necesidad de pasar por el comedor. Cada uno vale 2,95 Euros y como siempre, es cuestión de gustos, pero por aquello de variar, os recomendamos el de café o el de crema catalana. O uno de cada y compartís!!.
Si estáis por el centro, no todo es paellador.