La vida del genio Boris Yellnikoff sufrirá un giro inesperado justo cuando menos se lo espera. Este brillante profesor de Física, misántropo, neurótico e hipocondríaco tendrá que aprender a convivir con la ingenua Melody, una chica de pueblo sureña que se ha escapado a la Gran Manzana en busca de aventuras, y deberá desarrollar una nueva filosofía de vida ante las complicaciones que se le vayan presentando. Al final, mientras la cosa funcione, lo mejor será disfrutar de ella.
Después de su gira europea, compuesta por aciertos (Scoop) y filmes discutidos (Vicky Cristina Barcelona), Woody Allen regresa a su Nueva York natal con una comedia en la que retoma todas las características que le han dado la fama. A través del personaje de Boris (nuevo álter ego que bien podría haber interpretado el propio Allen), el director y guionista expone su particular filosofía, que tantas veces nos ha mostrado en pantalla y que él mismo ha puesto en práctica. Así, en esta película se tratan temas como la ambiguedad en el amor (la relación entre los protagonistas recuerda a la que ya apareciera en Manhattan), lo imprevistas que resultan las casualidades o lo absurdo que puede llegar a ser plantearse determinadas cuestiones acerca de la vida y la muerte.
Una vez más, el director de Brooklyn hace gala de sus peculiares técnicas narrativas, por lo que a lo largo del filme el protagonista rompe la cuarta pared en no pocas ocasiones y se dirige a los espectadores dando lugar a divertidas situaciones e ingeniosos monólogos como el inicial; momentos en los que queda demostrado (por si era necesario) el talento de Allen como guionista. De esta forma, los ágiles diálogos constituyen el mayor acierto de esta película, con un buen número de bromas sobre la ciencia y la estupidez humana.
En cuanto al reparto, los actores están correctos, si bien no llegan a profundizar demasiado en los personajes al tratarse de una película fundamentada en las ingeniosas conversaciones que mantienen. Destacan el cómico Larry David en el papel del malhumorado Boris y Evan Rachel Wood (a quien ya vimos este año en El Luchador) como la inocente Melody, que será, junto a su madre, quien más cambios sufra a lo largo de la película (algo común en las mujeres de Allen que ya quedó demostrado en Annie Hall).
Se agradece que la acción se desarrolle en la Nueva York actual, lo que supone una vuelta a los orígenes tras la gira europea y da lugar a varias escenas en las cuales queda patente la diversidad cultural de tan emblemática ciudad. Como es habitual, la banda sonora está compuesta por piezas de música clásica que encajan con las numerosas coincidencias que se suceden a lo largo del filme.
En su conjunto, Whatever Works resulta una comedia divertida e ingeniosa, con personajes pintorescos que sirven a Woody Allen para expresar sus proios puntos de vista e inquietudes acerca de distintos temas. Tras este regreso a sus comienzos, el director prepara una nueva película en Londres, You Will Meet A Dark Stranger, que contará con un reparto de lo más variado en el que se encuentran Sir Anthony Hopkins, Antonio Banderas o Naomi Watts. Veremos si la cosa funciona.