En los libros una buena trama es una parte fundamental, pero ésta no valdrá de nada si no cuenta con unos personajes que estén al mismo nivel. Protagonistas, secundarios y demás con los que seamos capaces de conectar, ya sea para bien o para mal (oh, esos grandes villanos), provocándonos una hambrienta necesidad de saber qué va a pasar con ellos. Y es que, cuando el héroe o la heroína no nos gustan y se nos atragantan en la historia, por muy buena que ésta sea está condenada a fracasar. Por el contrario, cuando nos encandilan la saborearemos y recordaremos con mucho más cariño. En esta ocasión me gustaría hablar del personaje de una saga muy especial, un tipo de protagonista masculino muy poco visto en los libros juveniles: se trata de Will Laurence, de la serie Temerario de Naomi Novik.
El mundo de Novik resulta innovador nada más entrar en él, no en vano presenta nuestra propia realidad en una época histórica convulsa de sobra conocida, los años de las guerras de conquista en los que Napoleón quería hacerse con Inglaterra… solo que haciendo de la existencia de dragones (y su utilización como armas de guerra) algo por completo normal y corriente. Sin duda, para una base tan prometedora hacía falta un protagonista a la altura, y la autora dio por completo en el clavo con su elección. Nada de jovencitos imberbes, quinceañeros a los que les falta un hervor y que son aleccionados por la sabiduría arcana del dragón que se ha “vinculado” a ellos, aunque éste haya salido hace dos días del huevo. No, Will está lejos de este prototipo tan típico en las novelas “dragonescas” y
lijeras, él es un joven capitán de barco curtido por el mar y por las experiencias del pasado. Un hombre con todas las letras que, aunque no se llega a decir su edad, se intuye en la veintena. Y eso se nota. Honorable, maduro, responsable, con los pies en la tierra y la cabeza sobre los hombros; además de sensato, leal, valiente, capaz y con grandes dotes de mando. A mí me gusta describirlo como “el perfecto caballero inglés” (sin olvidar esos pequeños defectos que lo hacen creíble). Y cierto es que resulta un personaje potente en sí mismo, pero si llega a brillar es porque posee su contrapunto en Temerario, el dragón que al nacer posa sus ojos en él y hace que su vida cambie para siempre. Ambos, tanto Will como Temerario, se potencian y complementan. La adultez del primero sirve para guiar los primeros pasos del segundo. Y es que aquí volvemos a alejarnos del tópico donde el dragón recién llegado al mundo lo hace ya resabido: Temerario será poseedor de una gran inteligencia, sí, pero carecerá del conocimiento de muchas de las reglas y comportamientos que rigen el mundo. Ante esto Will acabará convertido en una figura cercana a la paternal, que derivará en una relación de profunda amistad, inamovible e inquebrantable, basada en la confianza y el amor mutuo.
En conclusión, Will Laurence es uno de los mejores personajes que he tenido el placer de encontrarme. No es habitual leer historias juveniles donde el protagonista (o uno de ellos) sea un adulto, ya que el peso de éstas recae en jóvenes por definición. Por tanto este detalle dota a la obra de un punto innovador y un nuevo sabor que, sin duda, gusta.