Revista Cultura y Ocio

William se llamaba mi amor.

Publicado el 02 marzo 2015 por Paula Lucas @letrasconlasopa
Estaba yo en ese momento en el que acababa de dejar atrás la fase SuperPop y había quitado ya los pósters de las Spice Girls de mi habitación cuando esta historia da comienzo. Hasta aquí todo bien y normal. Lo típico. Pero, mientras mis amigas seguían con el camino habitual de las adolescentes en plena revolución hormonal, es decir, bien colarse por el yerno que toda madre querría, Eminem, o por algo mas heavy, como Bisbal, yo seguía otros derroteros menos convencionales. Yo, Paula,  estaba loquita por los huesos de un hombre que tenía más del doble de años que yo (¡Horror!) y casado (¡Doble horror! Y además acabo de matar a mi madre de un disgusto) con una tal Anne Hathaway. 
William se llamaba mi amor.
Eh... No, con esa no. La Anne Hathaway que contrajo nupcias con mi amado William Shakespeare, el cual a mis ojos tenía una imagen más hollywoodiense, atlética y agradable a los ojos, es decir, la de Joseph Fiennes, y no la de un hombre con unas entradas del tamaño de una pista de aeropuerto, cara de pocos amigos y con un pendiente que parece más bien parte de la crisis de la mediana edad que algo cool que llevar para engatusar a las féminas. Dejadme vivir en mi mundo de fantasía. Muchas gracias.

William se llamaba mi amor.

He's sexy and he knows it

Una noche, movida por Claire y Leo (más por uno que por otro) recitando versos a ritmo de Garbage y en una Verona que bien podría ser escenario del Grand Thief Auto, cogí "Romeo y Julieta" sin alcanzar a imaginarme qué llegaría a pasar después. Me había conquistado.
William se llamaba mi amor.

¿Qué clase de escritorzuelos había estado leyendo hasta ese momento? Me daba vergüenza el sólo mencionarlos. Menudos amateurs. ¿Qué clase de basura había pasado por mis manos? Todos mis años de primaria y parte de los de secundaria tirados a la basura.
William se llamaba mi amor.

No era de extrañar que, a mí, que se me conquista con la buena gramática y buen uso del lenguaje y el estómago, Will me tuviera comiendo de su mano. Yo es que es imaginármelo susurrándome "Sólo temo que todo esta noche sea un sueño sólo/ demasiado dulce para ser verdad" Y... ¿Me pasáis un pañuelo? Es que estoy estoy babeando...
William se llamaba mi amor.

OBVIAMENTE, no había chico en clase que estuviera a la altura de semejante hombre. Bueno, técnicamente, sí, porque estoy segura de que, teniendo en cuenta su época, era alguien bajito en comparación con los armarios andantes que pueblan nuestra superficie terrestre a día de hoy pero, figuradamente, no. Y un no rotundo. Si uno me hubiera hablado con palabras anticuadas, en sonetos y llevando unos leotardos, otro gallo cantaría. Pero ninguno lo hizo. Ellos se lo perdieron y ahora ya es tarde.

William se llamaba mi amor.

Hubiese sido un buen comienzo...


Feliz como una perdiz, llegué los siguientes días a clase con mi copia de Romeo y Julieta bajo el brazo para releer durante mi viaje en bus porque había algunas frases que sólo había leído como unas 326 veces, ¿VALE? Y no eran suficientes. No juzguéis. Seguro que vosotros hacéis cosas peores...
William se llamaba mi amor.

Y mientras mis amigas comentaban el último capítulo de UPA y lo buenorro que estaba MAM, yo estaba enfrascada en mis dramas de época, muertes, traiciones, insultos, comedias de enredo y de faldas, frases ñoñas y largos versos que siempre resultan prácticos para decir en momentos de desdicha, de júbilo o, simple y llanamente, para sonar pedante delante de la cajera del súper.
William se llamaba mi amor.

Después de los púberes de Verona, fue la enajenación mental de Hamlet, las ansias de venganza de Otello, la sangrienta y maquiavélica Lady MacBeth (esta mujer lo peta) o los dos caballeros de Verona. Mi obsesión era tal que, de la misma manera que las beliebers se memorizan los tatuajes que Bieber se hace por su cuerpo, yo me memorizaba algunos de sus versos (true story), no sé, por si algún día llegaba a necesitar recitarlos. Ya sabéis, lo habitual, te encuentras con alguien conocido y la cosa va en plan "Hola, ¿que tal?""Bien, ¿y tú?","Bien, ¿has visto a Fulanita?", "Pues no, pero vi a Silvia el otro día y... Oh, qué gozo es gozo, si Silvia no está aquí/ que luz es luz si a Silvia yo no veo..." Cosas como estas me pasan entre cuatro y cinco veces al día. 
William se llamaba mi amor.

Y así, entre deberes de química, mucha un poco de tontería y versos de Shakespeare, transcurrieron los días de mi adolescencia. Luego me pasé a las chicas y Virgina y Sylvia me robaron el corazón, peeeero eso ya es otra historia.
¿Cual fue vuestro primer amor literario?

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