Revista Cultura y Ocio

Woyzeck - O el drama de los hombres pequeños

Por Loscriticones
Woyzeck - O el drama de los hombres pequeños

El teatro político lo carga el diablo.

Woyzeck es una rareza del teatro del siglo XX porque está escrita muy al principio del XIX. Un avanzado. Büchner es algo así como el padre de los Brecht y compañía que llenaron las trincheras teatrales de la segunda mitad del feo siglo XX europeo.

Pero a veces en lugar de una bala sale del revólver un cartelito que dice “bang”, como en el circo. Woyzeck es una máquina destinada a transformar reconocibles tesis político-filosóficas en metáforas dramáticas, y dicho así, tenía que salir mal. Büchner era muy joven cuando escribió esto e incluso cuando murió, quizás por eso se siente una voluntad huracanada de mover las cosas, la fuerza de una indignación rabiosa, inquieta y lúcida. Se presiente un latido firme en el texto que filtra grandes dosis de poesía “moderna”, eléctrica y mágica.

El empollón de Brüchner propone una crítica al racionalismo hegemónico, soberbio y tiránico que dirigió con férreas tesis lógicas el mundo hasta su debacle definitiva en la Segunda Guerra Mundial lo que quizás signifique que siempre hay alguien que barrunta las cosas importantes mucho pero que mucho antes de que ocurran. Son los que ven crecer la hierba.

Bajo las bielas de la gran maquinaria (sobre)viven los hombrecillos aplastados por La Historia, el descontrol y la determinación absoluta de sus vidas: Woyzeck, al que el doctor somete a los rigores de “la ciencia y la razón”, el que replica que “eso no es para nosotros, nosotros siempre seremos pobres”. Una especie de Cándido de Voltaire que no presenta más que derrota, sumisión y, sobre todo, animalidad desbordada: lo más valioso y vanguardista del texto del joven Brüchner.

Sin embargo este “aparato ideológico” al servicio del drama no funciona, se hace uno cargo de las propuestas cabalmente pero no con las entrañas que es a lo que vamos.

El montaje es de un artificio más que presentable, atractivo y contemporáneo en el mejor sentido, dotado de una esencialidad que contrarrestan los tonelajes de dramaturgia, vestuario, iluminación y hasta coreografía. Está eficazmente dirigida manque no acabe de funcionar y quizás, en su contra, lo que más pese al jurado popular es la actuación del muy capaz Javier Gutiérrez/Woyzeck, esforzada hasta la extenuación y creo que, sin embargo, profundamente errada en la dirección. Hace un Woyzeck al gusto de un teatro que no sé si dejaremos de ver alguna vez en España, nieto de la comedia de posguerra pero mal trasplantado al drama en actuaciones afectadísimas de perpetuas modulaciones de la voz que hacen que el público no se pueda meter en serio en la guerrera de semejante histrión ni un minuto.

¿Qué habría sido de un Woyzeck que nos hablara como una persona normal mirando a los ojos del público?

Quizás en el futuro…

ARM


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