Revista Coaching

Y de YO

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

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¿Quién soy yo? Supongo que muchos nos habremos hecho la misma pregunta a lo largo de nuestra vida, desde que comenzamos a razonar o entender que somos algo más que un simple cuerpo con sus órganos y sus células.

El abecedario está llegando a su fin y en las dos últimas entregas quiero hablar de las cuestiones más importantes para el ser humano: tratar de entender quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos. Según los Vedas, el ser humano es ante todo un alma inmortal, cualitativamente diferenciada de la materia, tanto de la física como sutil, y atrapada momentáneamente en un cuerpo caduco. El fin último del alma (llamado en sánscrito “Dharma”) es el servicio. En el estado original el objeto del servicio del alma individual es el Alma Superior o la Personalidad Superior (comúnmente entendido por Dios en nuestra cultura).

Pero en el mundo material, el alma se encuentra perdida en cuanto a su nivel de conciencia, y toda su energía se encuentra controlada por su ego falso, el llamado fantasma material del alma. Dolor, alegría, miedo, ira, codicia, engaño y deseos pasionales, así como nacimiento y muerte, todo ello son experiencias del ego falso, no de nuestra alma, nos dicen los Vedas.

¿Pero qué se entiende por alma? El alma es nuestra personalidad y se define por que tiene sentimientos y es capaz de tomar decisiones. La toma de decisiones se refiere a la energía del conocimiento. La presencia de sentimientos se refiere a la energía del placer. Es algo bastante obvio para todos: “Soy capaz de conocer, de entender” y “puedo disfrutar, puedo amar”.

Pero estas dos energías fundamentales se ven distorsionadas por el ego falso:

1) la energía del placer puede convertirse en lujuria -en la forma de los placeres sexuales manifiestos- y aspiraciones de fama, respeto y deseo de superación.

2) la energía del conocimiento se convierte en el deseo de conocer el mundo material para controlarlo y dominarlo.

¿Somos un cuerpo con alma o viceversa?

Muchas veces oímos decir que somos un cuerpo que tiene un alma, pero lo cierto es que es justamente al revés: somos un alma que posee un cuerpo. Por poner un ejemplo, todas nuestras células se renuevan cada 7-11 años. Es decir, no queda nada en nuestro cuerpo del niño que fuimos hace 20 años y sin embargo, seguimos considerando que ese niño en las fotografías de nuestra niñez éramos nosotros. Lo mismo ocurre con nuestro cerebro, todas sus células se van sustituyendo unas con otras a lo largo de los años y éste ya no es lo que fue hace décadas y, sin embargo, seguimos teniendo la sensación de que somos nosotros mismos, la misma persona.

Nuestro cuerpo es una máquina, pero ninguna máquina, como por ejemplo un ordenador, puede funcionar sin alguien que la ponga en marcha. No cabe duda de que el cerebro es una parte importantísima de dicha máquina, como lo puede ser el procesador central de un ordenador, pero ésta no funciona por sí sola, sino con una inteligencia superior que la activa, la llamada conciencia, alma superior o paramatma según los Vedas.

Un ejemplo de que nuestra alma y el cuerpo son dos entidades diferenciadas son los casos de muertes clínicas en las que las personas que estaban técnicamente muertas, pues su corazón se encontraba físicamente parado y no le llegaba la sangre al cerebro, al volver a la vida, pudieron describir con sorprendente precisión los procesos de reanimación clínicos a los que se vieron sometidos estando “muertos”. El estudio realizado dio pie a un libro escrito por el médico estadounidense Dr. Sabom denominado “Recuerdos de la muerte. Una investigación médica”.

Ni la ciencia ni la filosofía han llegado a un acuerdo sobre qué somos en realidad. Pues no somos los pensamientos o las ideas que tenemos, hay una personalidad detrás que toma las decisiones, que piensa y razona. Los pensamientos e ideas se producen dentro de un marco del tiempo, mientras que la entidad pensante está fuera del mismo, es atemporal. Simplemente es. Y esa existencia es atemporal, es nuestra alma eterna.

La Bhagavad-Gita nos dice que lo material nunca puede permanecer sin cambios, mientras que lo espiritual es algo que no cambia nunca. El cuerpo se marchitará con los años, pero el alma desconoce la vejez. Por eso nos cuesta tanto aceptar que nuestro cuerpo envejece. De ahí la famosa crisis de los 40, por poner un ejemplo. Muchos famosos de hoy empiezan una incansable lucha contra la edad a través del botox y la cirugía plástica, realizando intervenciones quirúrgicas en su cuerpo cada 3-4 años, sin que les importe el dinero que inviertan en ello ni las posibles consecuencias para su salud, todo sea por el bien más preciado: seguir luciendo como una jovencita o un jovencito de mediana edad.

En realidad los materialistas puros no saben que los rasgos de nuestro rostro se forman a partir de nuestros pensamientos. Si una persona vive de forma altruista o más espiritual, su rostro seguirá brillante aún con todas sus arrugas. En realidad la única forma de superar la crisis de los 40, 50, 60… y todas las crisis en general es dedicando nuestra vida al desarrollo personal y la espiritualidad. El que no siga este camino tendrá que enfermar, envejecer y morir junto con su cuerpo.

Las cualidades del alma que nos ha transmitido la famosa Bhagavad-Gita son:

1) eternidad (el alma nunca nace ni muere)
2) infinitud (la energía de la conciencia nunca se agota)
3) pureza (la suciedad material nunca forma parte del alma, pero ésta puede verse distorsionada al entrar en contacto con la materia)
4) unicidad (cada alma es única y diferente de otras)
5) diferenciación del cuerpo material
6) base del cuerpo material (éste no puede existir sin el alma)
7) invariabilidad (no sufre cambios)
8) autoevidencia (en principio la existencia del alma es algo obvio, salvo si estamos contaminados por la ilusión material)
9) causa de todas las causas (el alma es la causa de la existencia del cuerpo)
10) forma parte de todas las partes del cuerpo material
11) independencia del cuerpo (el alma, tras la muerte de nuestro cuerpo, podrá pasar a otro nuevo: la llamada reencarnación)
12) el alma no se ve envuelta en la suciedad material

¿Por qué no somos capaces de sentir el alma?

¿Pero por qué a simple vista la mayoría de nosotros no puede percibir dicho alma, que en el fondo todos y cada uno de nosotros somos? El alma, para empezar, es inalcanzable para la mente material, ya que no se percibe con los sentidos materiales. Pero el problema principal aquí es el llamado ego falso, una errónea identificación del alma con la materia a través de dos aspectos:

- Yo (Por ejemplo: yo soy mi cuerpo)
- Mío (Por ejemplo: la tierra es mía)

El origen del ego falso es una conciencia basada en la ignorancia. Al entrar en contacto con la naturaleza material, la conciencia del alma empieza a sentirse perdida y a través de esta conciencia ignorante comienzan a surgir las tres gunas materiales. Éstas adquieren la forma de mente (guna de la bondad), sentidos (guna de la pasión) y objetos de los sentidos (guna de la ignorancia). Al estar estas tres gunas en constante competición, finalmente será una de las 3 la que tome el control sobre una persona. En función de cuál de estas 3 gunas domine nuestra vida, el ego falso identifica a la persona con una de estas tres formas. Las personas dominadas por la bondad identifican su ser con la mente, las dominadas por la pasión con los sentidos y los de la ignorancia se identifican con los objetos de sus sentidos.

El problema es que el ego falso exprime el conocimiento del alma para dirigirlo al mundo material. La conciencia basada en la materia se convierte en un elemento material sutil y dicha transformación de la conciencia hace que ésta no sea capaz de percibir el alma espiritual. Es como si la ilusoria energía material invitara a nuestra alma a un juego, pero una vez que comenzamos a jugar, no sabemos parar y nos perdemos en este juego, perdemos nuestro yo. En realidad, dicen los Vedas, es así como está pensado dicho juego, pues nuestra llegada al mundo material no es casual, fuimos nosotros quienes en un determinado momento decidimos dejar las esferas más altas para darle un bocado a esta realidad que vivimos.


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