Revista Cultura y Ocio

Y frente al Abismo... una carcajada

Publicado el 14 junio 2011 por Santiagobull
Y frente al Abismo... una carcajada
De los muchos grandes poetas que han pisado esta tierra de nadie, hay algunos que me han sacudido profundamente, que se me han clavado con especial fuerza en la médula espinal o entre las tripas, precisamente porque nos recuerdan, con sus palabras, con la lenta y fatídica cadencia de sus versos, eso: que esta tierra que vamos hollando con nuestros pasos no es de nadie, y sin importar cuánto nos esforcemos por rastrear el cielo, no daremos con los ojos de un buen padre que nos eche una sonrisita desde las alturas, sino que veremos abrirse, entre las nubes o entre las estrellas, otro cielo, un cielo vacío que hace de testigo mudo al correr de los lentos años bajo cuyo imperio nos vamos marchitando. Una tarde que parece eterna, pero que se desploma en polvo, en sombra, en nada.Llegados a este punto, imagino que la reacción de muchos sería llevarse las manos a la cabeza y ceder a la desesperanza, como si la amargura fuera algo más que un sabor que, si va bien acompañado, pasa muy bien. De hecho, siempre he pensado que lo más duro del credo del pesimismo es aprender que resignarse no significa, necesariamente, bajar la cabeza. No sé si será una cuestión personal, pero siempre he descreído profundamente de la Esperanza, puesta así con mayúscula. Recuerdo unas palabras, geniales como todas las suyas, del maestro Pier Paolo Pasolini: "No debemos esperar nada. La esperanza es algo horrendo inventado por los partidos para sostener sus escritos". Él, claro está, siguió encabezando una lucha que, a lo mejor, ya sabía perdida, pero tomándosela muy a pecho, como una verdadera pasión, como si al decir estas palabras él mismo distinguiera esa Esperanza abstracta y portentosa de la otra, la esperanza a la que puede aspirar un ser humano cualquiera, sentado en su sala, paseando por la plaza, lustrando zapatos. Como lo hizo Sartre, también. Siempre he admirado a los que pueden luchar por un ideal, siempre que lo hagan con esa mezcla tan especial de lucidez y pasión, ya sea que se trate de pesimistas o de optimistas. Pero sé, también, en qué trinchera me toca estar a mí. Mi escepticismo es lo bastante sólido como para no permitirme escuchar o leer nada Serio sin desconfiar. Pero entonces, ¿significa eso que el mundo, para el pesimista verdadero, debe reducirse a cuatro paredes en los que luzca retratado el más puro y asfixiante absurdo?Bueno, en cierto modo sí, pero lo bueno es que se puede decir esto con una sonrisa bien dibujada en la boca. Como lo hacía, dicho sea de paso, Schopenhauer, el filósofo pesimista por excelencia, que hablaba del Infierno disfrazado que era en realidad el mundo frente a mesas muy bien servidas, gastando bromas y tomándose un tiempo para practicar con la flauta. La actitud de Petronio, que se abrió las venas metido en una bañera y esperó a la muerte rodeado de sus amigos, conversando de poesía y, nada nos cuesta imaginarlo, haciendo comentarios cargados de humor, y del más negro. Reconocer que vamos arrastrando nuestras existencias por territorios baldíos, bajo un cielo vacío, no tiene por qué deprimirnos, creo yo. Siempre que se tenga la lucidez y el sentido del humor necesario, uno se da cuenta de que esta tragedia se viste de entremés cómico y adquiere "dignidad" por su propio patetismo. Además, la cerveza sale más barata, sobra la buena compañía, y lo mejor que puede hacer uno para quedar bien es reír, así no entienda el chiste. Dejo, pues, estas reflexiones sueltas. Para variar, tendría que articularlas y sustentarlas mejor, pero por ahora basta y sobra. En todo caso, y esperando que me disculpen las malas letras, voy a cerrar con broche de oro, con uno de esos poemas de los que hablaba al principio, nada más ni nada menos que uno del gran Salvatore Quasimodo:

Y enseguida anocheceCada uno está solo sobre el corazón de la tierratraspasado por un rayo de sol:y enseguida anochece.


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