Juan de Dios Garduño
Y pese a todo, el mundo continúa girando al final de la Tercera Guerra Mundial que ha enfrentado Estados Unidos e Irán con sus respectivos aliados. En la ciudad de Bangor, han sobrevivido tres personas. Peter, su pequeña hija y Patrick Sthendall, su vecino. En una población totalmente nevada y bajo cero, los dos hombres se enfrentarán a la larga y conflictiva relación que mantuvieron en el pasado marcada por los celos y el resentimiento.
Porque cuando nosotros no estemosel mundo seguirá estando ahí…
He leído ya muchas historias sobre apocalipsis variados. Los hay de todo tipo, no sé… con terremotos monstruosos que acaban con todo, con epidemias varias que destruyen la humanidad, con zombis de ultratumba deseosos de cerebro o con infectados por un virus letal que los convierte en auténticas máquinas de matar… en todos, o en casi todos ellos había una misma premisa, cuando todo va mal, los seres humanos son siempre el verdadero peligro. Ese tipo de historias con la sociedad resquebrajada, las ciudades en ruinas y peligros tras cada rincón siempre son atractivas y siempre me lo hacen pasar muy bien al leer… pues bien, la historia narrada en “Y pese a todo” por Juan de Dios Garduño, es totalmente diferente.
Opresiva, árida y muy emocional, esta es una novela de personajes en las que aparecen criaturas, no una novela de zombis en la que los personajes cuentan algunas cosas.
Quizá eso es lo que la convierte en algo destacable por encima de muchas otras novelas de género, que le da una vuelta de tuerca a todo el asunto y lo convierte en algo muy diferente y muy original. Para empezar el que no hay más humanos en la narración más allá de una niña muy pequeña y dos hombres, Peter y Patrick, amigos de toda la vida, vecinos de puerta con puerta y enemigos declarados (o casi) desde hace algún tiempo… lo que no sería nada del otro mundo si no fuese porque puede que sean los últimos hombres vivos sobre la tierra.
Así, en una “isla segura” en mitad de una tierra nevada y en las afueras de una pequeña ciudad de Maine, transcurren las vidas de dos hombres que durante un año se han preparado para una posible invasión extranjera y que no están preparados para lo que, realmente, se les va a venir encima. Porque ese es otro de los puntos interesantes de esta historia con “zombis”, que estos son un punto adicional a la historia de personajes que nos narra el autor y no los elementos que desembocan la situación, aunque en la conclusión sí tengan un punto importante. Aquí los importantes son los tres personajes, bueno y el perro de uno de ellos, lo que viven, sufren y comparten los que parecen ser los últimos supervivientes por los alrededores y que desconocen cuanto pasa más allá del radio de distancia de lo que se han atrevido a transitar. No hay medios de comunicación, no hay noticia alguna y no se sabe nada de lo que pasa… solo quedan retazos de lo que pasaba antes de quedarse solos y no es nada halagüeño.
He disfrutado en grande con esta historia, me la he bebido en un par de sentadas y me he quedado con las ganas de saber algo más… si es que, pese a todo, hay algo más allá de estas páginas.
De hecho, y vuelvo al tema, los zombis en esta ocasión, los temibles Albinos, no son una amenaza constante en las vidas de estos personajes, no son cosas que les preocupen porque ni siquiera conocen su existencia (no aparece mención alguna a uno de esos seres hasta la página 73 de una novela de 220). Algo más adelante en la lectura sabremos que uno de ellos sí que ha vivido algo terrible con seres inexplicables, pero no estamos en la situación de otras novelas de género, con humanos preparándose para enfrentarse a seres temibles pero conocidos, siniestros pero predecibles. No, la amenaza aquí es desconcertante, invisible, desconocida hasta que se tiene encima…
No me gustaría contaros demasiado de esta novela. Solo que tiene reminiscencias a la literatura de Stephen King (transcurre, si no me equivoco, en el pueblo natal de éste), recuerda en parte a la arided ambiental de McCarthy en “La Carretera” y nos hace pensar en clásicos del género como Matheson, pero no por ello deja de ser una prosa propia y realmente adictiva. Juan de Dios Garduño tiene la capacidad de hacernos vivir lo que nos cuenta, de llevarnos en volandas a una historia contada desde el punto de vista de dos “náufragos” en tierra hostil, enfrentados a elementos desconocidos y terribles, sin reglas aparentes.
Me ha gustado la crudeza que se deja atravesar de tanto en tanto por lo entrañable. La capacidad del autor para describir ambientes que casi se pueden ver de una manera clara y concisa. No voy a descubrir “Y pese a todo” a casi nadie, ya se leyó en su estreno hace ahora unos años… sin embargo, el próximo estreno de “Extinction”, la película de Miguel Ángel Vivas, creada a partir de esta historia me permite volver a acercarme a ella con ojos casi de inauguración de una trama que ya ha entusiasmado a muchos lectores y que seguirá haciéndolo este verano, seguro.
Si te gusta el terror, esta novela no se te puede escapar.
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