Recientemente ha sido el día mundial de la diabetes. La diabetes de tipo II, a diferencia de la de tipo I, va íntimamente ligada a la edad. Muchos de nuestros mayores padecen en mayor o menor grado la patología, cuyo origen se atribuye a diversas causas, a veces un poco difusas. En realidad no se conocen demasiado bien los desencadenantes de dicha patología, aunque sí se conocen los factores de riesgo para padecerla y sus síntomas. Tal vez las bacterias intestinales tengan algo que decir también al respecto.
En los últimos años se han incrementado exponencialmente el número de publicaciones relacionadas con la microbiota intestinal ya que numerosos estudios apuntan a que su influencia va más allá de complementar la digestión y generar compuestos beneficiosos como la vitamina B12 tal y como se nos enseñaba antaño. Me atrevería a decir (poniéndome filosófico) que el paradigma del “YO” como persona debería ir más allá de las células que llevan nuestro ADN y ser sustituido por el “YO + MIS BACTERIAS”.
Un estudio publicado por Monica Bodogai describe como en el intestino de ratones y macacos viejos, la presencia de la bacteria Akkermansia muciniphila es menor que en los indivíduos jóvenes. Esta menor presencia del microorganismo activa mecanismos inflamatorios (imagino que debido a que este nicho es ocupado por otra bacteria más negativa) que desencadenan lo que se conoce como resistencia a la insulina, uno de las causas de la diabetes de tipo II. Al parecer la disminución de la presencia de este microorganismo, y probablemente de otros también beneficiosos, hace que la fibra ingerida a través de los alimentos no se convierta en acidos de cadena corta, como el butirato y el acetoacetato. Según Bodogai y su equipo la pérdida de butirato en el instestino desarrolla una reacción en cadena del sistema inmune que como resultado produce que las células de los ratones ignoren la presencia de insulina. Cuando esto ocurre el organismo no pone en marcha los mecanismos para que las células capten el azúcar circulante y el resultado son los niveles elevados de azúcar en sangre que se observan en los diabéticos.
Lo curioso es que el uso de un antibiótico llamado erofloxacina equilibra de nuevo las poblaciones de Akkermansia muciniphila y las células de nuevo responden a la insulina. Lo mismo ocurre dando suplementos de butirato.
Esto sugiere una nueva vía para el tratamiento de la diabetes de tipo II, o al menos un complemento, basado en la suplementación de butirato o bien mediante la ingesta de probióticos productores de éste, como Akkermansia muciniphila, que seguro que no pasará desapercibido en el entorno de las ciencias de la salud a partir de ahora.