Revista Cocina

Y vos, ¿de qué lado estás? (La batalla del mazapán)

Por Rutinacortadaacuchillo @RCACoficial

Publicado el ago 2, 2013 en Postres de Autor, ´

Nos hemos reunido varios blogs a discutir un tema crucial en la vida de cualquiera: El mazapán. Imaginate esto como una suerte de reunión de consorcio (cada uno trajo sus sillas) pero con dos bandos bien definidos.

Escuchá (o lee) las dos posturas y unite a una. En esta batalla no existen los grises. Por un lado están los que bancan el mazapán, ahí están Aniko de Viajando por Ahí y Vero de Me fui a la goma. Del otro lado, los no mazapaneros, Marcos de Me fui a la Goma, Jota y Dani de Marcando el Polo y los tres autores de Rutina Cortada a Cuchillo.

Los mazapaneros trajeron un argumento re armado y prolijo. Los no mazapaneros van soltando todo en el momento y hasta se interrumpen entre ellos.

Los no mazapaneros

Las paredes del hall de entrada hacen que la voz de la gente tenga eco. Se escucha a uno relatar una regresión: “Sos más feo que el mazapán” solía ser un insulto duro cuando éramos pibes, una puñalada al corazón. Debe ser por eso que el mazapán nos retrotrae (gran palabra) a la infancia. A esos cumpleaños donde solían aparecer arriba de la torta figuras extrañas de dudoso material.

Queremos ser claros: el mazapán de movida viene mal parido. El nombre, la palabra: Maza-pán. Y además el mazapán no tiene pan, es un engaño. También es un asco (si lo decís en voz alta fijate que pronuncias ajjjjjco).

Interrumpe uno del mismo equipo y cita a un famoso internacional:

“Estamos en la Edad de la Tecnología, pero a pesar de los avances de la misma todavía no podemos librarnos de las cosas que ponen en peligro la existencia de la raza humana, como los desastres naturales, epidemias o el mazapán” Bill Gates.

Jota de Marcando el Polo toma ahora la palabra (con su mano izquierda) y relata con pasión como su tía Andrea era (sigue siendo, aclara) una artesana de la masa, y por eso llevaba el apodo “La tía Utilísima”. Dice conmocionado: “Todos queríamos que Andrea nos hiciera la torta de cumpleaños porque sabíamos que la decoración iba a ser la envidia de todos nuestros amigos. No sabíamos bien de qué estaban hechos esos Power Rangers o los jugadores de Vélez, pero qué bien que les quedaban”. Cuenta la leyenda que la torta se terminaba y siempre había algún primo que quería comerse un pedazo de Chilavert. “NO DEJÁ ESO!, que te podés morir si lo comés… ¡salame!” gritaba la abuela Dita. Andrea, conocedora de sus productos, acotaba con su clásica voz finita “No Dita, no se va a morir, se puede comer”. Se escuchaban murmullos y Chilavert volvía a su lugar en la cancha. “Es mazapán”, acotaba alguno, la nueva mala palabra. Las tortas de la tía eran lindas, pero sus muñequitos tenían la reputación de las masitas de Yiya Murano.

No conforme con esto y lleno de intriga, un día Jota se embarcó en una aventura (casi como un deporte extremo pero con más posibilidades de morir): probó el mazapán. Extiende el relato: “La torta había quedado en la heladera de mi casa, todos los invitados ya se habían ido. Abrí la puerta sigiloso y por primera vez, en vez de pasar el dedo índice por la cobertura de dulce de leche, le arranqué un brazo al Power negro, mi preferido. Me subió un cosquilleo por la espalda, como cuando probé el amargo El Obrero de mi abuelo o el Cepita de uva verde que encanutaba mi bisabuela Aída. El brazo justiciero se me apelmazó en la boca, se me pegó en el paladar y los dientes se me tiñeron de color pomada. Temí por mi vida, la profecía de la abuela Dita se estaba cumpliendo. Corrí al baño, escupí y me hice buches con enjuague bucal. Yo sobreviví, pero una de cada mil quinientas trece personas no la cuenta.”

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Ahora en vez de a Chilavert encontrás estos pájaros enojados (guiño guiño).

Marcos, de Me fui a la goma, casi interrumpiendo a Jota, pero claramente sin querer, cuenta que arrastra algunos traumas a raíz del mazapán. Aparentemente es un tema de familia que con los años se ha ido poniendo peor.

Pasa que la historia familiar de este muchacho es realmente compleja. Cuenta que corría el año 1920, y en La Coruña, Galicia, su bisabuelo Benito probaba por primera vez el mazapán de la torta de bautismo de su primo. Se dice que en ese momento, se lo oyó a Benito lanzar un grito ahogado y decir en gallego antiguo las siguientes palabras, las cuales se convertirían luego en el lema familiar: ¡Esto es una cagada!

Años después Benito viajaría a la Argentina, y perjuraría que jamás de los jamases el mazapán entraría a su familia, y que además no permitiría ver a los Benvenuto los domingos (cosa de españoles contra italianos). Y así fue. Generaciones y generaciones han pasado, y todos, absolutamente todos en el seno familiar, fueron protegidos del mazapán, gracias a la valentía y sacrificio del bisabuelo. Eso no es todo, en la familia de Marcos también odian a Ignacio Copani.

Despúes de contar esto y totalmente exaltado Marcos completó con lo que viene a continuación. Grita como un loco y tiene los pelos parados: “Para que quede claro: en mi familia el mazapán es un tema serio. Las tortas de quince y casamiento están absolutamente prohibidas. Y, en caso de que seamos invitados a una fiesta donde no se conoce la tradición, está mal visto y es de total mal gusto aceptar porción de la torta recubierta con tamaña aberración culinaria. No importa si nos sacamos el ramo, si la novia o el novio son nuestros amigos de la infancia, o si tenemos baja la glucosa a niveles mortales: llegar a probar el mazapán implica la expulsión y reprobación del entorno familiar entero.”

Y este trauma se complicó aún más cuando su familia, en el cumpleaños de su ahijado, descubrió que Vero, su novia, es fanática del mazapán. ¡El tole-tole que se armó!, Extrañamente había una torta con mazapán (alguien la había llevado desconociendo la tradición familiar). Probablemente la persona que llevó la torta haya sido ajusticiada por hereje. Vero observó la torta y dijo: “¡Ay, mazapán! ¡AMO EL MAZAPÁN!”. En ese momento el salón quedó en silencio. Los ojos de todos se posaron sobre ella y en el lugar resonaban sus palabras (“AMO EL MAZAPÁN, AMO EL MAZAPÁN, AMO EL MAZAPÁN….”). Marcos jura que hasta ese momento no lo sabía. Ella, sin prestar atención, comenzó a comerlo, y entonces fue que algunos invitados salieron del lugar asqueados, otros se descompusieron en el medio del salón, e incluso algunos tomaron cuchillos para cortarse las venas o asesinar a Vero. Reinaba el caos. La tradición de su bisabuelo había sido manchada. Al menos nadie murió, todos sabemos que los cuchillos para torta son inútiles, no cortan un cuerno.

Años después y terapia de por medio, decidió aceptar a Vero por lo que es (al menos no es fanática de Francella). Su familia está en ese proceso, pero ya han dejado en claro que no podrán casarse, y ni ser enterrados en el mismo cementerio. La memoria de su bisabuelo y el lema familiar no lo permiten.

De todas formas Marcos se sensibiliza y nos cuenta: “Desde hace unos meses también soy activista en contra de la “mazafobia”, participo en todas las “marchas del orgullo mazapán” e intento integrar a estas personas con gustos diferentes, porque, aunque no los comparto para nada, son personas. Uno no lo entiende hasta que no le toca de cerca, como a mí.”

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Ese perro tiene rabia.

Gente en la entrada del edificio gritan con carteles que tienen historias sobre repudio al mazapán. Aparece en escena un proyector y la pared del hall de entrada se llena de gráficos de tortas (sin mazapán claramente): Cuando se acerca la hora de comer una porción, el 90% (93,5%según fuentes no oficiales) deja el mazapán al costado del plato de plástico. Las rutidísticas de los últimos 59 años son escalofriantes: sólo en 3 cumplaños celebrados se consumió el mazapán en su totalidad. Y en general se debió a la presencia de personas realmente adictas y que terminaron internadas en granjas por sobredosis.

“En 2012, 1 de cada 1.513 muertes fueron producto de atracones repentinos por ingerir alimentos de consistencia amenazadora, siendo el mazapán uno de los principales responsables. Se calcula que los casos aumentarán si no se trata el tema con responsabilidad.” Estudio realizado por la Food and Beverage University, Wisconsin, Massachusetts, Estados Unidos de Norteamérica.

¿Hay lugar en este mundo para el mazapán? Los estudios de la Food and Beverage University, Wisconsin, Massachusetts, Estados Unidos de Norteamérica son reveladores y alarmantes. Entonces, ¿por qué hay gente que todavía insiste en decorar las tortas cumpleañeras con este masacote que ni siquiera es de pan como su nombre sugiere? Teniendo tantas alternativas para decorar las tortas como los confites de chocolate, las granas para armar el pastito de la canchita de fútbol, esa sí que es una masa (no confundir con “maza”, que es un asco).

Un valiente se pone de pie y mientras seca lágrimas de emoción, casi susurra: ¿Qué consejo me dio mi padre cuando cumplí 6 años? Evitá muertes innecesarias, alejate del mazapán y siempre dudá de quien te diga que no es más que una pasta de almendras.

Las mazafans

Se oye un carraspeo. Vero y Aniko esperan, con la paciencia y paz que caracteriza a toda persona amante del mazapán, a que el resto del grupo deje de tirar estadísticas y proverbios dudosos y les den la palabra. Vero se sube a una silla y, con Aniko que la alienta con bombos y platillos de mazapán, comienza su discurso. Porque es hora que las defensoras del mazapán se hagan escuchar.

Siempre pensé que era una elegida al ser una de las pocas personas en el mundo que aman, adoran y veneran el mazapán. Es dulce, rico, tiene gusto a almendras, ¡pero por favor!… ¡es una delicia!

Y se potenciaba mi pensamiento al saber que, como a nadie le gustaba, siempre iba a haber más mazapán para mí. Pero ¿saben qué? Que a nadie le guste es realmente una maldición. Porque el mazapán no se encuentra tan fácilmente. Casamientos, cumpleaños de quince, bautismos y pará de contar. ¿Saben hace cuánto no tengo una fiesta de esas?

La abstinencia es terrible. Me paso horas viendo programas de preparación de tortas mientras se me hace agua la boca. Marcos no me entiende, claro. Solo atina a acariciarme la cabeza y mirarme con lástima. Intenta comprenderme pero le cuesta (algún tema tiene su familia con el mazapán que nunca entendí muy bien).

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—A cada palabra de Vero, Aniko asiente y sonríe. Porque así son las chicas a favor del mazapán: personas con mucho amor, que se dan fuerzas y apoyo mutuo—

Decidí aprovechar este espacio más que para defender mi posición, hacer público el deseo de que se comience a utilizar el mazapán en otros ámbitos que no sean los quince o los casamientos. Y para contactar a mazapaneros alrededor del mundo. ¡Sí, yo sé que estás ahí, no tengas miedo! ¡Juntos podemos más(apán)!

¿Se imaginan un mundo dónde el mazapán esté presente en la vida cotidiana? Mazapán en la pasta frola, galletitas de mazapán, mate con mazapán, sándwich de jamón, mazapán y tomate, mazapán a los cuatro quesos, ensalada de mazapán y rúcula…. ¡Ahhhhh! ¡Soñar no cuesta nada!

Con Aniko, la mazafán número uno de la Argentina, estamos formando la OMAP (Organización Mazapán Al Poder) para llevar al mazapán a un nuevo nivel. Nos juntamos todos los domingos 7.30 de la mañana abajo del puente de Juan B. Justo a comer mazapán y discutir sus problemáticas, como el sabor o los distintos colores que existen. El horario puede variar en función a la emisión del programa “El Mazapán Juguetón” que se emite los domingos por “Inútilisima” de 6 a 7 de la mañana.

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Y ya comenzamos con acciones concretas. Yo no puedo entender cómo puede ser que en las plazas y parques se venda esa asquerosidad hecha con azúcar en forma de nube que se te pega en los dedos ¡y no se venda mazapán! Es por eso que la semana pasada enviamos un petitorio con dos firmas y media (iban a ser como tres, pero se nos quedó sin tinta la lapicera) al concejo deliberante de Florencio Varela, para que por ordenanza municipal se garantice el acceso al mazapán en plazas públicas. Se lo dejé al de seguridad de la municipalidad, y me dijo que lo iban a tener en cuenta.

Así que ya sabés, actualmente la OMAP solo tiene dos miembros, y cantidades industriales de mazapán ¡pero podemos ser muchos más mazafans! ¡sumate!

Aniko aplaude con todas sus fuerzas. Se abrazan. Ambas están orgullosas de ser parte de esa organización tan prometedora. Para cerrar el acto, Aniko se pone su corona de mazapán, come un pedacito y se sube a la silla de la que acaba de bajar Vero. Siente que es necesario sentar las bases de la batalla (algo que tendría que haberse hecho al principio pero no se pudo porque así son los no-mazapaneros: atolondrados).

Antes de empezar, quiero hacer una aclaración muy importante: el verdadero mazapán (el que defiendo a muerte) es el casero, el que se hace con almendras molidas y nada más. Quienes solamente probaron el mazapán empaquetado, con conservantes o producido a gran escala no están capacitados para hablar: no conocen el verdadero mazapán. Tampoco hay que confundirlo con el fondant (una cobertura de torta que quiere parecerse al mazapán pero no lo logra ni cerca). Así que antes de defenestrar al mazapán pregúntense si realmente conocen el mazapán. Puede que los hayan engañado toda su vida.

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Fondant. Esto NO es mazapán.

Me hice mazafán un 29 de julio de 1980ypico gracias a Marisa (Oh Alabada Seas Diosa del Mazapán), la prima de mi mamá, quien me regaló una canastita con frutitas de mazapán (preparadas por ella). Fue amor a primer bocado. ¿Cómo no me iba a gustar? El olor a almendras es irresistible, la textura es perfecta (suave pero no blandengue, porosa pero no se deshace), el tamaño es ideal (con una frutita alcanza, no hace falta bajarse una docena para sentirse satisfecho).

Pero Marisa (Oh Alabada Seas Reina y Señora de la Cofradía de los Mazapaneros) me lo advirtió desde el primer día: “El mazapán es un incomprendido, la gente lo ama o lo odia”. Y yo decidí elegir el amor y no la guerra.

frutitas de mazapán

Frutitas de mazapán.

Pasaron casi 28 años desde que me enamoré del mazapán y todavía no puedo entender por qué tiene tan mala prensa: está hecho de almendras, no de caca ni de agua de zanja, como escuché que dijeron algunos. Estoy segura (creo que apostaría mi vida por esta afirmación) de que quienes dicen odiar el mazapán no sienten el mismo rechazo hacia las almendras (que son, para que sepan, el único ingrediente de la pasta base del mazapán, ya que esta delicia no contiene ninguno de los siguientes ingredientes que muchas veces se mencionan erróneamente como parte de su receta: maní, leche condensada, semillas de calabaza, arroz, nueces). Debe haber muy poca gente que diga “las almendras son un asco” con el mismo ímpetu con que dice “el mazapán es un asco”. Dense cuenta, entonces, de que plantean algo ridículo. Lo suyo es puro capricho: “Me gusta la papa pero no el puré”, “me gusta el agua pero no el hielo”. Eso es un TOC bastante serio: que te guste la almendra pero no el mazapán habla de cierto desorden mental.

Por eso me siento capacitada para afirmar que el mazapán es salud. Se sabe que la almendra y todo lo que proviene de ella (como Spinetta) es buena para el cerebro. Los estudios del Mázapan Institute dicen que las almendras hacen que nuestro cerebro genere dopamina y adrenalina, dos neurotransmisores que potencian el buen humor. Eso explica por qué los que amamos el mazapán somos gente feliz y por qué aquellos que lo odian son unos amargados que se revuelcan en su odio, se autoflagelan (“Prefiero tomar agua de zanja antes que comer mazapán”, dijo Marcos), desean la muerte (“Muerte al mazapán”, dijo Laura Lazzarino, quien hoy no pudo venir a esta reunión) y generan guerras (“La batalla del mazapán” fue un título propuesto por RCC, claros detractores del mazapán y gente llena de violencia. Nosotras quisimos bautizar este post “El Mazapán es Amor”, pero no nos dejaron porque no les gusta el amor).

Torta con cobertura de mazapán.

Torta con cobertura de mazapán.

Para terminar, quisiera compartir con ustedes un fragmento de mi Oda al Mazapán.

Aniko aclara la gargante, ingiere otra porción de su corona, despliega la bandera de la OMAP y recita:

Mucho se habla del mazapán

pero poco se sabe de él.

Lo acusan de muchas cosas:

de ser retro,

de no ser comestible,

de ser porcelana fría,

de ser salado,

de arruinar los postres,

de no tener razón de existir.

Hago una búsqueda

y Google dice:

“El mazapán es feo”

“El mazapán engorda”

“El mazapán es comestible”.

Es injusta la vida del mazapán,

uno de los grandes incomprendidos de nuestra época:

en los cumpleaños queda en los platos,

nadie lo quiere en las tortas,

muchos lo prefieren de adorno,

es el excluido entre los turrones,

el paria entre los dulces.

Si aparece en Navidad

se come por compromiso

—o ni siquiera eso—.

Si no hay, nadie se da cuenta,

total,

¿a quién le importa el sueldo

del fabricante de mazapán?

Vero y yo proponemos la Revolución Reivindicadora del Mazapán: basta de sacarlo de las tortas, basta de mirarlo con asco, basta de dudar de él. Llenemos el mundo de más-amor. Y si no quieren sumarse es una pena. Lo bueno es que quedará más mazapán para nosotras.

Vero y Aniko se secan las lágrimas de alegría, tiran papel picado, rompen una piñata y saltan alrededor de la gente. Son dos chicas felices y no les avergüenza demostrarlo. Larga vida al mazapán.

Mazapán en India. Foto de @mochilasenviaje

Mazapán en India. Foto de @mochilasenviaje


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