Revista Cultura y Ocio
Sólo han pasado unas semanas desde que hablamos aquí de “Relayer”, en nuestra opinión, el disco que ponía fin a la etapa más creativa de Yes y desde entonces hemos vuelto a escuchar con atención los trabajos inmediatamente posteriores de la banda, dos de los cuales nos ocuparán en esta y en la próxima entrada del blog. Por algún tipo de desavenencias, nunca aclaradas del todo por ninguno de sus protagonistas, el teclista Patrick Moraz dejó de formar parte del grupo. Entre la grabación de “Relayer” y la del siguiente trabajo, la banda tuvo tiempo de hacer una gira con aquel trabajo, de tomarse un descanso para que cada miembro pudiera publicar sus propios trabajos en solitario, algo que para todos ellos era una experiencia nueva. Jon Anderson publicó “Olias of Sunhillow”, Chris Squire su “Fish Out ot Water”, Steve Howe, “Beginnings”, Alan White, “Ramshakled” y Patrick Moraz, “Story of I”. Tras este breve hiato, la banda se volvió a reunir para una nueva gira por Norteamérica en cuyo repertorio se incluían algunos temas de los cinco discos en solitario de cada uno de sus miembros. A la conclusión, empezaron los planes para un nuevo trabajo y las correspondientes sesiones en Suiza, a donde la banda se había trasladado por motivos fiscales. Fue ahí donde surgieron los problemas con Moraz aunque no está claro si esto ocurrió antes o después de que alguien sugiriera contratar a Rick Wakeman ¡como músico de sesión! Para el disco.
La cuestión es que Moraz abandonó Yes y su sustituto iba a ser su carismático antecesor en el puesto. Fue aquella una reunión muy especial para Wakeman quien manifestó en alguna ocasión que la banda que el dejó tenía muy poco que ver con la que encontró a su regreso, mucho más madura hasta el punto en que, según el teclista, empezaron a conocerse casi desde cero. Lo cierto es que la labor de Rick en el disco se limitó a la interpretación sin llegar a aportar ninguna composición, algo lógico ya que todo el trabajo estaba hecho cuando él llegó.
“Going for the One” - Un riff con aire a viejo rock'n'roll abre una pieza que empieza a tomar forma con la entrada de la voz de Anderson y los clásicos coros de la banda. Es un comienzo abrumador, lejos de las largas introducciones de discos anteriores y no permite apenas respiro. Está claro que el hecho de concentrar todas las ideas de la canción en cinco minutos obliga a esto y el resultado es estupendo. El sabor del rock clásico, como decimos, está muy presente y apenas hay tiempo para disfrutar los veloces teclados de Wakeman o las guitarras, siempre atinadas de Steve Howe pero, a pesar de todo, es una canción con el inconfundible sello de Yes (firmada por Anderson en solitario) que contó con una gran acogida.
“Turn of the Century” - Muy diferente es el siguiente corte del disco introducido por una preciosa guitarra acústica que es el único acompañamiento de la voz de Anderson en los primeros instantes. A título de curiosidad, hay una breve melodía a cargo del propio Howe que bien pudo inspirar el célebre tema de saxo de “Baker Street”, el éxito de Gerry Rafferty que apareció pocos meses después. Estamos, en todo caso, ante una balada magnífica a la que Jon Anderson saca todo el partido. Es, además, el único tema del disco que firma Alan White y lo hace junto con los citados Anderson y Howe. La segunda parte de la pieza nos regala un extraordinario pasaje en el que el piano de Wakeman dialoga con el bajo de Chris Squire de forma memorable. Se incorpora enseguida la guitarra de Howe y la pieza alcanza niveles de excelencia elevadísimos, a la altura de lo mejor de la banda en discos anteriores. El cierre, de nuevo con Howe a la guitarra acústica, es delicioso.
“Paralells” - Wakeman se pone ante las teclas del órgano de la iglesia de St.Martin en Vevey, para ejecutar una introducción solemne que desemboca en una robusta canción sostenida siempre en el colchón proporcionado por Rick. El tema es la aportación de Squire al disco en el apartado compositivo y contiene el clásico despliegue de recursos de la banda además de mostrarnos a un Howe en estado de gracia, por encima del siempre excesivo Wakeman que aquí se encuentra como un niño con zapatos nuevos frente a un órgano que le permite esa grandilocuencia a la que es tan dado a veces.
“Wonderous Stories” - Anderson ejerce en el disco como el líder de la banda y firma aquí su segunda pieza en solitario (participa como autor en todas las del disco salvo en “Parallels”). Se trata de otra balada de esas que tanto prodiga el vocalista y es también una de las canciones más breves del grupo en mucho tiempo, como corresponde al primer single del disco. No tiene, por tanto demasiada historia aunque en ella podemos escuchar los habituales solos de todos Wakeman y Howe, mucho más subordinados al conjunto que de costumbre.
“Awaken” - No podía terminar el disco sin una larga suite y esta llega para ocupar la mayor parte de la “cara b” del disco. Escrita por Anderson y Howe, recuerda en el comienzo a algunos momentos del “Tales from Topographic Oceans”, justo hasta que suena el “riff” central de la pieza que nos introduce en una aventura fascinante. Para muchos, incluídos los propios miembros de la banda, “Awaken” está entre las mejores cosas que jamás se grabaron bajo el nombre de Yes y damos fe de lo atinado de la afirmación. Con una estructura compleja, cambios constantes de ritmo y un desarrollo laberíntico, en esta composición se resumen las mejores cualidades de una banda ya mítica. Wakeman vuelve al órgano pero aquí todo suena ajustado, preciso, sin que sobre nada. Lo mejor, sin embargo, está por llegar. Tras una pausa comenzamos a escuchar una sutil pulsación metálica alrededor de la que crecen auténticas estructuras de teclados (piano, órgano, mellotron...) de gran belleza (que inspirarían, probablemente, a Mike Oldfield para su “Incantations”). Anderson ejecuta el arpa como preludio de su emotiva intervención vocal, una auténtica invocación espiritual, un nuevo “padrenuestro” con el que Anderson practicamente despide un trabajo excelente: “Master of images / Songs cast a light on you / Hark thru dark ties / That tunnel us out of sane existence / In challenge as direct / As eyes see young stars assemble / Master of light / All pure chance / As exists cross divided / In all encircling mode / Oh closely guided plan / Awaken in our heart / Master of soul / Set to touch / All impenetrable youth / Ask away / That thought be contact / With all that's clear / Be honest with yourself / There's no doubt / No doubt / Master of time / Setting sail / Over all our lands / And as we look / Forever closer / Shall we now bid / Farewell farewell...”
Con “Going for the One”, Yes vuelven a esquemas propios de la etapa anterior de la banda, a un sonido más puramente progresivo y renunciando al acercamiento al jazz del disco anterior. En el apartado estético, curiosamente el cambio fue en otro sentido: en lugar de seguir con las portadas de Roger Dean se pasaron al bando de la gente de Hypgnosis, responsables del diseño de alguna de las mejores portadas de discos de la historia del rock y relacionados, principalmente, con la carrera de Pink Floyd (aunque muchos otros grandes como Led Zeppelin, Genesis, AC/DC o Alan Parsons pasaron también por el estudio de diseño del equipo). El disco conserva, eso sí, el logotipo clásico de la banda que diseñó Dean en su momento.
Pese a lo que indicábamos en la introducción y en la anterior entrada dedicada a Yes cuando señalamos que “Going for the One” era, en cierto modo, un paso atrás en la evolución de la banda, de ninguna forma queríamos decir que se tratase de un mal disco. Al contrario, nos parece un trabajo magnífico tomado de forma aislada y nuestras críticas aparecen al ubicarlo dentro de una linea temporal en la que lo vemos como un retorno a caminos ya recorridos con anterioridad. Esta tendencia no iba a consolidarse ni mucho menos en discos posteriores en los que asistiríamos a una cara absolutamente diferente de la banda, algo que comenzaremos a ver en la próxima entrada.
Os dejamos con un breve documental sobre la grabación del disco: