Revista Cine

Yo quiero vivir en un avión

Publicado el 07 junio 2018 por Key Hunters @zapatoalacabeza
El otro día volé en primera clase.
No, perdón, primera clase no. Business. Que es un poco menos, pero nos vale.
Mi empresa me ha mandado a Boston unos días para enseñar a un montón de médicos a utilizar el software que he programado para un estudio clínico (a eso me dedico ahora mismo. Programo software para estudios clínicos) y, como las compañías farmacéuticas por lo general están forradas de pasta y además creo que para vuelos largos están legalmente obligados a subirme de nivel -creo. No lo tengo claro-, en el avión me han mandado a la clase business. Que creo que en español se llama clase ejecutiva, pero eso no se lo he oído usar a nadie en la vida, así que quedémonos con business.
Les estaba contando el otro día por Skype a mis padres en qué consiste este asunto, y al acabar la conversación me di cuenta de que esto tenía que dejarlo por escrito, mitad para ilustrar al paisano común que no tienen ni idea de cómo va el asunto (a.k.a. yo cuando me tengo que pagar los vuelos), mitad para acordarme de esto en un futuro porque, dado que ni programar estudios clínicos ni escribir chorradas en un blog tienen pinta de ser el camino para hacerme millonaria, me da que no voy a volver a viajar así en la vida.
El vuelo Londres - Boston fue de día y duró algo más de siete horas.
Las clases pijas que yo conocía consistían en asientos más grandes y más mulliditos de lo habitual, con una plaza libre en medio de cada dos para no tener que pelear por los reposabrazos, en los que te dan comida todo el rato y los auxiliares de vuelo son especialmente amables. Esto lo sé porque hace años, yendo con mis padres y mi hermana a Austria, un overbooking estupendo hizo que no hubiera hueco para todos, así que nos informaron de que uno de nosotros iba a ser enviado sin coste adicional a la sección de la gente pudiente. Porque mis padres son gente maja y supongo que para el horror de mi hermana -que no se quejó nada, he de decir-, se decidió, no recuerdo muy bien cómo, que la afortunada iba a ser yo.
Así que creía estar preparada para lo que me iba a encontrar, pero resulta que, como os conté hace poco, volar ha cambiado mogollón en los últimos años, y ahora en algunas aerolíneas este tipo de viajes tienen una pinta diferente (o igual fue así siempre y yo no me he enterado porque soy una simple plebeya y no me veo a menudo en este tipo de situaciones. A saber).
Lo primero que tengo que decir es que todo esto pasa en un avión de dos pisos, siendo mi sección, faltaría más, la de arriba. No voy a ir abajo con los pobres. Mi plaza es tal que así:
British Airways Clase Business
Esto es si vuelas con British Airways (y ni siquiera sé si en todos sus aviones es igual), aunque mi compañero voló con Aer Lingus y por lo que he visto en fotos es por el estilo.
Os explico lo que veis en la foto para que entendáis luego a qué me refiero con cada cosa:
1. El asiento se reclina hasta ponerse en posición casi horizontal.
2. El cacharro negro que veis en la pared curva de la izquierda es una banqueta que se despliega para que puedas poner los pies y quedarte frito.
3. La pantalla muestra pelis, juegos, música y un chat para hablar con otros pasajeros. Esto se controla con un mando a distancia que hay enganchado a la pared (pegado al asiento), y es igual para todos los pasajeros del avión, estén en la clase en la que estén.
4. Lo que hay a la altura del suelo es un cajón para que puedas guardar tus cosas.
5. La lámina ondulada vertical semitransparente es una pared que se sube y se baja en función de si quieres verle o no el careto a tu vecino. Como se intuye en la foto, los pasajeros están uno enfrente del otro, compartiendo lateral de la cápsula en la que se encuentra cada uno, así que si la pared no está desplegada puedes con total comodidad meterle un dedo en el ojo a tu compañero de vuelo. Esta pared tiene que estar bajada hasta completar el despegue.
Llego a mi sitio decidida a fingir que yo cojo vuelos de éstos como el ciudadano de a pie coge autobuses.
No me ha dado tiempo a sentarme y ya tengo allí a una auxiliar de vuelo muy maja que viene a traerme una botella de agua.
La primera cosa que mola de volar en este plan es que no hay agobios por si te van a cobrar esto o lo otro. Aquí es gratis todo. Aunque con lo que has pagado por el billete, sólo faltaba, ahora que lo pienso.
Cojo la botella y doy las gracias, mirando a mi asiento lleno de cosas -mi mochila, mi gabardina, mi pañuelo, una almohada y una bolsa de lona que aún no sé qué contiene. Mi trolley no, porque ya lo he metido en el compartimento para equipajes que hay encima de mi sitio y que es para mí sola-. Azafata detecta mi desorientación e intenta ayudarme.
Azafata - Puede poner el agua en el cajón si quiere.*
Qué cajón, señora, de qué me está usted hablando.
Yo - Mmmmm perdona, ¿qué cajón dices?
Azafata señala al cajón que describo en el punto 4 de la lista sonriendo como si señalar cajones fuera su pasión en la vida.
Yo - ¡Aaaahh gracias!
Azafata - Y si me da su abrigo lo puedo guardar -levanta una percha que lleva en la mano-
GUARDARROPA, COLEGAS. EN UN AVIÓN.
Le doy mi gabardina a Azafata, meto el agua en el cajón, despejo mi asiento para poder sentarme y me pongo a coger lo que me hace falta de mi mochila.
Noto una presencia.
Levanto la vista.
¡Tengo un vecino!
Uy, parece un poco mustio, ¿no?
Mmmm muy mustio, de hecho.
Un hombre de mediana edad me observa con una palpable combinación de desprecio y desidia, su cara diciendo "otra simple campesina a la que han mandado con la élite porque le han vendido su billete a otros dos o tres campesinos a la vez".
Yo empeñada en mimetizarme con el entorno y este señor en menos de cinco minutos ya tiene claro que comparada con ellos soy más pobre que las ratas. A este hombre vamos a llamarle Mr. Curmudgeon. Curmy para abreviar.
Yo - ¡Hola!Curmy - Hola.
Cojo la bolsa de lona que menciono arriba, que está precintada, y la levanto a la altura de mi cara para que Curmy la vea.
Yo - ¿Qué es esto?
Curmy parece que intenta, sin éxito, ocultar el infinito desdén que mi persona le genera, y me dice, con el desparpajo que le caracteriza:
Curmy - Mantas.
Mantas. En plural.
Yo - ¡Gracias!
Pido ayuda a Azafata, que rompe el precinto a lo burro y me devuelve mi bolsa. Dentro hay una colcha para poner sobre el asiento, una manta y un edredón. También me dan un neceser con cepillo y pasta de dientes, jabón y un boli.
Todo muy guay, pero resulta que hay un pasajero que no aparece y su equipaje va a bordo, así que no podemos despegar.
INCISO
Por si no lo sabéis, un vuelo no puede despegar si contiene una maleta sin dueño. O sea, al final despega, pero esperan todo lo posible y, si realmente no aparece el pasajero, tienen que meterse a buscar el equipaje huérfano y sacarlo de ahí, así que obviamente hacen lo posible por retrasar la salida. Así que si algún día tenéis un miembro del grupo que no va a llegar a tiempo para el despegue, facturad una maleta y no os subáis al avión QUIÉN HA DICHO ESO YO NO ES UN CONSEJO TERRIBLE NO LO HAGÁIS ES SÚPER INMORAL (y si lo hacéis la culpa es de mi amiga Lily, que fue la que me contó este asunto).
No, en serio, si hacéis esto y os pillan es más que probable que la aerolínea os ponga en una lista negra de por vida (sí, lo de las listas negras existe, aquí tenéis un ejemplo sacado directamente de la página de Delta Airlines).

FIN DEL INCISO
Aprovecho el tiempo de espera para leer un rato y para hablar con Nero, mi compañero de piso italiano del que habréis oído hablar en facebook de vez en cuando porque a veces hace cosas muy de italiano y me veo en la obligación de publicarlas. A este tío le pirran los EEUU, así que cuando supe que me iba a Boston le dije que se viniera. Y ahí estamos, yo en la planta de arriba, él en la planta de abajo, hablando por telegram y por el chat del avión, que por cierto es una mierda de sistema e incomodísimo de utilizar -el chat, no telegram. Telegram está bien-.
Le mando una foto del menú. Porque me han dado un menú, del cual tengo que elegir un plato principal. Elijo pato, más por ir acorde con el pijerío general que por otra cosa.
Menú de la clase business de British Airways
Aparece el pasajero perdido, despegamos después de ver el muy entretenido vídeo de seguridad de British Airways y, en cuanto estamos estables, un montón de auxiliares empiezan a revolotear entre los pasajeros ofreciendo bebidas. Un azafato se pone nervioso cuando le digo por tercera vez que con la botella de agua que me dieron al principio estoy cubierta y me ofrece, angustiado, una copa de champán. Le digo que el champán no es lo mío y me dice que lo suyo tampoco, pero que se lo toma por cumplir en celebraciones varias. Me cae bien.
Una vez consigo que dejen de ofrecerme cosas me levanto para lavarme las manos. Recorro los tres metros que me separan del final de la cabina y entro en el baño.
El baño, atención, tiene bancos de cuero, un espejo de cuerpo entero y es más o menos igual de grande que el cuarto de baño que tengo yo en casa. Sólo le falta una ducha.
Cuarto de baño de la clase business de British Airways
Deambulo por el habitáculo mientras me seco las manos, aún flipando bastante, y aquí me doy cuenta de una de las dos razones por la cual, en contra de lo que yo pensaba hasta este día, volar en business no es una pomposidad innecesaria sino, según el caso, una muy buena inversión:
Razón 1: Este baño, que como comento tiene un espejo de cuerpo entero, además de una percha, asientos y espacio suficiente como para cambiarse de ropa cómodamente y arreglarse en condiciones, puede ser la diferencia entre aparecer hecho una piltrafa o con una pinta fabulosa si se tiene una reunión o una entrevista de trabajo esperando a media hora del aeropuerto de destino, cosa que según el día que estés teniendo se puede traducir en cerrar o no un trato o en conseguir o no un empleo.
También os digo, en mi vuelo de vuelta fui en business otra vez y el baño era uno de los cutres de toda la vida, así que parece ser que tampoco se puede uno fiar de poder contar con esto. Pero si se tiene puede ser realmente muy útil.
Al salir del baño, Curmy está peleándose con nuestro separador ondulado.
Yo - Qué, ¿no funciona?Curmy - No -presiona frenéticamente el botón que debería estar levantando la barrera, pero nada-. Vamos, que tampoco me importa que se quede bajado, ¿eh?
Mira, Curmy, tienes ahora mismo tantas ganas de levantar ese muro que en cuanto quites el modo avión del móvil vas a tener siete llamadas perdidas de la Casa Blanca ofreciéndote un puesto en el gobierno.
Yo - No claro, si se queda bajado no pasa nada, pero como estoy todo el rato con el mando del chat, que hace un ruido que no veas, si lo subimos, mejor, y así no te molesto.
Me dedica otra mirada desdeñosa antes de rendirse y dejar el separador bajado. No me digas que voy a tener que ver la amarga expresión del amigo Curmy durante seis horas y media, porque me puede dar algo.
Afortunadamente, al cabo de un rato aparece el auxiliar que toma champán en fiestas por cumplir y activa la pared que me otorgará unas cuantas horas de muy apreciada privacidad.
Después de esto me traen espárragos, mi pato, un montón de postres. Delicioso todo y además con las manos bien limpias porque los auxiliares han tenido a bien traernos a todos toallas húmedas calientes antes de cenar.
Del resto del vuelo tengo poco más que contar; leí un rato, me aburrí soberanamente viendo Call Me by your Name, recorrí todo el avión -qué cosa más grande- para ir a visitar a Nero un rato, dormí como una hora, merendé bizcochos y ya está. Aterricé en Boston fresca como una lechuga.
Y no tengo nada más que contar de ese trayecto, pero es que luego estuvo el vuelo de vuelta. Esto añade un par de detalles a este asunto, porque era un vuelo nocturno y eso significa que, además de todo lo que he mencionado ya, me dan también un par de calcetines (!), crema hidratante, bálsamo labial y un antifaz de ésos que llevan para dormir las señoras ricas en las películas. Aquí me dieron otro menú, pero comí muy poco porque esta gente me había dado de cenar ya en el aeropuerto. Y esto me lleva a la sala VIP.
La sala VIP es un área dentro del aeropuerto en la que te puedes sentar a esperar por tu vuelo; tienen un buffet con comida y bebida, periódicos, y te avisan cuando tienes que embarcar, pasando al avión por una entrada especial que te evita hacer cola.
A mí de esta sala nadie me dijo nada en el vuelo de ida, pero sé que Heathrow, que es el aeropuerto del que salí, tiene una, así que no tengo muy claro cómo funciona esto. El caso es que antes de despegar pude cenar sopa y probar un par de postres. Luego salí y esperé en la cola con el resto de los mortales porque no era cuestión de dejar a Nero por ahí abandonado, pero sabed que la sala ésa mola lo suyo.
Por último, en vuelos nocturnos te preguntan qué quieres hacer por la mañana con respecto a despertarte y desayunar. Hay tres opciones:
a) Te despiertan una hora y cuarto antes del aterrizaje y te dan un desayuno a lo bruto, en el que puedes elegir un plato caliente y bebidas varias. A mí me hicieron un batido y me trajeron croissants y napolitanas porque lo que tenían caliente no me iba mucho.
b) Te despiertan cincuenta minutos antes del aterrizaje y te dan té o café, y bollos.
c) Te despiertan cuarenta minutos antes del aterrizaje y te dan café o té pero nada más porque no da tiempo, y te recuerdan que tienes una sala VIP estupenda en la terminal de llegada en la que puedes desayunar a todo trapo y darte una ducha.
Yo elegí la opción a porque en este caso prefería comer a dormir, y aún así pude estar frita durante unas tres horas del tirón. Esto lo conseguí porque mi butaca, una vez reclinada y con el cacharro para los pies en su sitio, era prácticamente una cama. Mi vuelo salió como a las once de la noche de Boston y llegó a Londres hacia las diez de la mañana, hora británica. Las tres horas que dormí me permitieron permanecer despierta el resto del día, con lo que esa noche me fui a dormir a una hora más o menos normal. Y esto me lleva al segundo motivo por el cual viajar así no es ninguna tontería:
Razón 2: La posibilidad de dormir que te da volar en business puede ahorrarte estar una semana con un jet lag que te mueres. No sé si habéis sufrido esto, pero es horroroso. Estás medio dormido por el día, por la noche no te entra sueño ni a tiros, tienes hambre cuando no es; un desastre. Ahorrártelo es una maravilla.
Al final, ir en business convierte lo que normalmente sería tirar un día a la basura y acabar reventado, en un día más o menos normal, en el que además comes bien y puedes descansar. No te ahorras el follón del antes y el después del vuelo, pero desde luego en salud ganas una barbaridad.
Una pena que esté un pelín fuera de mi poder adquisitivo:
Precios Londres-Boston, ida y vuelta (día al azar)
A ver si cuela y la empresa me manda a otro sitio en este plan. O a ver si me hago rica y me puedo pagar estas cosas yo, ya que estamos.
*1 En inglés no existe eso de hablar de usted (a mí me parece una pérdida de tiempo también, así que bien por los ingleses), pero estoy segura hasta el infinito de que un auxiliar de vuelo business le habla de usted hasta al gato, así que así lo traduzco.

Volver a la Portada de Logo Paperblog