Bodegas Zárate se fundó en 1920 por Ernesto Zárate, quien además fue el iniciador de la Festa do Albariño, y desde entonces elabora vinos 100% Albariño de una gran calidad y fuerte personalidad. Actualmente, las riendas de la bodega están en manos de Locho y Rebeca, quienes con mucha amabilidad y simpatía, accedieron a recibirnos en sus dominios y compartir con nosotros sus métodos, filosofía y tiempo.
A día de hoy, Bodegas Zárate cuenta con 8 Ha de viñedo en propiedad, repartidas en varias parcelas, cada una con sus propias características y personalidad. La mayor parte del viñedo está plantado en el tradicional emparrado, y algunas parcelas cuentan con cepas centenarias, las más antiguas de la DO Rías Baixas, estando ya alguna finca plantada en espalderas. El suelo, eso sí, conserva siempre el manto vegetal propio, y al inicio de cada emparrado o espaldera, luce un hermoso rosal, método casi tan fiable, y desde luego mucho más entrañable de detectar la amenaza del mildiu, que la moderna estación meteorológica conectada con un centro de datos danés que se alza en un lateral. Además, la bodega está adscrita al sistema de producción integrada, el cual emplea al máximo los recursos y los mecanismos de producción natural mediante la introducción de técnicas respetuosas con el medio ambiente y la salud humana.
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En la bodega, viticultura de base tradicional con casi 100 años de historia, pero disponiendo de la tecnología más actual. Locho, muy influido por la enologóa borgoñona, da a sus uvas ciclos de prensado largos a baja presión, usa levaduras indígenas siempre que puede, pero no duda en sembrar los mostos para que arranque la fermentación si es necesario. Control de temperatura, incluído el fudre en el que nace su vino más distintivo, control estricto de la crianza en depósitos y madera, y dar al vino lo que necesita en cada momento, son las claves del trabajo en bodega de este creador de vinos formado en Burdeos, pero con fuerte raigambre en las Rías Baixas.
Un pequeño alpendre anexo a la bodega alberga la pequeña destilería, en la que expertos aguardenteiros venidos desde Sober destilan de forma tradicional los aguardientes de orujo de uva albariña, para dar origen a los distintos destilados que comercializa la bodega.
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Zárate 2010 se presenta amarillo pálido, con reflejos verdosos, algo turbio como corresponde a un vino que aún se hace en el acero. Aromas de buena intensidad, con mucha fruta blanca y de hueso y recuerdos herbáceos, pasando por boca con algo de carbónico y una acidez moderada, pero muy fresco y agradable.
Zárate Tras de Viña 2010 tiene un amarillo más apagado, con una nariz sorprendentemente mineral que envuelve a la fruta de hueso. En boca es intenso, acidez muy buena y buen final.
La joya de Zárate, El Palomar 2010, es un vino de colores más evolucionados, que nos dejó boquiabiertos cuando de primera impresión en nariz dominaban los aromas de la madera, café y toffee, pero que tras agitar daban paso a la frutosidad y a aromas algo amielados. En boca tenía menor acidez, pero aún muy fresca, a la vez que algo más de complejidad y enjundia.
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Fuera de las instalaciones, pude probar, como acompañante de una buena tanda de marisco gallego, un Zárate 2009 (DO Rías Baixas, blanco joven 100% Albariño, Zárate), que viste un color amarillo pajizo brillante, con reflejos pajizos y verdosos. Nariz de buena intensidad, agradable, con fruta blanca madura, fruta de hueso y notas de hierba fresca. En boca sorprende su intensa acidez, casi chirriante, que le hace ser muy fresco y desear otra copa, siendo a la vez muy frutal y con un final ligeramente amargoso de buena persistencia.
En resumen, un trabajo intenso en la finca, respetando al máximo la viña y dándole en cada momento lo que necesita; seguido en bodega por un proceso de claras raíces tradicionales pero sin dejar de lado la tecnología actual, da origen a unos vinos con fuerte personalidad, muy varietales, de acidez vivísima y mucho disfrute.
No quisiera terminar sin agradecer a mi padre por ponerme con contacto con Locho, y sobre todo, a Locho y Rebeca por recibirnos casi de sopetón, y ser unos magníficos anfitriones, con los que ya hemos quedado para volver con más calma.