Como veo que se me va otro día y que no voy a poder subir nada más hoy, y eso que tengo cosas que me gustaría contar y resúmenes de actividades de estos tres últimos meses que narrar, aquí os dejo otro Zoco de Astronomía retrasado. Este artículo se publicó originariamente en el suplemento el Zoco de Diario Córdoba el domingo 1 de noviembre de 2009, e incluyo mi imagen bonita de la Nebulosa del Águila (M 16) obtenida con filtros estrechos usando el Telescopio Isaac Newton (Observatorio del Roque de los Muchachos, La Palma).
A mitad del siglo XVIII la mayoría de los objetos de cielo profundo (cúmulos estelares, nebulosas y galaxias) estaban aún por descubrir. Algunos astrónomos, algunos pertenecientes a la nobleza europea, dedicaban su tiempo a buscar nuevos objetos difusos entre las miríadas de estrellas que entonces brillaban en los cielos del Viejo Continente (en la actualidad, esto sería impensable dado la gran contaminación lumínica existente en los países occidentales, un derroche estúpido de dinero y de energía que sólo beneficia a los grandes accionistas de las compañías eléctricas). En realidad, muchos de estos astrónomos buscaban descubrir un cometa que llevara su nombre a la posteridad. Uno de estos caza-cometas fue el francés Charles Messier, quien compiló los objetos difusos que observaba para agilizar su búsqueda. Esta lista de 110 objetos, muy popular entre los astrónomos aficionados actuales, es el catálogo Messier de cielo profundo. El 3 de junio de 1764, Messier anotaba el objeto número 16 de su lista, encontrado en algún lugar en plena Vía Láctea dentro de la constelación de la Serpiente. Describía un cúmulo de estrellas “inmerso en un débil resplandor”. Había descubierto la Nebulosa del Águila (M 16).
En realidad, el primer astrónomo que observó este objeto fue Philippe Loys de Chéseaux, quien anotó en sus notas de 1745-1746 la observación de un cúmulo de estrellas en esta misma posición del cielo. En efecto, la Nebulosa del Águila está compuesta por un cúmulo abierto de varias centenas de estrellas (NGC 6611) y de la nebulosa asociada a dicho cúmulo estelar (IC 4703). Ahora sabemos que M 16 está a unos 7000 años luz de la Tierra, en dirección al centro de la Vía Láctea. Todas las estrellas del cúmulo han nacido dentro de la nebulosa, compuesta por gases de hidrógeno y helio y con pequeñas cantidades de oxígeno, nitrógeno, azufre o hierro. Las estrellas más jóvenes, brillantes y masivas, de sólo unos 5 millones de años de edad, emiten gran cantidad de radiación ultravioleta (colores más azules que nuestro azul), siendo capaces de encender el gas difuso que las rodea. Es por esta razón por la que vemos la nebulosa, que emite luz en unos colores muy concretos dependiendo de las propiedades físicas y químicas del gas.
Recorte de las páginas 8 y 9 del suplemento El Zoco del periódico Diario Córdoba publicado el domingo 1 de noviembre de 2009. La imagen es una toma de la Nebulosa del Águila, M 16, observada en filtros [O III] (azul), Hα (verde) y [S II] (rojo) usando el Telescopio 2.5m Isaac Newton (Isla de la Palma). Crédito de la imagen: Ángel R. López-Sánchez (CSIRO/ATNF), Sergio Simón-Díaz (IAC), Miguel Urbaneja (IoA, Hawai U.) y Alfred Rosenberg (IAC)..
La impresionante imagen adjunta muestra una fotografía reciente de la Nebulosa del Águila obtenida usando la cámara de gran campo del telescopio 2.5m Isaac Newton en el Observatorio del Roque de los Muchachos (isla de la Palma). En realidad, es la composición de tres imágenes independientes en blanco y negro, cada una de ellas usando un filtro especial asociado a la emisión de la nebulosa. Es importante aclarar que los telescopios profesionales siempre observan en blanco y negro; el color se obtiene asignando distinta tonalidad a imágenes obtenidas con distintos filtros. En el caso particular de esta imagen de M 16, el color azul indica la presencia de oxígeno dos veces ionizado (átomos de oxígeno que han perdido dos electrones). Este color domina en el centro de la nebulosa puesto que es donde la temperatura del gas es mayor, al albergar la gran mayoría de las estrellas masivas. El color rojo indica la presencia de azufre una vez ionizado (un átomo de azufre que ha perdido un electrón), localizado sobre todo en zonas externas con mayor densidad. En color verde se observa el hidrógeno una vez ionizado (la famosa emisión de hidrógeno-alfa), predominante en toda la nebulosa. Las zonas oscuras indican regiones dominadas por polvo y gas denso, que absorbe la emisión del gas, destacando los pilares alargados que dan nombre a la nebulosa. Dentro de estas regiones se están creando nuevos soles.
Los astrónomos usan esta información en colores para estudiar las propiedades físicas y químicas de las nebulosas, las causas de la formación de las estrellas y cómo estrellas y gas interaccionan y evolucionan conjuntamente dentro de las galaxias. Además, nos regalan este tipo de imágenes etéreas llenas de colorido y de una belleza especial, que hacen reflexionar a todos sobre la belleza del Universo que nos ha tocado vivir.
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