Revista Cultura y Ocio

24 poemas de Abbas Kiarostami

Publicado el 17 agosto 2018 por María Bertoni
24 poemas de Abbas KiarostamiLa serie de cortos de Kiarostami se proyectó por primera vez en el Festival de Cannes, diez meses después de la muerte del cineasta iraní. El 23 de agosto de 2018, desembarcará en el Cine Cosmos UBA.

“El amor nunca muere; el amor continuará / El amor sigue latiendo cuando te vas”… Así dicen los versos de la canción Love never dies de Andrew Lloyd Webber, que Abbas Kiarostami eligió para musicalizar el último de los cortos que conforman su obra póstuma, 24 cuadros. Por si cupiera alguna duda sobre la intención de despedida, el realizador iraní incluyó en este cuadro final el ralenti de un apasionado beso ¿hollywoodense? y la legendaria placa The End. Con perdón de la herejía, en algunos espectadores la emotiva combinación evoca el recuerdo del legado de Alfredo a Totó en la a veces subestimada Cinema paradiso.

Kiarostami dedicó sus últimos tres años de vida a desarrollar este proyecto experimental cuyo título alude al estándar fundacional del cine, es decir, a la sucesión de 24 cuadros por segundo que provoca la ilusión de movimiento. En este caso, se trata de 24 cortos de cuatro minutos y medio de duración, a partir de un único plano fijo. El primero –una versión sutilmente animada de Los cazadores en la nieve de Pieter Bruegel ‘El Viejo’– parece adelantar una segunda intención del cineasta que falleció el 4 de julio de 2016: darle gracias a la vida como hiciera la gran cantautora chilena Violeta Parra.

Kiarostami animó la nieve, los pájaros, uno de los perros que Bruegel pintó en 1565. Dejó inmóviles a cazadores y campesinos, y en cambio agregó una hilera de vacas en movimiento. A la nieve, al ganado, a las aves, a los perros que intervienen en casi todos los demás cuadros, les sumó la lluvia, las nubes, el mar, lobos, ovejas, una pareja de leones.

El ser humano forma parte del decorado con menos frecuencia y, salvo por un par de excepciones, o bien inmóvil (como las presunta familia musulmana de la atípica postal parisina) o bien a partir de metonimias visuales (por ejemplo una secuencia de motos que circulan por el asfalto) y sonoras (el ruido de motosierras, de disparos de arma de fuego, de llaves que accionan la cerradura de una puerta). De manera progresiva, el realizador se muestra más agradecido a la naturaleza que a nuestra especie.

24 cuadros es un legado hermoso. Además de la estética visual de cada corto, cabe destacar la banda sonora también conformada por Caruso de Lucio Dalla, el Ave María de Franz Schubert y, vaya sorpresa, el tango Poema del uruguayo Francisco Canaro.

El ejercicio conmueve profundamente a los admiradores del autor de Copia certificada, Diez, El sabor de las cerezas, A través de los olivos, Primer plano. En cambio, es probable que las dos horas exactas que dura la proyección le resulten excesivas al público sin relación afectiva con el maestro iraní y/o indiferente al cine que algunos llaman “de contemplación”.


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