Revista Coaching

26 creencias que harán fracasar tu implementación de GTD (III)

Por Elgachupas

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Continúo con el análisis de nuevas creencias que harán fracasar tu implementación de GTD, esta vez atacando la línea de flotación de algunas de las creencias consideradas como pilares por muchos, y que yo considero de las creencias más limitantes a la hora de mejorar la efectividad personal.

Como dijo Mario Alonso Puig en una ocasión, rendimos al nivel de nuestras creencias, en lugar de rendir al nivel de nuestras capacidades. Por eso, es muy importante revisar hasta nuestras creencias más íntimas si de verdad queremos experimentar una mejoría significativa en los resultados que podemos alcanzar con lo que hacemos.

Te dejo otras cinco creencias que harán fracasar tu implementación de GTD, las que van de la 11 a la 15:

11. Creer que para poder practicar GTD con éxito es necesario que los demás también lo hagan. Este es un tema recurrente entre las personas que asisten a los talleres que facilito. GTD es un método personal para la gestión del flujo de trabajo, y practicarlo correctamente te convertirá en un profesional más confiable y de alto rendimiento, siempre. Lo que sucede cuando eres el único practicante de GTD en un entorno no GTD es que tendrás que ser más riguroso y sistemático con ciertas prácticas del método, especialmente si estás empezando. Por ejemplo, a la hora de dar seguimiento a los asuntos delegados, como no puedes asegurar que las personas en quien delegas vayan a ser todo lo diligentes que podrían ser si usaran GTD, tendrás que revisar tu lista “A la espera” con mayor frecuencia, y enviar recordatorios más a menudo. Eso no hace que mantener y revisar una lista de asuntos “A la espera” deje de tener valor. De hecho es todo lo contrario: en entornos no GTD, tener una lista de asuntos delegados, especificado quién debe hacerlo y desde cuando está delegado, te puede salvar la vida, productivamente hablando. Es decir, que el resultado que puedes obtener de usar GTD no tiene ninguna relación con el número de personas que usan GTD a tu alrededor, lo cual resulta aún más evidente si tenemos en cuenta que una buena parte de tu trabajo ni siquiera depende de terceros.

12. Creer que procrastinar a veces funciona, y puede ser algo saludable. Decíamos en el punto 7 de esta lista que, para poder hablar de procrastinación, es necesario que se posponga a sabiendas de que no deberíamos estar posponiendo. No alcanzo a ver cómo hacer algo que sabes que no deberías estar haciendo, puede ser positivo, o siquiera aportar algo útil. Los defensores de la llamada “procrastinación positiva” entran en terrenos muy pantanosos cuando sugieren que puede haber una buena procrastinación. Es el problema de dejar abierta la puerta al “todo depende”, que se corre el riesgo de tergiversar las palabras hasta el punto de tergiversar también la realidad. Lo repito por enésima vez: posponer algo por una buena razón es aplazar; posponer algo sabiendo que no deberías hacerlo es procrastinar. Decir “procrastinar” cuando en realidad quieres decir “aplazar”, es una falta de rigor que puede llevarte a sufrir graves consecuencias. Las palabras crean realidades, y programarte mentalmente para creer que procrastinar no es tan malo puede terminar haciéndote tomar muy malas decisiones.

13. Creer que tu caso es especial, y que debes “adaptar” GTD. Hay personas que creen que, porque han leído el libro de David Allen un par de veces, ya están capacitadas para intentar “mejorar” un método que tiene varias décadas de desarrollo detrás. Otras —a veces las mismas—, creen que porque han intendado poner en práctica GTD sin éxito, quiere decir que el método no es para todos, y la solución es adaptarlo a sus necesidades. En mi opinión, estas creencias no solo denotan una gran ingenuidad, sino también, y sobre todo, una enorme falta de humildad. Aunque nos cueste trabajo reconocerlo, los seres humanos somos mucho más parecidos de lo que nos gustaría creer. Por eso existe la psicología como ciencia, entre otras cosas. GTD, tal y como está hoy, ya funciona razonablemente bien —de hecho, mejor que cualquier otra cosa que haya intentado, y he intentado muchas—, y es muy probable que también funcione para ti, siempre que te tomas la molestia de aprenderlo bien, y de dedicar el tiempo que requiere consolidar los hábitos que lo forman. Por eso, entre otras razones, se ha convertido en el nuevo estándar de trabajo de facto. Por supuesto, eso no quiere decir que GTD no sea mejorable —creo firmemente que lo es—, pero antes de intentar mejorarlo asegúrate de que entiendes muy bien en qué consiste practicarlo y, llegado el momento, intenta que tus propuestas de cambio sean de aplicación universal, y estén respaldas con evidencias, no con creencias limitantes, simples modas o trucos facilones.

14. Creer que por trabajar de acuerdo a unas reglas dejas de ser creativo o espontáneo. Después de bastantes años de práctica, si algo puedo decir precisamente es que GTD me ha ayudado a destapar una creatividad que siempre había considerado ajena a mi. Las reglas de trabajo —prefiero llamarlas hábitos—, que propone la metodología de David Allen te permiten “automatizar” el proceso de identificar las cosas que llaman tu atención, aclarar su significado, tomar una decisión sobre qué quieres/debes hacer con cada una de ellas, y poner los recordatorios necesarios de las decisiones que has tomado en un lugar confiable. Es decir, que gracias a GTD puedes “olvidarte” de tener que pensar en la parte mecánica de tu flujo de trabajo. Y cuando consigues liberarte de la necesidad de tener que pensar constantemente en cómo gestionar de manera eficiente lo que tienes entre manos, ¿qué crees que pasa? ¡Exacto! Que tu mente queda libre para hacer lo que mejor sabe hacer: crear.

15. Creer que el exceso de jerga invalida el método. Rechazar una forma de trabajar más eficiente simplemente porque te da pereza aprender cosas nuevas, es mala idea —y dice pocas cosas buenas de ti, dicho sea de paso. Nos guste o no, en entornos VUCA (volátiles, inciertos, complejos y ambigüos), como en los que trabajamos la mayoría de nosotros actualmente, no nos podemos permitir el lujo de eludir una oportunidad de mejora simplemente porque implica hacer algo nuevo. Muchas veces, adquirir nuevo conocimiento implica aprender nuevos términos, lo cuál es lógico si pensamos que tenemos que hacer referencia a cosas que hasta ahora desconocíamos. En cualquier caso, la jerga no hace al método. ¡Qué habría sido de la Teoría de la Relatividad con este enfoque tan obtuso!

(continuará…)

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