Revista Arquitectura

4/8: Ábalos-Senkiewcz arquitectos

Por Jaumep
4/8: Ábalos-Senkiewcz arquitectos
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4/8: Ábalos-Senkiewcz arquitectos

Parque en altura
(gracias a Iñaki Ábalos, Renata Senkiecwcz y a su equipo)
4/8: Ábalos-Senkiewcz arquitectos
Saltó de los paneles un croquis de Iñaki Ábalos. Éste es un resumen de intenciones que abarca todos y cada uno de los aspectos relevantes del proyecto. El punto de vista es elevado, prácticamente a la altura de la línea de coronación del edificio. Recuerda a la perspectiva principal de la Ville Contemporaine de Le Corbusier, donde las cubiertas de los rascacielos son tan sólo una línea recta: encima suyo, el cielo. Debajo, la ciudad.
Resultan tan interesantes las presencias como las ausencias. No está la Avenida Marquès de l’Argentera. No está el edificio en U de la Estación de Francia. No está la Barceloneta. Elementos presentes: el sol. El mar. Los árboles. Gente. Los edificios son todo un manifiesto: el porche de la Estación. La torre Gas Natural del estudio EMBT, uno de los últimos proyectos de los que Enric Miralles pudo ocuparse. El Umbráculo, de Josep Fontserè, edificio queridísimo por Enric Miralles (y el edificio barcelonés predilecto de uno de sus ídolos, sir James Stirling): su sección es la base de las cubiertas del Mercado de Santa Caterina.
El croquis es, antes que nada, un paisaje. Un paisaje formado por diversos elementos existentes convocados, agrupados, cohesionados por la nueva pieza de la Biblioteca, resumen y articulación de todos los elementos, naturales y artificiales.
La Biblioteca consta de tres piezas: un cuerpo alto y uno bajo, maclados por la esquina que coincide con la Estación, y el espacio vacío que se rescata de la parcela del concurso. Éste aparece representado como una prolongación del parque, separado de él por la Ronda de Circunvalación. Los dos cuerpos comparten idéntico tratamiento de fachada, un despiece vertical que, en la torre, aparece discontinuo, con un módulo parecido a la altura del cuerpo bajo. Los dos cuerpos parecen ortogonales.
El espacio público parece tener forma de embudo, líneas de árboles que conducen al público hacia el acceso, marcado como el único espacio de fachada sin textura, adyacente a la macla de los dos cuerpos. La vegetación (árboles, jardines) aparece representada por remolinos trazados a lápiz: espirales, bucles, casi un trazo continuo. Algunos de estos trazos se desperdigan por el interior del edificio en cualquiera de los dos cuerpos: jardines colgantes. Una serie de trazos en diagonal los conectan.
El edificio no es tal: se trata de lo que contiene, lo que aprisiona, lo que formaliza un recorrido por una serie de jardines que llevan la Ciutadella hacia arriba. Algo interesante deberá suceder cuando la coronemos.
El itinerario deberá de ser, forzosamente, ascendente: lo contrario de lo que Wright sugirió en su Guggenheim de Nueva York. El Guggenheim, vaya. Cuando lleguemos arriba encontraremos alguna forma de bajar rápidamente.
Así, la torre es circunstancial, casi una hipótesis de trabajo confirmada a posteriori por la racionalidad estructural y constructiva, una mera forma producto de la implosión de todo lo que sucede en su interior. Esto se ve reforzado por la forma de la coronación. Ésta es la síntesis de muchas cosas interesantes: los porches de la Estación invertidos. La torre de Miralles: su inquietante voladizo pequeño, resuelto al trasdós en forma de un muro-cortina espejo diseñado expresamente para reflejar la Estación. El umbráculo.
También el recuerdo de dos edificios excepcionales: el Palacio del Gobernador de Chandigardh y la Filarmónica del Jura en Hamburgo. De hecho, el Palacio del Gobernador pasado por Gaudí: cuando una mera cruz bidimensional no bastaba para coronar un edificio ésta adquiría forma de bulbo, de cebolla, de cruz de cuatro aspas resuelta en metal; cualquier artificio que girase 360º la idea de una cruz. Ábalos-Senkiewcz hacen lo mismo con la coronación del Palacio del Gobernador: la giran dos veces sobre sí misma. Maclan el resultado y voilá.
La Filarmónica del Jura es una referencia más próxima: en este caso yuxtapuesta a un edificio antiguo (unos tinglados que, desgraciadamente, hubo que demoler interiormente, conservando sólo la fachada), una torre-que-no-es-torre, edificio híbrido coronado de modo análogo, con un muro cortina de vidrio transparente, abultado, deformado, que, según cómo reciba la luz, aspirará a fundirse con el cielo.
La afirmación de las esquinas recuerda también la arquitectura árabe. Las mezquitas, la construcción por pellas. La imagen es inestable, dinámica. Sugiere movimiento, percepciones cambiantes. El coronamiento se vería bien des de cualquier posición: siempre tiende a subir. Jamás, ni cuando esté incompleto, se verá así.
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Una perspectiva análoga a la anterior confirma lo dicho. Esta vez está realizada con ordenador y es un punto más compleja, incorporando nuevas referencias urbanas que la hacen más compleja. Inciso: no es un render. Hasta donde sé, el equipo Ábalos-Senkiewcz es el único que no los ha entregado. No se han rendido a esta moda absurda de lo hiperrealista que parece exigir tan poco de los que juzgan los edificios.
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El documento más importante para entender el edificio es la sección. En ella aparecen los jardines verticales. El recorrido que los une se marca en rojo, abatido. El área infantil se va al cuerpo prismático bajo: pragmatismo. Los niños abajo, donde ni molestan ni serán molestados. El depósito de libros al sótano. Si pesa no hay que levantarlo.
El rasgo más significativo, no aparecido en el croquis, es el aire que ésta contiene. El espacio contiene muchas dobles alturas que lo van cruzando y enlazando, complejizando el resultado final.
Lo más interesante: no jerarquiza, no criba al público por intensidad de uso. Es más, éste tiende a repartirse homogéneamente por todo el volumen, emparentando la torre con los rascacielos americanos (Rem Koolhaas dixit). Arriba de todo hallamos el bar. Sobre éste el área de música y cine, más ruidosa, separada del resto del edificio: ya sabemos por qué subir. Bajo el bar, los adolescentes. En el tercio central, la biblioteca de adultos. La biblioteca, vaya. Debajo la administración, los cuerpos de servicio.
Cada espacio con su jardín (colgante), claro.
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Las plantas: un cuadrado perfecto, un cuerpo maclado, el resto de la parcela vacío.
La planta baja: un paseo en forma de embudo nos lleva de la Avenida Marquès de l’Argentera al acceso. En medio de este paseo el cuerpo prismático, finalmente un paralelepípedo extruido. Aparece un recorrido alternativo tangente al edificio en U de la estación, que da a un acceso secundario. La estructura de los edificios es perimetral. En el caso del cuerpo paralelepipédico con ésta basta. En el de la torre colabora el núcleo central.
Las plantas superiores: espacios vacíos, jardines, el núcleo, la fachada portante. Con reglas de juego muy sencillas, un máximo de complejidad.
Juego maestro de escala: el recorrido en sección, lo que define el edifico en perspectiva, en maqueta, en sección, es apenas relevante en las plantas. Las escaleras no consumen espacio, quedando materialmente pegadas a la fachada, filtrando luz, sin casi ocupar espacio. Sin un trabajo de información cruzada importante no se puede entender el edificio.
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Volvamos a la segunda perspectiva: la biblioteca es la pieza que falta para convertir la ciudad en un bodegón. Un tapiz: los árboles. El Umbráculo. La Torre de Gas Natural. El Centro Biomédico. El mar al fondo, la Barceloneta, la Estación: vegetación muchos metros arriba, un aljibe como cubierta. Hasta el siguiente edificio.

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