Foto por terriem (via Flickr)
Artículo original escrito por Jero Sánchez. Sígueme en Twitter.
Los que me leéis desde hace tiempo recordaréis unos de mis objetivos para este año 2010: reducir mis posesiones personales a sólo 100 objetos. En su día prometí manteneos al tanto de esta iniciativa, pero por distintos motivos a lo largo de los primeros meses del año, me había sido imposible centrarme en la tarea –hasta ahora ;-)
Quiero retomar este proyecto, y qué mejor forma de hacerlo que recapitulando los motivos que me llevaron a tomar esta decisión –por cierto que este será el primero de una serie de artículos dedicados al desarrollo de buenos hábitos de organización, así que estad pendientes.
1. Te sentirás más libre. Muchos seréis escépticos con respecto a este punto, pero aquellos que hayáis tenido la oportunidad de mudaos de casa –o como yo, de país–, sabréis a qué me refiero. Como escribí hace tiempo cuando hablaba del sentido del minimalismo, el exceso de posesiones nos esclaviza, física y psicológicamente. Y ello debido a que la mayoría de los objetos que atesoramos en realidad no sirven a ningún fin concreto. Los guardamos “por si acaso”, no porque tengan una función en este momento.
Se ha demostrado una y otra vez: todas las personas que han reducido el número de sus posesiones han manifestado esa liberación, y se sienten más felices –justo todo lo contrario de la creencia popular y de lo que nos quieren hacer creer los gurús de la sociedad de consumo.
2. Podrás centrarte en lo verdaderamente importante. Es imposible tener el control sobre cientos o miles de cosas al mismo tiempo. Cuantas menos cosas poseas, menos recursos mentales te robará tu pequeño universo personal, y por ende, más energía tendrás a tu disposición para centrarte en las cosas realmente importantes.
En lugar de estresarte por buscar un lugar para almacenar los 15 trajes que tienes, llevarlos a la tintorería, o arreglarlos porque has engordado, deshazte de 10 de ellos. Lo mismo puede decirse de los apuntes de la universidad –que no has vuelto a tocar desde que te licenciaste–, o de los 3 ordenadores viejos que acumulan polvo en ese rincón. Cuando dejes de pensar en todas esas cosas, seguro que liberarás la creatividad que necesitas para acometer esos proyectos personales que llevas posponiendo desde hace tiempo.
3. Aprovecharás mejor tu dinero. Las cosas se adquieren generalmente a costa de dinero. Y lo más curioso es que la mayoría de los objetos que acumulamos son fruto de compras impulsivas –si no me crees, repasa mentalmente las últimas 10 compras personales que has hecho. Deja de comprar cosas por impulso, y ahorra para hacer de una vez por todas ese viaje a Thailandia que llevas soñando desde que conociste a tu pareja.
Reducir el número de posesiones no siempre significa gastar menos, sino gastar en las cosas que realmente son importantes. ¿Qué crees que será más valioso, comprar tu vigésimo octavo par de zapatos, o arreglar el grifo del baño que siempre está goteando y te saca de quicio cada vez que entras?
4. Tendrás que limpiar menos. Este punto no requiere mucha explicación. Es una simple regla de tres: a menor número de objetos, menos polvo que sacudir ;-)
Procura que tu casa esté compuesta de grandes superficies libres de objetos, y te aseguro que tardarás bastante menos en completar las tareas de limpieza doméstica. Es más, podrán pasar varios días sin que hagas limpieza, y seguirá pareciendo que está todo limpio –es el efecto psicológico del orden ;-)
5. Ganarás espacio vital. De igual modo, a menor número de objetos, más espacio para habitar. La paz y tranquilidad que transmite una casa limpia y espaciosa es algo que no puedo explicar con palabras, así que lo dejo a tu imaginación –tan sólo piensa en cómo sería la casa de tus sueños amueblada, y sabrás a qué me refiero.
6. Serás mucho más organizado. Por último, y como corolario a todo lo dicho, tener pocas cosas implica tener que pensar menos dónde colocarlas. No sólo es más fácil decidir un lugar para guardar casa cosa: el mantener todas las superficies despejadas nos obliga inconscientemente a colocar cada cosa donde le corresponde, en lugar de dejarlo en cualquier sitio –lo que llamaría la atención inmediatamente y rompería la estética del lugar.