BREMEN es una encantadora ciudad, situada en el noroeste alemán, muy cerca de Hamburgo y del mar de Norte, al que se puede llegar siguiendo el natural curso del río Weser. Como sacada de un cuento, la ciudad ofrece al viajero una serie de estampas de ensueño. Pasear por sus calles, sus parques y sus plazas, o admirar sus bellas casitas es su mayor atractivo. De hecho, es famosa, por protagonizar el cuento del burro, el perro, el gato y el gallo, Los músicos de Bremen, que cada domingo por la mañana a partir de la primavera es representado en la plaza. Dicen que cogerle de las patas delanteras al burro de la estatua, situada en el fachada oeste del Ayuntamiento, trae suerte, y tanto es así que ya las tiene desgastadas. La amabilidad de sus gentes y la tranquilidad que ofrece es otro de sus innumerables atractivos. Pero si queréis conocer más tendréis que seguir leyendo.
1. Su ayuntamiento y la estatua de Roland, Patrimonio de la Humanidad.
El edificio del Ayuntamiento, situado en la plaza del Mercado (Marktplatz) es una de las obras cumbre del gótico alemán, construido entre 1405 y 1410, aunque su fachada fue parcialmente modificada a principios del siglo XVII con un mirador de ventanales y un pináculo flamenco, en un estilo más renacentista, con influencias de la arquitectura holandesa. Es precisamente la unión de esos detalles flamencos a la minuciosa decoración escultórica gótica de diversas figuras y relieves, de profetas, sabios, ángeles y animales fantásticos, la que otorga su belleza tan característica. También sufrió diversas adiciones a lo lago de su historia, como la expansión de los sótanos o la creación del archivo en el siglo XV, así como edificios anejos posteriores. Afortunadamente pudo salvarse de la destrucción de la segunda guerra mundial, que afectó a un 60% de la ciudad, gracias a un muro que se levantó para proteger su fachada y a la labor de los valientes bomberos que protegieron el edificio durante los bombardeos. Junto con la estatua fue nombrado en 2004 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
En cuanto a la estatua en piedra de ROLAND, símbolo de la libertad de la ciudad, data de 1404, aunque sustituye a una anterior tallada en madera, que fue quemada por los guerreros del arzobispo de Bremen en 1366. Roland, también conocido como Rolando o Roldán fue un comandante que combatió al servicio de Carlomagno y que murió en la batalla de Roncesvalles en el 778. Fue esculpido por los canteros Claws Zeelleyher y Jacob Olde, sosteniendo la espada Durandarte, símbolo de justicia. Su espalda reposa sobre una columna y es coronada por un baldaquino, que junto con el pedestal permiten que alcance los 10 metros. El escudo del águila bicéfala se añadió más tarde, con una inscripción que anuncia la libertad que Carlomagno concedió a la ciudad. Según la leyenda la ciudad permanecerá libre e independiente mientras la estatua permanezca en pie. Por ello, fue protegida también durante la Segunda Guerra Mundial por un muro y existe una copia en los sótanos del ayuntamiento para que sea alzada en caso de que la verdadera caiga. Aunque la cabeza original se haya en el museo Focke.
2. El Schnoor
Se trata de un tranquilo barrio de pescadores formado por casitas de cuento. Se dice que es el núcleo más antiguo de la ciudad. Forma parte de un escenario onírico y de ensueño, ideal para fotografiar y pasear tranquilamente, ya sea bajo una nevada invernal, cuando sus característicos tejados empinados se cubren de nieve o resplandeciendo con el sol y las flores. En él pueden encontrarse tabernas antiguas y tiendas de artesanía, sobre todo de colgantes elaborados con piedras preciosas.
Una parte se compone de casas de colores, a cada cual más bonita, y otra por casas blancas encaladas con entramados de madera. Lo más entretenido es adentrarse por sus callejones y averiguar hacia donde conducen.
3. La Böttcherstrasse
Aunque sólo tiene 100 metros, esta calle del centro de Bremen, que comunica la plaza del mercado con el río Weser, es uno de los lugares más fascinantes de la ciudad.
Gran parte de los edificios que la conforman fueron erigidos entre 1922 y 1931, gracias a Ludwig Roselius, un comerciante de café de Bremen, que encargó a Bernhard Hoetger la configuración quien le dio un estilo expresionista. Se trata de una arquitectura en ladrillo un poco rara pero realmente encantadora. Quien no quiere toparse con unas grandes peceras encajadas en el paramento de una casa, con unos peces un tanto extraños, coronadas por esculturas de panteras con niños; una fuente con los personajes del cuento “Los músicos de Bremen”; relieves escultóricos aquí y allá, coronando puertas, ventanas o incluso en las esquinas, desde extraños seres a jóvenes danzantes; un carrillón, cuyas campanas tocan a unas horas determinadas con un sonido agradable, y un largo etcétera de secretos. En ella pueden encontrarse museos de arte, bares, restaurantes, un casino, un hotel y hasta una fábrica de caramelos artesanales.
4. La catedral de San Pedro
Resulta difícil perderse en la ciudad cuando los edificios son más bajos que las dos enormes torres tan singulares de la catedral, coronadas por tejados picudos de color verde. Sólo hay que seguir su imagen para llegar al centro. La catedral gótica, construida primero en estilo románico a partir del 1044 sobre las ruinas de catedrales anteriores, fue remodelada durante el obispado de Gebhard II (1219-1258), aunque sus nervaduras típicamente góticas no se hicieron hasta 1497-1511. La visita a la catedral es un punto ineludible en la viaje, debido a su antigüedad y a su belleza.
5. Pasear por sus parques
Aunque a muchos les aterra el frío invernal, las zonas verdes de Bremen también se pueden disfrutar cuando la temporada ofrece estampas de nieve y ríos congelados, aunque si bien es en verano cuando los bremenses se desinhiben y salen a tomar el sol y a disfrutar de los paisajes. Los mejores parques son el BÜRGERPARK, que en realidad es como un bosque con estanques, lagos y canales; el Knoops Park, donde en otoño las familias bremenses van a coger castañas; y, por supuesto, el RHODODENDRON PARK, espléndido en primavera con sus múltiples variedades de rododendros y azaleas, su jardín de bonsáis y su rosaleda.
6. La orilla del río Weser
El puerto fluvial de Bremen se convierte con el buen tiempo en la zona más lúdica de la ciudad. Magníficos restaurantes, pubs y discotecas atraen a todos los lugareños y a los pocos turistas que visitan la ciudad. Hay restaurantes buenos en la orilla pero también se da la oportunidad de comer en uno de los barcos.
7. Sus delicias gastronómicas.
No debéis iros de Bremen sin degustar una de las magníficas salchichas que venden en el puesto de la plaza, junto a la Iglesia de Nuestra Señora y sin probar una Beck’s, la cerveza de la ciudad, en un pub tradicional.
Los DULCES forman un capítulo aparte en Bremen. Es increíble la cantidad de especialidades originales que sólo pueden encontrarse en esta ciudad, como el Baumkuchen o pastel de árbol, el Bremen Klaben de pasas o los Bremen Kluten, cubitos de menta cubiertos parcialmente con chocolate. Pero el strudel de manzana con natillas de vainilla, tradicional de toda Alemania, también es delicioso en esta ciudad. Imprescindible es ir a la Pastelería Stecker, fundada en 1742, la chocolatería Hachez, fundada en 1890, el Café Knigge, de 1889 y la fábrica de caramelos de la Bottcherstrasse.