Revista Diario

7/12/2001 Fidel: "De La Rúa nada puede hacer"

Por Julianotal @mundopario
A diez años del hundimiento del modelo neoliberal que arrasó nuestro país, vale hacer un viaje en retrospectiva. Para saber dónde estamos parados y cómo el kirchnerismo no es solamente un cambio de relato sino también de paradigma. Para los faltos de memoria, los manipuladores del discurso y tambien para las señoras gordas que se quejan porque aumentó una crema para tujes importada de Francia. Para los que tienen prejuicio de retrospectiva, sale esta zambullida: Intervención de Fidel Castro en el Foro de San Pablo haciendo alusión a la grave crisis económica argentina. Meses atrás había calificado de "lamebotas" a De La Ruina. "No sé si habrá un loco que quiera que le den la presidencia, porque el país se vuelve ingobernable", arremete Fidel, sin saber que ese "loco" vendría en el 2003 a poner las cosas en su lugar...Imperdible también la visión estructural de Fidel a la hora de anunciar una crisis económica mundial en breve, de continuar con las políticas neoliberales: “Algo mucho peor que la crisis de 1929 tenía que venir. Y quizás está empezando a venir. Pero no tiene solución. Ni siquiera para Estados Unidos". A todo esto en la misma edición del Página/12, Cavallo dice que se instalará en Washington hasta que el FMI cambie su decisión y libere los fondos para Argentina: "Les voy a preguntar qué ingrediente adicional quieren. Firmo lo que sea con tal que venga el dinero" (alto discurso menemista). A continuación el texto integro sobre la postura de Fidel Castro: 7/12/2001 Fidel: nada puede hacer Hace días que estamos observando y analizando qué va a pasar con la Argentina. Es inédito. Esa crisis es insostenible”, dijo el presidente cubano Fidel Castro ante miembros de los partidos de la izquierda latinoamericana nucleados en el Foro de San Pablo. La situación de la Argentina aparece constantemente en las principales intervenciones de los miembros del Foro que en este décimo encuentro deliberan en La Habana. Es presentada como el resultado al que conduce la aplicación de las políticas neoliberales.
“No sé si habrá un loco que quiera que le den la presidencia, porque el país se vuelve ingobernable”, añadió el líder cubano sobre un eventual recambio en la Casa Rosada. Desconocía, tal vez, que lejos de ser un producto escaso en la Argentina la locura abunda.
Después de preguntarse si es qué habrá un loco que quiera ser presidente de los argentinos, Fidel hizo una excepción. Una condición casi imposible de cumplirse y que podría encontrar, según su criterio, al personaje que se sienta atraído a sentarse en el sillón de Rivadavia. “A no ser que los amos del mundo se olviden por 15 minutos de toda la aventura guerrera en la que están envueltos y se acuerden de que la Argentina existe y salgan corriendo y le digan a la tesorería que gire para allá a toda velocidad 10 mil millones de dólares. Diez mil por ahora”, acotó.
La fuerte dependencia que tienen los gobernantes de las recomendaciones de los organismos financieros internacionales lo llevó a disculpar en cierta medida al gobierno de Fernando de la Rúa al que calificó, utilizando una figura del derecho, como “inimputable”. “Quien nada puede, no puede ser considerado culpable”, señaló para graficar su definición. “Esos hombres que dirigen los Estados, nada pueden. Les han diseñado un sistema del cual es muy difícil escapar. Un mundo en el que nada pueden.”
En la mayoría de las conversaciones informales que se dan en el Foro se analizaba que era poco probable que finalmente el Fondo Monetario Internacional vuelva atrás y gire los 1260 millones de pesos que el ministro de Economía Domingo Cavallo le reclamó al organismo internacional.
Esos diez mil millones que Castro consideró que son la condición necesaria para encontrar al loco que quiera ser presidente son transitorios y así se encargó de precisarlo. Los definió “como un primer envío para evitar que su flamante neoliberalismo, su luminosa teoría política y social, sufra la derrota de Waterloo”.
Lejos de solazarse con esa situación, señaló que “tampoco hace falta ese Waterloo”. La mención no fue utilizada al pasar. Precisó que de acuerdo a los informes entregados por la mayoría de los participantes y a la información que él dispone, “hay como 20 Waterloo en preparación”. Por si no había sido claro, dijo acentuando cada una de las sílabas que “la teoría del neoliberalismo ha sido derrotada. No hay nadie, absolutamente nadie que crea en ella”.
Sea precisa o no, en el plenario del Foro de San Pablo la definición de neoliberalismo remite a la privatización de las empresas estatales, al retiro del Estado y a la vieja teoría del derrame que beneficiaría a los sectores bajos de la sociedad luego de que se colme la copa del crecimiento económico.
Castro sostuvo que dentro de ese modelo, o fuera de él, no hay, en este momento, respuestas a la realidad argentina. Por eso completó sus definiciones diciendo: “Ni hay tampoco nadie, absolutamente nadie, que tenga la menor idea de cómo resolver la situación que tienen”. Conocedores de que detrás de la crisis argentina hay un pueblo que sufre directamente las consecuencias de esas políticas, la mayoría de quienes se refieren aeste tema lo hacen “pidiendo disculpas a los argentinos” porque no quieren agregarle otro pesar.
“No quiero ofender a nadie”, acotó el presidente cubano al referirse a la crisis argentina. Luego de esa mención explicó la frase que originó un conflicto entre su gobierno y el de la administración De la Rúa. “Recientemente dije que estaba apenadísimo de que en un país, que ustedes conocen perfectamente, había un lamebotas”, señaló ante un auditorio que seguía sus palabras con la misma atención que los creyentes le dan a la misa. Por las dudas remató su frase diciendo: “Me encargué también de aclarar que no me había arrepentido de lo que dije”.
Aunque no entregó nombres propios, hizo a su modo una diferencia entre De la Rúa y Carlos Menem. “Cosa aparte para las felonías”, afirmó en lo que fue una implícita diferenciación entre los dos últimos presidentes argentinos. En las felonías pareció no encasillar al gobierno de De la Rúa, sobre quien ya había dicho que nada puede. Por las dudas redondeó la frase señalando que “otra cosa es ser impotente. En esa situación están muchos jefes en el mundo”. Condición de la que responsabilizó a los Estados Unidos y a los centros económicos. “La situación se agrava por el vecino que tenemos. Tan aventajado, tan poderoso. Capaz de crear el dinero con tan solo imprimirlo”, añadió para rematar su pintura de los actuales gobernantes.
Castro enmarcó sus opiniones sobre la Argentina en el contexto de la economía mundial. “Algo mucho peor que la crisis de 1929 tenía que venir. Y quizás está empezando a venir. Pero no tiene solución. Ni siquiera para ellos (los Estados Unidos)”, de quienes afirmó que en la actualidad cuentan con un porcentaje de desocupados mayor al existente en Cuba.
Toda su disertación comenzó luego de que el delegado boliviano dijera que “el chuño es mejor comida que el tallarín” y el comandante le preguntara “no creo que por tallarín te refieras al spaghetti italiano”. Ante la respuesta, incompleta por cierto, Castro se vio obligado a afirmar que además de reconocer el pasado, hay que integrar las nuevas culturas, las nuevas tecnologías.
Dos días de silencio dispararon en Castro una catarata incontenible. La apelación de un delegado boliviano a la necesidad de preservar idiomas autóctonos como el aymara o el quechua y la valoración de las comidas regionales le generó una duda. Y esta dio cuerpo a una pregunta. Una palabra trae la otra, y así el presidente cubano habló durante casi una hora y media.  Página/12. 7 de Diciembre de 2001. Por Eduardo Tagliaferro

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