Revista Arquitectura
… capas de complejidad.
(Gracias a Jorge Vidal por muchas cosas)
Los paneles son un monolito: ningún dibujo significativo que destaque por encima de los demás, tan sólo la lógica de una banda negra carbón debajo de todo que ni tan sólo contiene siempre la misma información. Nada captura la vista de un modo especial, y, por capas, el proyecto se va desvelando gradualmente. La memoria escrita es muy concisa. El resto de explicaciones se produce mediante esquemas. A cambio, el nivel de dibujo de los planos en planta es de los más altos de todo el concurso. No hay un solo plano de secciones, excepto un alzado de contexto en el primer panel apoyado contra la banda negra inferior, que aquí es plana. La representación del eje Z se hace siempre tridimensionalmente, como si, saliendo de las plantas, dejase de tener sentido no representar el espacio.
Jorge Vidal fue compañero mío de master en la ETSAB hará unos pocos años. El grupo que escogimos para cursar la segunda parte (la única que tuvo algo de sentido) reunió una serie de arquitectos a los que nos interesaba el enfoque complejo de la profesión: múltiples entradas cruzadas al proyecto; geográficas, históricas, antropológicas, constructivas, etcétera, simultáneamente, sin reducir el problema. A menudo, cuando pretendes aplicar el método científico a la arquitectutra y descomponer el problema principal en varios problemas más pequeños te encuentras, al final, con que no hay problema… pero el problema sigue estando allí. Sencillamente no se puede afrontar dividiéndolo. Tan sólo el sumatorio de factores tomados todos a la vez te da el problema que has de afrontar, y su solución. A riesgo de no tener perspectiva suficiente, diría que, de todos los grupos que configuraban aquel máster, que versaba sobre la teoría y la práctica del proyecto, el nuestro era el que admitía enfoques más plurales, diversos y arriesgados, cosa que deja al alumno en riesgo permanente de equivocarse pero que, a la vez, enriquece muchísimo las clases. Y las complica para el profesor, de aquí que haya tan pocos que lo hagan. Unos cuantos de nosotros (que luego hemos seguido relacionándonos) decidimos intercambiar conocimientos y procesos, de modo que lo que hacíamos quedó, siempre, matizado y enriquecido por opiniones de otros. Una de las cosas que teníamos en común es que todos nosotros somos arquitectos en activo, acostumbrados a proyectar y a desarrollar en paralelo una labor de crítica arquitectónica que nos permita proyectar mejor.
A Jorge le tocó en suerte, o escogió, un problema urbano especialmente complejo. Su modo de afrontarlo fue muy interesante, y da pistas sobre cómo se ha afrontado este proyecto: a parte de los estudios geográficos, históricos y morfológicos del lugar introdujo un plus de complejidad en el estudio del área de proyecto tomando una serie de aforismos y buscando conexiones con lo existente. Una vez establecidas pasó de la reacción a la proposición, mezclando análisis con aforismos, descartando algunos viejos, produciendo de nuevos en un trabajo que tan sólo se fijó para poder ser entregado. Me lo imagino continuándolo incesantemente en otras formas y lugares. Es más, sé que lo hace porque he encontrado rasgos de este enfoque en otros proyectos que me ha mostrado a posteriori. Un buen ejemplo de ello, al alcance de quien quiera visitarlo, es el Centro Cultural Teresa Pàmies, en la calle Compte d’Urgell, del que me ocuparé más adelante.
La propuesta de la Biblioteca está emparentada con él. No es tanto una relación formal y tipológica como metodológica, por bien que presentan algún rasco en común del que ya hablaré que, visto construido en el Centro Cultural, se ha rebelado muy eficaz para la organización de los edificios públicos.
El enfoque del proyecto es diferente a cualquiera de las otras propuestas aquí reseñadas. Parte de un volumen que es la forma exacta del solar extruido hasta la altura de la cornisa de los soportales de Fontserè. Así, la volumetría del edificio queda decidida de un modo automático, inmediato. Su coronación, también.
El plano de emplazamiento: uno de los más trabajados que he visto, y es un plano que todos los equipos relevantes han trabajado exhaustivamente, hasta el límite. Aquí se ha hecho con la goma de borrar y con los conocimientos históricos del lugar. Sólo hay dos propuestas de todas las del concurso que hayan dibujado la Ciutadella. Una de ellas, mencionada en el artículo-madre donde se reseñaban globalmente las propuestas de concurso, tomaba la Ciutadella como un recurso formal para realizar todo el proyecto. En su momento me quejé de la insensibilidad que eso representa, porque es un edificio de recuerdo infausto que, para poder ser construido, requirió del derribo del 30% del casco de la Barcelona del siglo XVIII y la construcción de la Barceloneta para alojar los elementos disidentes (léase cualquier habitante del antiguo Barrio de la Ribera más unos cuantos pescadores). Inciso: el trazado de la Barceloneta obedece a la lógica de unas calles rectas que podían ser cortadas con un cañón cargado con metralla a lado y lado para pillar posibles manifestantes, disidentes o elementos indeseables en un fuego cruzado que los matase a todos. La relación entre los habitantes de la Ciutadella (todos ellos de fuera de Cataluña) y los habitantes de Barcelona era tan violenta, tan complicad, tan conflictiva que se podía parecer a un sitio mutuo. Como ejemplo, las prostitutas de Barcelona (hambrientas, como el resto de la población) prefirieron la indigencia a trabajar para los invasores, que encerraron todos los servicios necesarios en el interior de la fortaleza. Su posición era tan precaria, el odio de los habitantes tan intenso, que la puerta de la Ciutadella acabó siendo un complejo de, quizá, un kilómetro de extensión: estaba batida, protegida, por el Fort Pienc, una fortaleza más pequeña que tenía como objetivo principal evitar que la Ciutadella pudiese quedar realmente sitiada.
Esto es historia. Rahola y Vidal la tratan como tal. Dentro del solar quedan unos restos secundarios de la Ciutadella. Sin voluntad formal, sin juzgar, las preservan y las usan tan sólo para consolidarlas y exhibirlas, para fijar su recuerdo. El edificio, sencillamente, es sensible a ellas. Por esto, en el plano de emplazamiento, éstas quedan dibujadas con precisión y relacionadas con su procedencia. Las piedras jamás son sólo piedras. Son como las recordamos. Y mejor que hagamos trabajar la memoria y nuestra capacidad crítica con tantos datos como seamos capaces de manejar.
El resto del plano: el Pla de Palau. El Borne. Santa Maria del Mar, siempre. Los tinglados de Elies Rogent. Toda la complejidad de edificios que el zoo ha trasladado al borde de la Ronda de Circunvalación, un trazado engañoso porque, des de la calle, queda difuminado por una valla que sigue su geometría, totalmente ajena a lo que pasa tras suyo.
Todo esto superpuesto a las trazas históricas: somos de este momento, pero este momento es efímero.
Seguir el trazado del solar es seguir la línea de fachada que marca la Ronda. Es continuar la geometría de los soportales. A diferencia de la propuesta anterior, donde éstos quedaban continuados literalmente (con los ajustes necesarios para que tuviese sentido hacerlo un siglo más tarde de la construcción de los edificios originales) la relación principal de los dos edificios es el ritmo. La estructura. Los soportales de Fontserè se forman perforando una pared de carga con arcos de dos pisos de altura. La relación lleno-vacío es del 50% aproximadamente.
La fachada de la Biblioteca es mucho más compleja. De entrada no forma un porche, pero te podrías meter dentro e, incluso, llegarla a recorrer longitudinalmente. Aparece descrita en un documento que Jorge me pasó al margen de los paneles del concurso, con mucha más información. La estructura del edificio es completamente exterior, y forma el primer plano virtual de la fachada. El plano de cristal que la cierra (no cometamos el error de llamar “fachada” a este plano, que tan sólo es el que separa el espacio climatizado del que no lo está) queda aproximadamente un meto al interior del edificio. La estructura está formada por un perfil que no es estándar, hecho en taller, compuesto de dos pletinas muy potentes, de unos dos o tres centímetros de alma por más o menos cincuenta centímetros de fondo, conectadas por dos pletinas menores rehundidas unos diez centímetros dejando una U por cada lado. Este pilar tiene la altura del todo el edificio. Entre ellos quedan dispuestos a distancias irregulares dictadas por el diagrama de esfuerzos del edificio: allí donde es necesario que la estructura esté más junta lo estará. Donde no haga falta tanto quedará más separada. El perfil no se altera: lo que se altera son las distancias entre perfil y perfil. El método alternativo es, obviamente, alterar pilares por dentro, haciéndolos más grandes o más pequeños y/o modificando su armado. Muchos edificios de apariencia regular presentan un cuadro de pilares absolutamente heterogéneo, donde los esfuerzos irregulares de la estructura quedan disimulados por una colección extraordinaria de episodios de refuerzo de pilares que al final se quiere disimular. No aquí. Aquí el pilar es siempre el mismo, y lo que varía para conseguirlo es su relación con el edificio.
Entre los pilares y el plano de cristal, aire, sólo cruzado, a intervalos necesarios, por los conectores de la estructura con los forjados y las fachadas.
Pero la fachada no termina aquí. El plano continua hasta el edificio con una capa de aire tratado por climatización, una capa virtual que asegura el perfecto funcionamiento de un muro-cortina que, además, no queda expuesto, sino que se da sombra a sí mismo del modo más barato posible: con elementos accesorios sino con lo que aguanta el edificio.
Este modo de operar da dos tipos de fachada muy diferentes entre ellos: las que forman los lados largos ya han sido descritas. Las que forman los lados cortos tienen toda la libertad de poder ser conformadas sin pensar en cómo se aguante el edificio. Quedan resueltas por muros-cortina y porches allí donde el clima dicta que las sombras sean necesarias.
Con esto el edificio no puede ser más neutro: bandejas colocadas cada cuando se requiera sin ninguna estructura intermedia. El edificio podría ser cualquier cosa pero es una biblioteca colocada al lado de la Ciutadella. El resto del proyecto consiste en condicionar el volumen al programa y a los condicionamientos urbanos. Veamos cómo.
En sección el edificio presenta un corte a ocho metros de altura. Es el que crea la planta baja, de una desproporción deliberada que crea un espacio representativo a medida de todo el edificio. Adicionalmente esto permite disponer altillos de medida suficiente, y, en el testero sur, aprovechando este altillo, un auditorio con el patio de butacas en pendiente que, además, lo organiza. Los pisos superiores tienen una altura más convencional. Esto puede verse construido en el Centro Cultural Teresa Pàmies, donde la planta baja, de gran altura, se queda los accesos a todo el complejo y las partes comunes de un programa muy complejo de organizar y distribuir.
La planta. Se pedía entrada por el centro del edificio, pero, como casi todos los equipos han descubierto, esta no tiene sentido. Por tanto, se dispone un porche central donde más o menos debería de caer la entrada, un corte de arriba a bajo de todo el edificio con tan sólo los puentes de conexión necesarios atravesándolo, y se deja la zona de acceso de los adultos como un vestíbulo con dos accesos: des del medio y directamente de la avenida Marquès de l’Argentera, a través de un porche representativo. Sobre este complejo la planta primera (rotulada en los paneles de concurso como planta segunda), la única que no tiene ningún otro corte que el central y, encima, toda una serie de bandejas formando los otros pisos, siempre dejando cortes a toda altura a distancias más o menos regulares. Hay cuatro cortes principales que dejan cinco bandejas francas. Por tanto se requieren cinco núcleos de comunicación vertical, aquí de forma cilíndrica, sin formar ningún tipo de banda, dispuestos en planta donde más convenga a cada paso, como unos muebles gigantes que sólo se soportan a sí mismos. Este modo de operar se pasará a todo el resto del mobiliario: siempre islas de muebles de diseño atractivo, con diversos grados de ligerea (o aparatosidad cuando convenga), dejando zonas de circulación entre ellos. Así se organiza la biblioteca infantil, quedándose más de media planta baja, y el resto del programa en plantas superiores, conectadas con la ciudad a través del vestíbulo y el porche de ocho metros de altura.
Todo esto se cubre con un sistema de lucernarios que vuelven a darse sombra a sí mismos e inundarían todo el último piso, y, a través de los cortes verticales, toda la biblioteca, de una luz matizada. Como si todo el edificio fuese un juego de persianas enorme.
Tabiques, los mínimos imprescindibles. Un juego de recogida neumática de libros para distribuirlos con agilidad a todos lados. Reciclaje de agua de lluvia y placas fotovoltaicas en los trozos de cubierta macizos. Poco más.
Esta propuesta es una de las más ambiciosas de todo el concurso. Normalmente intentarlo todo es el mejor modo posible de fracasar en todo. No es este el caso: aquí la complejidad es el método. Cuanto más capas, cuanta más información, cuantas más variables, mejor. Y, al final, se llega a un nivel de lectura que nos habla de la belleza y encontramos un organismo aparentemente sencillo, pacífico, incluso, que implosiona todos estos niveles de lectura y permite mirarlo en paz, con tranquilidad. Lo más elegante es no mostrar jamás cuánto esfuerzo cuesta hacer algo.