La segmentación en capítulos es la única característica formal que desconcierta en Encandilan luces, es decir, que atenta contra la ilusión de asistir a un documental absolutamente fiel a su objeto de estudio. Sin dudas, los títulos de algunos episodios constituyen otra expresión del sentido del humor que Alejandro Gallo Bermúdez despliega en su ópera prima, pero el fraccionamiento le impone una estructura innecesaria al universo paralelo que el realizador recorre mientras acompaña la trayectoria del “chamamé psicodélico” y su banda pionera, Los Síquicos Litoraleños.
La localidad correntina de Curuzú Cuatiá, Buenos Aires y ciudades de Holanda, Bélgica y Francia conforman las escalas del “viaje psicotrópico” anunciado en el subtítulo de esta película extraordinaria en el sentido literal del término. Mientras dura el periplo, Gallo Bermúdez reproduce filmaciones caseras de presentaciones del grupo estrella y de algunos emuladores; entrevista a espectadores ocasionales, seguidores, promotores, periodistas especializados, imitadores; ofrece postales de la Corrientes profunda, con el Gauchito Gil incluido; comparte anécdotas sobre avistajes de ovnis y el consumo de hongos alucinógenos.
Encandilan luces parece tributaria de Peter Capusotto y sus videos, que Gallo Bermúdez cita con encomiable honestidad intelectual. Como el programa de televisión pergeñado por Pedro Saborido y Diego Capusotto, la película no sólo promociona una banda que transgrede sistemáticamente el ABC de la industria discográfica globalizada; también invita a reflexionar sobre libertad creativa, sobre las metamorfosis de la música popular, sobre las diversas formas de resistencia cultural al imperativo comercial.