Quien busque turismo de mar y playa de calidad que marque en rojo la mariña lucense en su mapa. No he dicho sol, que eso es lotería en el Norte de España, por mucho que cacareen los abanderados de «microclimas», pero atalayas bellas de arena blanca, fina y mullida, donde hasta las esculturas de arena de los niños salen mejor, y aguas limpias y transparentes el visitante encuentra allá donde pose el pie en este trozo de costa gallega. Bastante menos laureada y, por ende, transitada por los turistas (no existe un uso turístico intensivo de este litoral) que las mariñas coruñesa y pontevedresa. Ell@s (los turistas) se lo pierden, porque la costa de Lugo, 220 kilómetros de Ribadeo a O Vicedo, puede presumir de bien conservada: a su uniformidad se suma el hecho de que es la menos urbanizada de Galicia en su primer kilómetro.
Sirena de San Cibrao: leyenda y encanto pesquero.
Esta terapia de LETRAS VIAJERAS recoge, a vuela pluma, algunas impresiones del espacio marítimo comprendido entre Foz y Viveiro. Recuerdo que este website no es un blog de viajes ni lo pretende, con lo que al viajero que precise información sobre el destino, le remito a otros lares especializados de la blogosfera, que hay muchos y, algunos, muy buenos. Mi idea es compartir emociones vestidas de pistas, que prendan en el lector el deseo de la escapada a los lugares que, desde esta página, pongo en valor.
Foz: patito feo urbanístico que transmuta en bello cisne marítimo
FOZ. Cuando de niña viajaba a ese lugar, mis familiares con cariño se detenían en la pintoresca estampa de un concello donde los edificios de varios pisos conviven con los prados sembrados de berzas incluso en el centro urbano. Una vuelve 30 años después y se encuentra con que aquella esencia destartalada no ha cambiado. No es Foz una urbe bella desde el punto de vista arquitectónico. Es cierto, pero esa faz pintoresca hay que transformarla en prestancia si se la quiere y quedarse con la riqueza y objetiva belleza de su litoral: sus playas (Rapadoira, Llas…), estratégicamente ubicadas y reunidas, su ría, sus dunas de arena, su paseo marítimo, en suma. Hermosura y calidad: esencia galega.
Foz: estampa urbana de este pueblo grande.
Para los amantes de la costa nórdica española, aquello es el paraíso. Les recomiendo un baño en septiembre, en semisoledad: inmersión terapéutica.
Decía, sin eufemismos, que no es Foz una ciudad estéticamente hermosa en cuanto a su ladrillo y hermanos, pero ya se sabe que el encanto de los lugares no se desprende solo de la suma y armonía de nobles inmuebles, el factor corazoncito pesa en lo que el viajero se lleva, tras vivir las calles, en su mochila, pesan los afectos y recuerdos del lugar y, por supuesto, sus gentes. Por eso Foz es bella fuera de los manuales de arte urbanos.
Mural seña urbana de Foz, realizado por escolares del concello guiados por un artista de Sargadelos.
Iglesia de Foz.
Quien quiera historia, ancianas piedras que hablen, en Foz que visite el castro de Fazouro, del periodo más tardío del asentamiento romano en Galicia y el occidente asturiano, en el que esta terapeuta se ha detenido.
Castro de Fazouro.
Burela, Sargadelos, San Cibrao y Viveiro
Con Foz se mide Burela, ciudades paralelas, equiparables, y por ello, en eterna piquilla, como lo están Gijón y Oviedo o Torrelavega y Santander, por ejemplo. No puede batirse la costa burelana con la focense en encanto, opino, pero Burela cuenta con otros espacios, servicios y equipamientos, como el hospital, de los que Foz carece. No es intención del viajero foráneo comparar ambos enclaves, que cada cual tiene su aquél.
Puerto de Burela.
Camino de Viveiro, como pueblos hermosos y de interés me quedo con Cervo, donde está la conocida Fábrica de Cerámica de Sargadelos, y con San Cibrao (San Ciprián), con sus coquetas playas, presididas por la escultura de la sirena sobre la que pivota la leyenda que da vida a la fiesta de A Maruxaina y su puerto pesquero.
Exterior de la Fábrica de Cerámica de Sargadelos en Cervo.
Vivió la fábrica de Sargadelos tiempos mejores, ajenos al obligado, pero peleado, exilio laboral que la actual crisis laboral impone. Pero ahí sigue ella, en pie, con su solera incólume. Creada en 1806 por la iniciativa ilustrada del asturiano Antonio Raimundo Ibáñez, la atractiva factoría de loza puede visitarse y cuenta con un área de exposición muy recomendable, de interés para grandes y pequeños. Belleza decadente la de su imagen exterior, belleza que acompaña durante toda la visita puertas adentro. En el interior la decadencia da paso al esplendor que emana de las piezas y esculturas de loza.
Sargadelos: taller de cerámicas tras los cristales.
Esta terapia llega, anunciaba, hasta Viveiro, municipio de tamaño mediano, que reúne los requisitos para centro de operaciones para una visita con tentáculos cortos hacia los núcleos cercanos que he mencionado y otros que no. Con un casco antigo declarado Conxunto Histórico-Artístico, una actividad comercial y hostelera notable y un patrimonio natural (puerto, playas, el monte San Roque…) que no le va a la zaga.
Playa de Llas, en Foz.
Ría y playa de A Rapadoira en Foz.
No he mencionado a las gentes de las mariña lucense. Las xentes, que siempre son el mejor patrimonio de cualquier lugar. Reza el dicho que «galegos y asturianos, primos hermanos». Se palpa, se siente, en este litoral. Imparcialidad total: lo firma una asturiana ;-)
Hórreo galego de Foz.