Revista Pareja

A mi pareja le molesta todo lo que hago

Por Cristina Lago @CrisMalago
A mi pareja le molesta todo lo que hago

Da igual lo que hagas o lo que digas, todo le parece mal. Desde tu tono de voz, hasta tu manera de respirar. ¿Cómo soportar a alguien que no te soporta?

No way, lectores. Es seguro que hasta ahora, has estado buscando una explicación o una justificación al hecho de que tu pareja se mosquee ante el mero hecho de que existas. Puede que le hayas diagnosticado todo tipo de trastornos tipificados en Google, puede que hayas achacado su actitud al estrés, a su jefe, a su madre o a su perro, pero si tu pareja se molesta contigo cada dos por tres, te deja de hablar por cualquier chorrada, te culpa por todo, desde el mal funcionamiento de la cafetera hasta el calentamiento global…

No lo dudes. aquí tienes uno de los síntomas más claros y contundentes de desamor que te puedas echar a la cara.

Una lectora me contaba que su pareja le utilizaba constantemente de desahogo para sus frustraciones. No obstante, cuando salía de casa – en el trabajo, con las amistades – le cambiaba súbitamente el humor y venía encantado de la vida. El problema empezaba al llegar a casa. Todo era motivo de malas caras, malas actitudes, desprecios y acusaciones.

Ambos acudieron a una terapia matrimonial, que les aconsejó que acudiese él en solitario porque podía tener síntomas de depresión. De la terapia pasó al médico, que le recetó un buen lote de pastillazos que durante un tiempo, parecieron anestesiar convenientemente sus emociones y ayudarle a comportarse de la manera que debía, no que sentía.

Al cabo de los meses, y lógicamente no sintiéndose mejor – porque las pastillas no resolvían el problema base debajo de estas actitudes -, volvió a las andadas. El destrato al que sometía a su pareja era absolutamente lamentable. El de una persona atrapada en una relación ya indeseada, que no es capaz de tomar las riendas de su vida y se dedica a proyectar en el otro todo ese dilema emocional incapaz de resolver por él mismo.

Mi lectora intentó ser pareja, madre, compañera, amiga y hasta salvadora. Su propio miedo de perder aquella relación, le empujaba a no poder reconocer la realidad de lo que sucedía y a luchar con esas luchas que se creen de amor, y en realidad son por miedo.

Pero cada uno de sus intentos por sostener a ese compañero, no hacían más que empeorar la situación. Porque la otra persona quería irse y lo que veía a su lado era a alguien que no hacía más que intentar retenerle. Ella cada vez estaba más desesperada; él cada vez se mostraba más molesto. Finalmente, él se lió con una compañera de trabajo y ella pasó a engrosar las filas de personas que no entienden cómo su ex pudo dejarla por otra después de lo mucho que le había aguantado.

Le costó tiempo y mucho diálogo interno aceptar que había tenido delante todos los síntomas del mundo mucho antes de que existiesen terceras personas.

Situación compleja, contradictoria, dolorosísima. Cuando una persona que queremos inicia el proceso de abandonarnos, suele suceder de dos maneras: mediante el alejamiento y la indiferencia, que son desoladores y mediante el rechazo, que en muchas ocasiones raya el maltrato psicológico. Pongamos que una inmensa minoría opta por cortar por lo sano antes de iniciar cualquiera de estos dos procesos, pero probablemente esa inmensa minoría ya ha pasado por ahí.

Si ninguno de los dos quiere asumir la realidad, esta situación es de las que pueden prolongarse tortuosamente por los siglos de los siglos (y amén). Muchas parejas veteranas has pasado por ese mismo proceso de desamor hasta que han decidido que lo que ha unido la conveniencia y la comodidad, no lo separe el hombre (o la mujer). Parejas que básicamente han optado por hacer vidas casi al margen el uno del otro, pero que permanecen unidos por el bien de los gananciales. Pero coincidamos que, salvo que tengas 80 años y no esperes gran cosa de tu vida sentimental, no es la opción idónea para la mayoría.

Si estás en la situación de sufrir a una pareja a la que le molesta todo, todo, todo lo que hagas; que hace de la convivencia un rosario de quejas y reproches; que en definitiva y hablemos en plata, no te aguanta, empieza a prepararte una de TENEMOS QUE HABLAR como la copa de un pino.

Separa el pasado del presente. No te dejes comer por los recuerdos agradables. De verdad, es divagar y perder energías absurdas. Lo que importa es lo que está pasando ahora. Lo primero, cortar de cuajo los destratos. Por más desenamorado que esté alguien de ti, y por más atrapado que se sienta por su propia dependencia, no tiene motivo ni justificación para: hablarte mal, gritarte, culparte de todo, dejarte de hablar o cualesquiera que sean las actitudes que está teniendo en estos momentos. Parafraseando a la Pantoja: límites, límites, que es lo que les jode. (Y aunque no les joda, vaya).

Considerarnos merecedores de respeto es un buen primer paso. Una vez tengamos las palabras amor propio tatuadas en el consciente y en el subconsciente, lo que necesitamos hacer es aceptar la realidad de que esta persona ya no nos quiere y que todo le molesta básicamente porque el tipo de persona con la que le gustaría estar ya no tiene que ver en absoluto con nosotros. Su persona ideal no contaría chistes de andaluces, no roncaría por las noches, no vería películas de autor francesas o no tendría los ojos azules, sino marrones. Y por supuesto, tendría una cafetera que funcionaría estupendamente.

¿Y si eres tú la persona a la que le molesta todo?

Pues más de lo mismo, pero al revés. Tu pareja no tiene ninguna culpa de que tú ya no estés enamorado/a, pero no lo aceptes o no puedas dejarlo. Así que echa los demonios haciendo deporte, o gritando en un bosque, o yendo a terapia: hazte responsable de tu situación.

Lo interesante de todo esto es aprender y mejorar con la práctica, de modo que toma consciencia de la situación, aplica la verdad y la claridad, deja de mentirte a ti mismo y con suerte evitarás tener que acabar empastillándote para tratar la depresión o la ansiedad que te está causando este problema y que no, no suelen ser la causa del problema.

Encontrarnos en una dependencia y no poder dejarla, no es una rareza: ocurre todos los días, en todas las partes del mundo, a millones de personas. Pero si te encuentras en este punto, tú o tu pareja, no lo normalizéis. Una cosa es tener un momento de estrés puntual por alguna causa concreta y que estéis peleados contra el mundo, y otra muy distinta, es estar bien en todas partes, menos en tu casa.

La realidad es siempre más soportable que la fantasía, aunque sea peor (Daniel Pennac)

ó

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