Revista Vino

A Pita Cega 2011: cosechando sabores

Por Jgomezp24

Mi relación con Pilar es muy reciente (10 de enero de 2014, a las 21:19 empezó) y puedo decir que casi no nos conocemos. No he pisado sus tierras, no conozco su viñedo ni su casa. No he visto sus manos ni su sonrisa. Pero ahora ya sé, pequeños detalles que ella misma me ha contado o he leído, que lo que encuentre el día que vaya a San Amaro (Ourense) me gustará. La cosa empezó mal: una botella en una cata a ciegas (cada vez las soporto menos...) estuvo a punto de mandar al garete todo. Yo había leído cosas de A Pita Cega (quién no...aunque ahora ya creo que a Pilar no le gusta nada esta parte de su nueva vida, es así: se habla de ella y de su vino) y la botella salió mal, con una reducción importante y el vino casi roto...Por poco la borro de mi lista mental porque pensé "un blufff...". Nunca te fies de tu primera impresión, sobre todo si viene de una cata a ciegas. Nunca. Esa lección he aprendido con los años. Da a los vinos que crees (por lo que sea) que te pueden decir algo, una segunda oportunidad.
El cartero siempre llama dos veces y casi siempre tiene que ver la cosa con fermentaciones varias y levaduras, del tipo que sea...El 10 de enero a la hora apuntada, Pilar me escribe "Muchas gracias por aceptar desde las viñas de A Pita Cega (organic wine)". Hablaba de "la amistad" en feisbuc y yo, que uso poco ese programa para "charlar", me enganché...que si "me estoy bebiendo tu libro"; que si "¿has bebido A Pita Cega?"; que si "sí, pero la botella salió mal"; que si "tienes que darle otra oportunidad"; que si "la jodimos si me la mandas porque no escribo de los vinos que me mandan, a no ser que sean amigos"; que si "yo no quiero que escribas sino que le des otra oportunidad"; que si "¿cómo te llamas" (porque con tanta canela andaba yo ya mosca); que si "yo te mando la botella y si la disfrutas, bien; y si te parece muy perra, pues al estofado o con la ensalada"; que si "¿la ensalada, perra?"; que si "no...perra la botella"; que si "soy yo la que trabaja en la viña, en el gallinero y en el corral"; que si "el vino se hace solo; una enóloga hace las analíticas"; que si "yo estudié pero aprendí lo que no le haría jamás a mi tierra y lo dejé"; que si "yo aprendo poco, dejo que la viña viva como quiera y que el vino fermente cuando quiera. Los respeto: ellos saben más que yo"; que si "mi paisaje de viña es un lugar mágico"; que si "los viticultores ofrecemos nuestro vino como parte de nosotros mismos".
Y aquí paro. Lo que he transcrito entre comillas, lo reproduzco con permiso de Pilar. Cuando alguien se identifica así con un paisaje con cepas y hace vino como parte fundamental de su manera de ser ante ese paisaje, me interesa. Cuando alguien escribe (en la etiqueta del vino) que "cultivamos de forma orgánica biodinámica para lograr el equilibrio de este organismo vivo (i.e. la tierra), tratamos las cepas con infusiones de hierbas del propio terreno y de forma homeopática", me interesa. Cuando alguien considera que su masa madre (con la que hornea pan de aire desde hace muchos años), sus gallinas y sus ovejas, forman parte de su viñedo tanto como sus cepas, me interesa.  Cuando alguien escribe que "en bodega somos meros observadores de un proceso natural y dejamos que la naturaleza se exprese, no necesitamos reparar errores", me interesa. Cuando alguien afirma que "elaboramos el vino desde el viñedo y actuando con sutileza, entregamos al vino la personalidad de la tierra que lo alberga", me interesa. Cuando mis amigos de Elmundovino consideran que un vino blanco nacido de un viñedo cultivado de esta forma (¡homeopatía!) es su mejor vino blanco de España en 2013, me interesa.
Albariño, treixadura (cada vez me llama más esta uva...) y otras...13,7%. Para los detalles, vayan ustedes al blog y verán, sin más, que estamos ante una tierra feliz, que habitan personas, animales, cepas, insectos, árboles y flores que se sienten cómodos en ella. Esta tierra, estas personas, tienen que dar un vino feliz, que provoque sonrisas, que coseche y ofrezca los sabores de la tierra en forma de vino. Ni más ni menos. En copa de respeto (Borgoña) y bebido a lo largo de varios días. Escribo sin haber leído ninguna nota de cata. Esto es la descripción de varios momentos de felicidad presentidos, la crónica de una segunda oportunidad bien aprovechada: monte, musgo, cuerpo. Paseo señor por la copa. Graso en nariz y en el paladar. El prado al amanecer. Verdor y salud. Frescura con empaque. Zumbido de abejas en el campo. Polinización y alegría. Albaricoque. Pureza y profundidad. Anchura y vastedad. Nísperos maduros. Vino de matices que va contando cosas desde un carácter aparentemente sencillo. Casi goloso. Frutales y cepas. Sol de atardecer. Entre rapaces andan las bestas. Membrillo casi maduro. Merienda, pan y levadura. Cera de abeja. Hierbabuena y verbena. Ajedrea y lavanda. Hinojo salvaje y romero. Las cosas del campo. Gracias, Pilar, por esta segunda oportunidad y por la celofana violeta que cubría con delicadeza los huevos que se rompieron (no todos) junto a la botella que llegó sana. Nos veremos pronto.

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