De la Gran Depresión del período de entreguerras en América al pozo que se abría, negrísimo nubarrón, sobre el mundo entero (a inicios de la II Guerra Mundial) a la Enorme Depresión en la que nos hemos enlodado tras el hundimiento de la banca en 2008. De John Steinbeck a John Ford a Daniel Gómez Jiménez-Landi. De un Nobel de Literatura a un Oscar a la Mejor Dirección a un Viticultor (con mayúsculas), cuyo mejor premio (intuyo) es la satisfacción que le pueda dar un terruño hecho uva metido en una botella con su nombre (normalmente en la contraportada; en este caso, en la portada). Un tipo que ha sido capaz de hacer pequeñas obras de arte como The End (¿otra referencia cinéfila? Es broma: ¡ya sé que no!) o Cantos del Diablo o Sotorrondero o El Reventón o...Las Uvas de la Ira 2010. Las uvas proceden de un viñedo muy viejo y alto en Cebreros, en suelo de esquisto pizarroso de zona muy agreste. La vegetación, la "macchia", la pizarra, el clima extremo, la agricultura biodinámica, la vinificación (donde la madera tiene un papel importante), transmiten a este vino una fuerza especial.
También es la variedad. Victor de la Serna me corregirá, pero lo que se viene en llamar albillo en España esconde una diversidad no menor de castas genéticamente distintas (aunque sea en un 0,001%). En Las Uvas de la Ira estamos ante una albillo real (también albillo de Madrid), que responde al número 247 en la European Vitis Database. Pero tras las otras dos llamadas albillos que más me han impresionado últimamente (sí, estamos ante la revolución de las castas menores y maltratadas), creo que se esconden variedades distintas. La de Bodegas y Viñedos Ponce (en la DO Manchuela) se llama Reto (última probada la de 2011) y creo que se trata de la albilla castellana (¡ellos insisten en que no es albillo!) y tiene que ser la 8934 ó la 8888. Mientras que Basquevanas 2009, de Olivier Rivière en la DO Arlanza, podría ser la 2473, la albillo también llamada temprano blanco: las cepas de Olivier están mezcladas con las de tempranillo.
Las tres son especiales y las tres tienen sus cosas. Puede que las que más me han hecho ladear la cabeza y el hocico hayan sido las de Olivier y Daniel. Ambas de una producción limitadísima y precio elevado (la primera, 50€ en Lavinia; la segunda, 30€ en Vila Viniteca). De la primera salió una barrica. 300 botellas han salido de la segunda. Para media Ha de cepas es un buen promedio si quieres conocer a qué saben estas uvas de la ira de Daniel el Travieso. Vino de la Tierra de Castilla y León con 14,5%, que hay que tomar fresco pero no frío (10-12ºC) y al que hay que dar aire y tiempo para que vaya murmurando su verdad. Retama. Profundidad. Leña. Grafito. Melocotón blanco. Intensidad. Volumen. Densidad. Más retama. Tomillo. A las 24 horas, el vino gana en esbeltez y agilidad. Es más intenso, y el mineral de la pizarra seca se deja notar de nuevo. Me recuerda la sierra norte de Sevilla: frescura y jaras. Éste tendría que haber sido un post en blanco y negro y, quizás por eso, triste y oscuro. Pero no ha sido así. Estas uvas y su vino no nacen de la ira, sino del sentimiento por una tierra y sus cepas. Ha acabado siendo un post lleno de la fuerza, la energía y luz del vino de Daniel. Este hombre, algún día, será como Steinbeck o Ford. A la novela, Escritor. Al cine, Director. Al vino, Viticultor. Al tiempo, tiempo.La foto de la película de Ford procede de Trazando caminos.