Mi inclinación últimamente por probar más vinos blancos que tintos me hace pensar en la posibilidad de que estén cambiando mis gustos personales, bien por la edad o simplemente por la gran cantidad de vinos de los que disfruto año tras año. Sinceramente, encuentro en los vinos blancos más expresión de la tierra y transparencia de lo que el elaborador o creador de ese vino quiere comunicar. Esto no quiere decir que los tintos no me sorprendan o que ya me hayan dejado de gustar, ni mucho menos. Simplemente es eso, creo que hay mucho más “juego organoléptico” a la hora de catarlos y por consiguiente, se disfrutan más. Es una opinión personal, englobando en este grupo de blancos a los generosos y dulces cuya base siempre sea el vino blanco.
Si a esto le sumamos que estos blancos están elaborados con todo el mimo y amor posible y respeto por la tierra de donde proceden, las sensaciones a experimentar se pueden multiplicar. Son esos vinos diferentes, atípicos y con mucha personalidad, que salen de los estándares universales, siguiendo una filosofía natural e inequívocamente respetuosa con su entorno para poder transmitir la verdadera esencia de su ser.
Uno de los productores o “creador de sueños” españoles que saben hacer muy bien esto es Samuel Cano en la extensa La Mancha, más concretamente en Cuenca. Su gama de “Vinos Patio” transmiten al consumidor esa verdad líquida sólo posible trabajando en armonía con la naturaleza, con una agricultura totalmente natural y una elaboración muy personal, antojosa a veces, pero siempre aplicando las prácticas naturales, sin añadidos ni fertilizantes químicos.Y de sus vinos, me quedo con su blanco 100% airénAIRE EN EL PATIO 2011. Un vino diferente y con mucha personalidad, que en esta añada Samuel decide hacer una larga maceración en contacto con sus hollejos durante 6 días con bâtonnages periódicos según tengo entendido, para extraer aún mas de esas pieles la personalidad de la uva y mineralidad de la tierra, aparte de dotar al vino de un color y cuerpo más intensos. Esta práctica no es usual a la hora de elaborar vinos blancos, pero cada vez se practica más, principalmente en bodegas que buscan diferenciarse un poco. Es como elaborar un vino blanco como si fuera un tinto, es decir, macerando el mosto con sus hollejos. Otra característica de este vino es su crianza durante unos 6 meses en barricas nuevas de roble americano para dotarlo de una mejor evolución en botella, aparte de cederle aromas y taninos de la madera. Resultado, un vino natural muy complejo que muchos señalarían como “raro” por su gran personalidad y diferenciación con los blancos comunes. Lo podría catalogar como un vino no apto para todos los públicos, donde el que lo prueba puede o no gustarle, es muy radical.Después de dejar que descanse durante varios meses en botella como me habían aconsejado, decido abrirlo y por fin disfrutar de él. La botella es de grueso cristal semioscuro, preparada para evitar que una intensa luz intervenga negativamente en la correcta evolución del vino en la misma, dada su naturalidad. A pesar de ello, se puede observar a través de ella como existen posos y restos de lías en suspensión, como se ve en la foto, tan difíciles de encontrar en vinos “comerciales” por considerarse como un defecto o falta de limpieza del mismo cuando no es así. Es otra prueba de la naturalidad y de la mínima intervención de Samuel en sus vinos.Os cuento qué me encontré cuando lo abrí:AIRE EN EL PATIO 2011 100% airén de cepas viejas en vaso de más de 65 años de Mota del Cuervo (Cuenca).Vino de mesa.Criado en barricas nuevas de roble americano durante 6 meses.13% alcohol.500 botellas aprox.8-10€ aprox.
VISTA
En copa es un vino turbio aunque con la brillantez propia de los vinos jóvenes. Su color es un poco dorado (oro nuevo) con reflejos entre ámbar y cobrizo de baja intensidad, parecido al color de los amontillados jerezanos cuando son jóvenes, y movimiento algo denso en copa, dejando gruesas lágrimas que resbalan por el cristal. La turbidez es su aspecto más destacable en esta fase de la cata, donde nos avisa de la naturalidad del vino y ausencia de cualquier filtración. Recordemos que no se debe juzgar a un vino por la primera impresión, la vista, siendo sólo un dato orientativo pero nunca determinante.
A copa parada destaca por sus matices varietales y sensación algo dulce. Recuerda al caldo de la lata de piña en almíbar y a la Flor de Azahar del naranjo. Movemos y aparecen nuevos aromas no muy intensos pero originales: nísperos, carne cocida, arcilla, frutos secos (orejones y almendras), manzana al horno, crema de bollo, vainilla, miel, dulce de membrillo, etc. Da sensación de un vino fresco, silvestre y salvaje.
En boca, de entrada es amable, ligero, graso, cítrico, de acidez equilibrada y final amargoso y persistente. Diferente, rústico y con mucha personalidad. Los aromas cítricos y los mencionados en la fase olfativa vuelven en esta fase por el retrogusto dejando una agradable sensación calurosa. Me gusta su complejidad, madurez y personalidad.Otro aspecto destacable en este singular vino es su capacidad para evolucionar en copa, volviéndose más redondo en boca y regalándonos nuevos aromas a lo largo de su disfrute como a resina de pino, brea o cedro entre otros.También es increíble cómo estaba el vino después de una semana desde que lo abrí, cómo había cambiado pero para bien. Es una de las características positivas que tienen estos vinos naturales, que no te mienten y no están engañados con aditivos químicos que, al final pienso, actúan negativamente en este aspecto.