Mario Rovira (Akilia Wines) es la fuerza tranquila del Bierzo. Hombre muy bien formado y viajado (en España y en el extranjero), con los pies en el suelo y con ideas claras sobre qué tierras, que características y qué potencial quería para sus vinos, elige el Bierzo porque el Bierzo le elige a él. Muy analítico, meticuloso y estudioso de las peculiaridades de cada zona que pudieran adaptarse a lo que él quería (viñedos en altura; cepas viejas; marcos de plantación como mucho de 1,5 x 1,5 m, es decir, estrechos y con competencia entre las cepas; uvas autóctonas y con grandes complejidades por desarrollar) visita el Bierzo y el Bierzo le elige. Me atrevo a decir que a su pesar. Porque él sabe que aquí ya está pudiendo hacer los vinos que lleva en la cabeza. Pero sabe también que los hace a pesar de muchos de los paisanos “vecinos” suyos, con la incomprensión y, a ratos, el rechazo incluso de quienes están en posiciones de responsabilidad en la DO, que no comprenden sus vinos ni los identifican con el Bierzo que ellos quieren. Estamos con la historia de siempre: que el sol gira alrededor de la tierra, caramba, y quien no esté de acuerdo con eso, pues a la “hoguera”.
Pero nada arredra a Mario, por eso él es la fuerza tranquila. Aposentado en las tierras que ya son suyas (apenas serán, en total, 2,5 Ha), este John Wayne de la mencía y la palomino (sí, claro, palomino en el Bierzo, de toda la vida, como estaba también en Galicia) tiene los suelos frescos que ambicionaba (apenas un poco de pizarra desmoronada y en superficie; cuarcita y a ratos francoarenoso, a ratos francoarcilloso) y anda ya en su regeneración (quemados del todo no estaban, pero recuperar la flora y la vida microbiana no será sencillo); tiene las cepas que quería (viejas, de 60 años, y entre cerezos y almendros: pronto tendrá abejas también) de mencía, de palomino y de doñablanca. Y en dos cosechas (l2011 en el mercado; y 2012 que pude probar con él) se está haciendo un hueco importante, no ya en la DO Bierzo, sino en el panorama vitivinícola español. Este chaval vale mucho y ya sabe ahora que no está solo: nos tiene con él, junto a él y con un buen grupo de gentes inquietas, que cuidan el campo y las cepas con su mismo mimo y hacen vino (cada cual a su manera y con sus uvas) que sabe, ni más ni menos que a vino, a las uvas con las que está hecho y a la tierra donde se ha hecho. Ahí es nada…En su finca Lombano (en los Montes Aquilianos que rodean Ponferrada por el este, sur y oeste, exactamente en las orientaciones de sus viñedos) y mirando hacia el oeste hacia su otra finca, Chano villar (que está orientada, claro, al este: en la foto superior, en primer plano, Lombano; al fondo, bajos las ramas del almendro, Chano villar), probamos su único vino que no lleva nombre del pago (los otros dos, los tintos de mencía son, en efecto, monovarietales de pago: Lombano y Chano villar), el blanco K 2011 y, después, en bodega, el 2012. K 2011, con 75% de palomino y el resto de doñablanca, es un buqué garni de hinojo, tomillo y laurel, astringente y muy largo, aunque su verticalidad y profundidad, su radicalidad, se ven algo reducidas por el hollejo de la doñablanca, que ofrece volumen, redondez, sabores más amables y dulces de pera limonera. K 2012 será, en cambio, un Pur Sang como el de Didier Daguenau (cada cosa con su uva, claro…). Con más palomino todavía (tiene las cepas que tiene y 2012 vino mal con la doñablanca), es un caballo de energía desbocada, concentración, vigor, fuerza, pomelo, tartárico en estado puro, zumo de limón recién exprimido, grado alcohólico contenido, acidez desbordante, amargor, mineralidad contenida. Un vino para un futuro mejor.
Cenamos juntos, después de pasar la tarde en los viñedos (día de luz y sol espléndidos, acompañados por la abundante nieve que había caído sobre los montes dos días antes), con sus mencías Lombano y Chano villar 2011. Ambas fermentan en hormigón sin revestimiento alguno, aunque el primero se afina después en barrica francesa de 225L. La maloláctica la hacen ambos en hormigón, con lo que los aromas de la madera (en el Lombano), que son de la madera, no del vino, apenas se perciben. Cuando las barricas estén en su segundo o tercer vino, la cosa irá todavía mejor. Pero algún día hay que empezar y Mario es de los que prefiere controlar todo: por lo tanto, madera nueva para 2011. Pero ya os digo que no es su estilo: sus vinos son de suave extracción, de capa muy medida, son vinos finos y fragantes, que sólo saben a la fruta vieja de la mencía (lo cual desconcierta a los expertos del lugar…Lo pude comprobar), con aromas de zarzamora, de grosella negra, con aires de la flor de violeta algo marchita ya, muy largos y envolventes, con un tanino pequeño y algo cuadrado, rústico, pero de enorme calidad y pervivencia. Cuando pienso que son sus primeros vinos, estos 2011, me estremezco de placer: lo que nos espera con este hombre…
Su estudio profundo y su trabajo con las lías en bodega (con depósitos de acero o de hormigón hechos ex professo para el tipo de trabajo que quiere hacer con ellas). Su manera de abordar la frescura de los vinos a través del análisis minucioso del punto de madurez de las uvas y de su momento óptimo de vendimia (no es literatura, os lo aseguro: este hombre es de los que vendimia después de haber comido mucha uva y haberla observado más), definen, también, a un joven que tiene una madurez y un punto de reflexión sobre qué quiere para sus vinos que se me antoja bastante único.
Mario dice lo que piensa y hace lo que dice. Con educación esmerada, aguantando tarascadas y sin levantar la voz para nada. Sus vinos hablan por él. Sus vinos son, también, así. Es joven y seguirá aprendiendo porque es hombre atento y muy observador. Sigámosle con atención y seremos, también, algo mejores.